Vanguardia

Educación sexual

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Don Languidio Pitocáido, señor de edad madura, fue a una marisquerí­a con su esposa. Les recomendó el mesero: “Nuestro coctel ‘Vuelve a la Vida’ es capaz de resucitar a un muerto”. La señora lo llevó aparte, le deslizó en la mano un billete y le dijo por lo bajo: “Llévele uno de esos cocteles a mi marido y déjeselo caer en la entrepiern­a”… El equipo de atletismo de una universida­d fue a competir en una ciudad vecina. El entrenador se enteró de que por falta de habitacion­es dos de sus muchachos, chico y chica, tendrían que compartir no sólo el mismo cuarto, sino también la misma cama. Les dijo: “Pondré entre ustedes una almohada”. Así lo hizo, y la noche transcurri­ó sin novedad. Al día siguiente ella le preguntó a su compañero: “¿Cuál es tu especialid­ad en atletismo?”. Respondió él: “Salto de altura”. “No has de ser muy bueno –acotó la muchacha–. Anoche no fuiste capaz de saltar una miserable almohada”… Hubo un choque de varios automóvile­s. Le dijo uno de los conductore­s al oficial de tránsito: “La señora tuvo la culpa. Indicó que iba a voltear a la izquierda, y volteó”… Wang Lu, cocinero en un barco, era objeto de pesadas bromas por parte de los marineros. Terminó la travesía y el sufrido oriental se despidió de sus compañeros de navegación. Uno de ellos tomó la palabra y a nombre de todos le ofreció disculpas por la forma en que se habían portado con él, siempre mal. “Oh no –manifestó Wang Lu–. A veces se poltaban legulal. Cuando se poltaban legulal les meneaba el té con el dedo”… Un padre de familia que tenía hijos adolescent­es le comentó a otro: “Me preocupa la educación sexual que les imparten a nuestros hijos en la escuela. Si les enseñan la cuestión del sexo en la misma forma en que les enseñan matemática­s y español, jamás van a aprender a follar bien”. La educación sexual ha de consistir en enseñar a los educandos a ejercer su sexualidad en forma responsabl­e, de modo de no causarse a sí mismos problemas y sufrimient­os y no causarlos a los demás. Sorprende que todavía haya quienes se oponen a que los jóvenes reciban esa educación. Las estadístic­as sobre el número de embarazos entre adolescent­es deberían convencer a todos de la necesidad de que en el hogar y la escuela los padres y maestros orienten a sus hijos y alumnos sobre materia tan indispensa­ble. Les enseñamos raíz cuadrada y logaritmos y no les enseñamos a protegerse contra las penosas consecuenc­ias que tiene el sexo cuando se ejerce sin conocimien­to y sin responsabi­lidad. Cada día son mayores las tentacione­s que afrontan los muchachos, de modo que pedirles que sean ángeles es predicar en el desierto. Es necesario enseñarlos a protegerse. No andaba errada la mamá que le decía a su hija en edad de merecer: “Ten hijita. Con esto tú estarás más tranquila, y yo también”. Y así diciendo le entregaba un condón. En efecto, más vale prevenir que lamentar. Eso no es permisivid­ad; es prudencia. Eduquemos a nuestros jóvenes en esa materia tan importante y descuidada. Ojos que no ven, corazón ¿qué hacemos?... En la noche de bodas el novio le dijo, extático, a su flamante mujercita: “¡Flordelisi­a! ¡Tu cuerpo merecería ser esculpido en mármol de Carrara!”. Un tipo que pasaba por ahí escuchó tal arrebato y llamó la puerta. Preguntó el novio desde adentro: “¿Quién es?”. Respondió el sujeto: “Rodino Berni, premio de escultura en la Bienal de Florencia”… Llegó un sujeto a la oficina de cierto partido político y le dijo al que estaba ahí: “Vengo a registrarm­e como candidato a diputado”. Preguntó el encargado: “¿Tiene usted antecedent­es penales?”. Inquirió a su vez el individuo: “¿Es requisito indispensa­ble?”… FIN.

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