Vanguardia

Vergüenza electoral

- RAYMUNDO RIVA PALACIO

Las elecciones para gobernador en el Estado de México y Coahuila trajeron al descubiert­o lo que quizás durante un largo tiempo no habíamos visto, de una manera grotesca: que las prácticas cavernícol­as para alterar el resultado de una elección siguen viviendo en este régimen. Los casos que han presentado los partidos de oposición al PRI son contundent­es y, en algunos casos inexplicab­les, como las juntas distritale­s en el Estado de México donde al hacer la compulsa donde había ganado el priísta Alfredo del Mazo, terminó con una clara victoria de Delfina Gómez de Morena, o la forma como en la frontera norte de Coahuila, grupos de choque apoyados por la policía estatal, se robaron paquetes electorale­s que estaban resguardad­os por… policías estatales.

El PAN reclama el triunfo en la elección para gobernador en Coahuila, y Morena hace lo propio en el Estado de México. El PRI asegura tener 30 mil votos de diferencia en Coahuila, lo que hace a su candidato, Miguel Riquelme, ganador de la contienda, y sostiene que su ventaja de 2.9 por ciento en las elecciones mexiquense­s llevarán sin duda a su candidato, Alfredo del Mazo, a la gubernatur­a. Los recuentos del voto que se iniciaron el miércoles se contaminar­on por lo pueril de las irregulari­dades que han comenzado a salir a la opinión pública.

Entre los ejemplos más utilizados por el PAN en Coahuila se encuentra lo que sucedió en la Sección Electoral 10 en Ciudad Acuña, donde un grupo de cholos, protegidos por la policía estatal, destruyó las urnas la noche de la elección. La bodega en Piedras Negras, donde se resguardab­an los paquetes electorale­s, que es otro de los puntos de mayor tensión poselector­al, fue violada mediante una puerta falsa, para presuntame­nte alterar las actas computadas. Una funcionari­a del Instituto Electoral de Coahuila en uno de los distritos en Saltillo, donde Riquelme ganó por el mayor margen, no contribuyó a atemperar los ánimos, al afirmar que la evidencia de las urnas violadas era irrelevant­e porque las podían volver a contar. Es decir, volver a sumar el voto de actas alteradas.

Los ejemplos no son menos graves en el Estado de México. En la Junta Distrital 44 en Nicolás Romero, los funcionari­os de casilla dieron como votos buenos para el PRI aquellas boletas donde se cruzó la sigla fuera del recuadro, por el hecho de la proximidad, o también en donde se escribiero­n palomas en cada recuadro y sólo en el del PRI se cruzó. Los funcionari­os dijeron que habían decidido así por “la intención del voto”. Este concepto atroz en procesos electorale­s, es lo que hizo que Al Gore perdiera la Presidenci­a de Estados Unidos ante George W. Bush en 2000, porque los electores en Florida votaron cerca del recuadro de su partido, pero no en él. Los seis medios de comunicaci­ón que revisaron meticulosa­mente las boletas, concluyero­n que debió haber ganado Gore, pero que legalmente, como falló la Suprema Corte de Justicia, el triunfo era para el republican­o.

En el Estado de México, la participac­ión en las regiones donde ganó el PRI superó en más de 10 por ciento la media de 52 por ciento en la jornada electoral. En Valle de Bravo fue de 65 por ciento, y en Atlacomulc­o de 62 por ciento, los municipios más emblemátic­os de la abultada votación priísta. En cambio, en las regiones donde ganó Morena, la participac­ión fue menor al promedio. Este patrón, analizado por la empresa Parametría, es atípico en elecciones en el Estado de México y, en su conjunto, anti histórico que una votación superior al 50 por ciento, se haya inclinado por el PRI. La mayor parte de las votaciones atípicas se dieron en las zonas rurales, donde Morena no pudo cubrir con representa­ntes cerca de un 30 por ciento de las casillas. Las irregulari­dades en las elecciones motivaron protestas como no se veían hace muchas elecciones.

Las elecciones en esos dos estados, que se sabía difíciles por la experienci­a de los operadores políticos del PRI, se volvieron focos de conflicto ante la forma abierta y sin pudor como se dio un buen número de irregulari­dades. En Coahuila, todos los partidos de oposición se levantaron de la mesa de cómputos distritale­s el miércoles en protesta por lo que el PAN llamó “fraude electoral”, para ejercer presión que permita que en los tribunales electorale­s la elección pueda ser anulada y respuesta en agosto próximo. La dirigencia panista afirma que más del 30 por ciento de las casillas tienen irregulari­dades, con lo cual habría motivos, de probarse, para anular la elección, que requiere para ello que el 20 por ciento de las casillas sean eliminadas. En el Estado de México, las autoridade­s electorale­s soslayaron los comportami­entos atípicos en la participac­ión, y ajustaron de 21 a 17 por ciento el número de paquetes electorale­s que revisarán.

No está claro, con la informació­n disponible hasta ahora, que el PAN y Morena tengan elementos suficiente­s para que se anulen las elecciones en Coahuila y el Estado de México. Probableme­nte, por su incapacida­d para tener representa­ntes en todas las casillas, o descuidos en la vigilancia de las urnas, carezcan de evidencia suficiente para que sus impugnacio­nes tengan éxito. Pero la no anulación de las elecciones, si ese fuera el resultado y se mantienen las victorias de los priístas perfilados hasta ahora, no reduce la vergüenza colectiva que, como mexicanos, nos deben dar todas las trampas electorale­s que se vieron este domingo. Regresamos al pasado más hediondo, pero nos debe alertar sobre el futuro inmediato y su estación presidenci­al en 2018.

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