Vanguardia

EN BUSCA DE ALGO FRESCO

Vuelve el calor y con él, la temporada de sopas frías. La de pepino y aguacate, a medio camino entre un gazpacho verde y una crema de verduras, se hace en cinco minutos y sin ningún tipo de lácteo.

- (© EL PAÍS, SL. Todos los derechos reservados)

MADRID.- Llegan las vacaciones, el buen tiempo, las piernas al aire y, lo que es aún más importante, los pepinos. Aunque ahora se ven durante casi todo el año en las fruterías, es en verano cuando alcanzan su máximo esplendor pepinil. Los amantes del pepino nos distinguim­os por no entender, ni remotament­e, a la mitad de la población a la que le repite este manjar. “Pero cómo te va a repetir, alma de cántaro, si es casi todo agua”. Nosotros inventamos todas esas soluciones peregrinas que prometen evitar la maldición repetitivo-digestiva: quitar toda la piel, dejar algo de piel, comer toda la piel, remojarlos, salarlos hasta que pierdan cualquier tipo de sabor propio y cortar las puntas y frotar con ellas el pepino (mientras entonas un salmo).

Ninguna de ellas funciona al cien por cien. Si eres de estómago fuerte, adelante con esta maravillos­a sopa fría, joya del pepinismo veraniego. Si formas parte del club de los me-repite-todo, cambia el pepino por melón y suprime el ajo, no vaya a ser que te pases seis horas acordándot­e de mí.

Esta receta es una seria candidata a entrar en nuestro top ten de sopas frías: por su extrema sencillez, por la ausencia de cualquier tipo de alimento de origen animal y porque está buenísima. Con un aire a gazpacho, gracias al pepino, el ajo y el vinagre, aprovecha la untuosidad natural del aguacate (igual que esta crema de calabacín) para conseguir una textura cremosa sin recurrir a los lácteos. Por supuesto, y si te apetece, puedes meterlos en forma de yogur natural o queso batido. Pero tan sólo con verduras, agua y un cho- rrito de aceite puedes conseguir una sopa fresca, que dependiend­o de la cantidad de líquido agregado puede ser más o menos espesa o incluso incorporar pan.

El ramalazo mediterrán­eooriental del comino se puede sustituir por uno más mexicano, como si fuera una versión bebible del guacamole, añadiendo cebolleta, jalapeños y un tomate sin piel. Para servir la sopa, espolvorea ajonjolí, comino en grano o linaza por encima, o deja el minimalism­o de lado y opta por poner hortalizas picadas para que los comensales las añadan a su gusto. Para que la sopa esté fría fría, lo suficiente como para apagar los fuegos del infierno, lo mejor es usar agua fría del congelador. En caso de que no la tengas a mano, utilízala fresca del garrafón y guarda la sopa ya terminada en el refrigerad­or al menos una hora, revolviénd­ola antes de comerla.

Viva el pepino y ¡viva el verano!

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