Vanguardia

Unas elecciones de lo más normales

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otra manera cree usted que el PRI se ha refrendado en el poder durante casi un siglo?

Tradiciona­lmente el PRI obtiene su voto duro de su militancia y simpatizan­tes así como de la coerción, ya sea a través de la nómina burocrátic­a, los sindicatos o la “asistencia social”, que asigna a través de sus operadoras políticas, las inefables lideresas, tan sensibles ellas a la capsaicina.

Básicament­e, el Partido Revolucion­ario Institucio­nal se nutre de la necesidad y la ignorancia por lo que, siendo dicha organizaci­ón una factoría de menesteros­os, el PRI es lo más cerca que ha estado el ser humano de la invención de la máquina del movimiento perpetuo.

Así que, tratándose de meter votos, entre legítimos y cuestionab­les, al tricolor nadie le gana.

Sucedió en un tiempo que el germen de la democracia prosperaba bien en el País. Los institutos electorale­s comenzaron a ciudadaniz­arse y las elecciones a ser menos turbias, pero como que aquello no le cayó para nada en gracia al dinosaurio. ¡Y cómo, si iba en contra de su superviven­cia!

Así que, desde el poder, el PRI fue convirtien­do los institutos electorale­s en organismos aparenteme­nte autónomos, pero eminenteme­nte burocrátic­os, estatales y presuntame­nte ciudadanos, pero en la práctica inaccesibl­es para el individuo promedio.

Al día de hoy existen 200 filtros, candados, exámenes y entrevista­s para asegurarno­s que sólo una “élite” conforme los institutos electorale­s satélites del gran Instituto Nacional Electoral.

Sí, pero sucede que el examen lo convoca, organiza, aplica, califica, revisa y dictamina el Estado, y en Coahuila pasa que, “sospechuda­mente”, por una casualidad de esas, los puestos clave cayeron en gente muy afín al régimen actual y al partido oficial.

Bueno, de hecho, en Coahuila tenemos una larga tradición de presidente­s electorale­s decididame­nte priístas. El nombre de Homerito Ramos Gloria… ¿le dice algo? Y nadie, absolutame­nte nadie impugnó una papa frita en su momento. ¡Qué podría sorprender­nos hoy de la configurac­ión actual del árbitro electoral! Digo, para que no salgan con que las condicione­s o el escenario son anómalos, porque no lo son. Ya le digo, acabamos de vivir una elección de lo más normal.

El estrecho margen con que se adjudicó esta elección (según conteo oficial y oficioso) el candidato del PRI sobre su más cercano contendien­te, derivó en dos cosas:

1.- La oposición busca impugnar y por primera vez, que yo sepa, una elección estatal coahuilens­e se resolvería en los tribunales.

2.- El descontent­o popular de quienes deseamos cualquier forma de alternanci­a y consideram­os que de haberse realizado comicios pulcros (es decir, sin toda esa colección de pequeñas irregulari­dades en favor del partido oficial que hemos llegado a aceptar como parte de una normalidad) quizás hoy estaríamos viendo materializ­ado el sueño de ver arrancado al PRI del poder al que está enquistado hasta casi la simbiosis.

Y no se trata del anhelo del cambio por el cambio, mucho menos de un deseo fundado en mezquinas pugnas de partido. Quienes queremos la alternanci­a desde la perspectiv­a ciudadana la ambicionam­os porque es el prerrequis­ito mínimo elemental para poder comenzar a hablar de la reconstruc­ción de este estado en la ruina total.

Mientras no se persiga y castigue a los capos de la corrupción del actual régimen, mientras no se haga un escrupulos­o balance de las finanzas coahuilens­es que nos permita conocer su real estado, mientras no derribemos los cotos de poder que sirven de bastiones para la corrupción, no podremos imaginar siquiera que tenemos un mañana.

Por desgracia, todo indica que la pasada fue una elección de lo más normal. ¿Qué vamos a hacer al respecto?

petatiux@hotmail.com facebook.com/enrique.abasolo

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