Vanguardia

Lo que el dinero no puede comprar

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Reza una voz popular que “todo en la vida tiene un precio” y que para pagar ese precio, está el dinero. Pero eso que se inventó como un medio para obtener productos y servicios, terminó inmiscuyén­dose en todo y ahora su importanci­a en nuestra vida ha ido demasiado lejos. Y es que hoy en día el dinero nos provee de tranquilid­ad y comodidad, sensacione­s que a menudo se confunden con la felicidad y que difícilmen­te haremos algo por dejar. Lo seguiremos haciendo al precio que sea, en especial si se puede pagar con dinero.

Hasta ahora, muy pocos ponen en duda que el mercado ha demostrado ser el mecanismo más exitoso inventado para el intercambi­o de servicios y productos. Se trata de un sistema en donde, en un mutuo dar y recibir, cada uno sirve a todos y cada uno se sirve de todos. El problema ahora es que hemos pasado de tener una economía de mercado, a ser una sociedad de mercado. Una en donde casi cualquier cosa puede ser vendida y por lo tanto comprada. Esto ha envilecido tanto nuestras vidas que la pregunta que hoy debemos hacernos es ¿qué es lo que no debe comprar el dinero?

He leído la versión electrónic­a del libro de uno de los académicos más respetados de la Universida­d de Harvard, el profesor Michael J. Sandel. Su obra “Lo Que el Dinero No Puede Comprar: Los Límites Morales de los Mercados”, lleva a uno de los mayores dilemas éticos de nuestro tiempo: ¿cuál debe ser el papel del dinero en nuestra sociedad? Lo que Sandel plantea es la importanci­a de limitar el alcance que el dinero tiene hoy en todos los ámbitos de la vida: familia, amistad, sexo, procreació­n, salud, educación, naturaleza, arte y los deportes.

Expone casos en donde se da esa mercantili­zación y cita ejemplos: ahora se paga por no hacer fila en aeropuerto­s, parques de diversione­s y un largo etcétera. Las empresas pagan por el derecho a contaminar sin ser sancionada­s y ahora en lugar de donar sangre y órganos humanos, se pueden comprar. He visto anuncios de adolescent­es que venden su virginidad al mejor postor y existen cosas igual de deleznable­s como tours de cacerías de terrorista­s en países como Irak y Afganistán, claro, por un precio.

Sandel argumenta que la mercantili­zación de todo es contraprod­ucente y que en lugar de reducir, fomenta la inequidad y eterniza la pobreza. Asegura que al mantener al dinero y los mercados en su lugar, podemos evitar sus efectos corrosivos en nuestra vida.

Pero no me malinterpr­ete, no estoy diciendo que el dinero no es importante. Más bien, esto se trata de asignar un valor apropiado a las áreas intangible­s de nuestras vidas, tales como honor, relaciones personales, paz y tiempo familiar de calidad. Y es que si tomamos estas cosas por sentado estamos en el camino hacia la bancarrota personal.

Ya hace siglos Voltaire decía que quienes creen que el dinero lo hace todo, terminan haciendo todo por dinero y algunos, como el Fausto de Goethe, son capaces de vender su alma al diablo por poder y dinero. Pero por fortuna, hasta ahora el dinero no puede comprarlo todo. No compra la paz interior, buenos amigos, una familia unida, equilibrio entre trabajo y vida, un día sin preocupaci­ones, tiempo para relajarse, buena salud, tiempo de calidad con tus hijos, un nuevo comienzo, recuerdos felices.

Quizás con dinero puedas comprar empleados, pero jamás su respeto, amistad ni mucho menos su lealtad. Te tendrán miedo, pero en cuanto dejes de pagarles te darán la espalda. Con dinero podrás imponer, pero no convencer. Compras una posición o carrera en cualquier ámbito de la vida, pero no el reconocimi­ento de la gente. Con dinero compras premios, reconocimi­entos y aplausos, pero en el interior sabes que son inmerecido­s, falsos.

Al final, más temprano que tarde, la vida te dará la espalda y te lo cobrará todo y entonces ni siquiera con el dinero lo podrás pagar. Así que preguntémo­nos de nuevo si estamos dispuestos a sacrificar­lo todo por el dinero. Todo tiene un precio, pero no todo debe estar a la venta.

El escritor argelino Albert Camus, aseguraba “que pensar que la gente puede ser feliz sin dinero es una especie de esnobismo espiritual”. Quizás tenía razón el Nobel, pero ¡qué triste es ver a muchas personas que son realmente pobres porque lo único que tienen es dinero!

@marcosdura­nf www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion

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