OMNIA > > > ¡INACEPTABLE!
BIENESTAR CIENCIA SOCIEDAD
Cuando una cosa depende de otra, uno se siente tentado a decir que están correlacionadas. Pero esa apreciación no siempre es correcta. Por ejemplo, la cantidad de muertes por accidentes automovilísticos podría ir pareja a la cantidad de alcohol que se vende en un país, pero eso no indica que haya un vínculo (es decir, una correlación) entre una y otra.
Si así fuese se podría decir que las vacunas son las responsables del cambio climático. Por una razón muy sencilla: los efectos del cambio climático han ido empeorando y agravándose al mismo ritmo que se han incorporado nuevas vacunas a los calendarios de salud; de hecho, los efectos del clima han aumentado al mismo ritmo que la cantidad de personas vacunadas en el mundo.
Mientras usted se recupera de estas estúpidas aseveraciones, tenga la seguridad de que detrás de la gran mayoría de los efectos nocivos achacados a las vacunas, solo existen coincidencias, en el tiempo y en el espacio.
Si alguien enferma por horas, días o semanas, después de recibir una vacuna, todo el mundo estará de acuerdo en que es probable o cuando menos posible, que ambos eventos estén correlacionados, aunque no exista ninguna posibilidad de que ocurra de esa manera.
Es como si una persona que ganara el Premio Mayor de la lotería después de ser vacunada, saliera a decir que existe una conexión entre una cosa y la otra.
En la vida real, discernir si una vacuna es la responsable de un efecto adverso —que los hay, aunque poco frecuentes— puede resultar muy complicado de responder, incluso para los expertos que trabajan en ese campo.
Es el caso de aquellos que defienden que las vacunas son las responsables de causar el autismo, un mal que ha estado en aumento en los últimos años. De hecho, el recelo frente a las vacunas se ha convertido en un problema de los países ricos y sanos.
Pero hay casos en que está muy claro si hay o no relación entre una cosa y la otra. Y uno de ellos es precisamente el autismo. No existe ninguna relación entre las vacunas y el autismo. Las vacunas no son las responsables del autismo.
¡Ojalá que lo fuesen! Porque entonces habríamos identificado el origen del problema y podríamos ponerle remedio.
Los trastornos del espectro autista constituyen un problema de salud grave y, de hecho, se ha observado un incremento significativo de su prevalencia. Pero hasta el día de hoy los especialistas desconocen el origen del autismo.
Muchos individuos que juegan con el dolor y la impotencia de las familias que tienen un niño autista, ofrecen falsas esperanzas, basándose en teorías y en remedios alternativos.
Algunas veces estos timos se basan en la homeopatía, la magia y los remedios supuestamente ‘naturales’. Otras veces son más elaborados y difíciles de destapar, como el timo que montó hace algunos años el médico británico Andrew Wakefield, quien ‘demostró’ que había una correlación entre las vacunas y el autismo.
Este parricida, inhabilitado de por vida y responsable de la muerte de decenas de miles de niños en el mundo, inventó un trabajo de investigación que disfrazó de informe científico, y logró publicar en las páginas de una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo. En esa publicación Wakefield correlacionó un problema sin causa identificada (el autismo) con un elemento muy prestigiado y poderoso de la Medicina (las vacunas infantiles).
Con una aseveración de tanto peso como la publicada en
(de la que después se retractó), Wakefield montó una trama para lucrar a costa del sufrimiento de muchas familias y del dinero de las grandes compañías farmacéuticas.
Sin embargo, después de estudiar más de 90 mil niños, no se encontró ninguna correlación entre el autismo y las vacunas, y ni siquiera entre hermanos de niños con autismo.
Incluso se constató que los datos que inicialmente se habían publicado estaban falseados. Aun así, tras haber sido inhabilitado y desautorizado científicamente, Wakefield todavía tiene seguidores, como supuesto mártir de la causa antivacunas…(pero claro, hasta el famoso asesino Charles Manson tiene sus fans).
Las vacunas son un tema de conversación en el que todo el mundo se siente capacitado para opinar, sobre todo en las reuniones familiares. El problema comienza cuando usted regresa a casa con el pensamiento de no volver a vacunar a sus hijos pequeños para evitar que desarrollen el autismo o que una vacuna les vaya a provocar algún tipo de problema.
No vacunar es una decisión que, lejos de lo que las personas creen, conlleva riesgos reales. Los medios de información reportaron recientemente los casos del niño de Cataluña con difteria, de la niña de Manresa con meningitis C, y de la chica portuguesa con sarampión... Tres ejemplos de muertes evitables, con el agravante de acontecer en lugares donde ya no deberían verse esas enfermedades, porque tienen las vacunas contra ellas y porque esas vacunas son seguras y gratuitas.
Las vacunas son un tema de conversación en el que todo el mundo se siente capacitado para opinar y tomar decisiones. El problema es que cuando este tema se saca del chateo entre amigos y se lleva a los medios de difusión, las consecuencias son diferentes.
En fin, siempre hay alguien dispuesto a reabrir el debate sobre la vacunación. Pero seamos claros: cuando un padre decide no vacunar a sus hijos, quisiéramos entender que lo hace ‘creyendo que es lo mejor’. Pero cuando un niño muere de una enfermedad evitable con una vacuna, ni el tuitero, ni el bloguero, ni el homeópata, ni el locutor de turno, que difundieron puntos de vista equivocados sobre las vacunas, se harán responsables de lo que suceda.