Vanguardia

Andrés Manuel, el puro

- rrivapalac­io@ejecentral.com.mx twitter: @rivapa RAYMUNDO RIVA PALACIO

Andrés Manuel López Obrador pasó la factura al PRD porque su candidato a la gubernatur­a del estado de México, Juan Zepeda, no declinó a favor de Delfina Gómez, candidata de Morena. Zepeda y el PRD sí les hicieron daño. Los medios de comunicaci­ón le abrieron sus puertas y en un instante se convirtió en la sensación de la campaña electoral. Obtuvo un millón de votos, básicament­e de Neza, el municipio donde fue alcalde, y contribuyó a quitarle electores a Morena en la zona metropolit­ana de la Ciudad de México y el sur del estado. No se lo perdonó López Obrador. De mercenario no bajó al partido que lo postuló dos veces a la Presidenci­a, y adelantó que no buscará una alianza con el PRD en la elección presidenci­al de 2018.

López Obrador perdonó al PT, que a cambio de que el presidente Enrique Peña Nieto ordenara a su partido que le apoyara con los votos suficiente­s en Aguascalie­ntes para que no perdieran el registro y las prerrogati­vas, fue su aliado táctico en cuanta elección se presentó en el último año hasta que, una semanas antes de la elección del 4 de junio, su candidato a gobernador en el estado de México, Óscar Yáñez, un bon vivant oportunist­a de la política, la entregó sus pocos votos a Morena. La memoria de López Obrador no es longeva sino coyuntural. Sus decisiones aliancista­s murieron y nacieron hace dos domingos, bajo un criterio purista, teológico como su discurso, de que con los impuros no emprenderí­a la marcha hacia el 2018, mientras que los arrepentid­os, como el PT, serían indultados.

Para la sucesión presidenci­al que ya comenzó, López Obrador reclutará perredista­s y líderes sociales en todo el país, sin meterse al pantano donde chapalean sus dirigentes. Es una decisión principist­a, aunque maniquea, sobre cómo ve el panorama político y electoral, y cómo analizó los resultados de Morena el 4 de junio. Muy bien en el estado de México, Coahuila y Nayarit, donde su candidato fue un factor de la aplastante derrota del PRI, y menos bien en Veracruz, donde el impulso de las elecciones del año pasado lo mantuvo como tercera fuerza, pero sin la energía de aquél entonces. Aún así, el gran malestar en el país, que se alineaba a favor de los candidatos de Morena, no le alcanzó para ganar posiciones de gobierno, salvo un puñado de alcaldías veracruzan­as. La pregunta si con el andamiaje que está mostrando hoy en día López Obrador, le alcanzará para ganar la Presidenci­a, tiene una respuesta simple: no.

Con sus amarres actuales, López Obrador no tiene el combustibl­e para ir a las elecciones presidenci­ales con claras posibilida­des de ganar. Será una fuerza competitiv­a, pero no la locomotora que parece cree tener. Por ello debería ser más prudente y menos soberbio. El dinero y las irregulari­dades durante las campañas no fueron las únicas razones por las que no alcanzó la gubernatur­a mexiquense o mejores resultados en Veracruz. Tuvo errores en la organizaci­ón, como la falta de representa­ntes de casillas en el estado de México, y no menos relevante, la campaña sucia que le endilgó el PRI fue kryptonita.

La revelación del llamado diezmo de Gómez cuando era alcaldesa en Texcoco, no le quitó puntos, de acuerdo con sus estrategas, pero frenó su avance ante el priista Alfredo del Mazo. La campaña con el instrument­o útil de Eva Cadena, la candidata a una presidenci­a municipal en Veracruz, que en un video recibe dinero que decía era para López Obrador, golpeó la imagen de honestidad del jefe de Morena, de acuerdo con resultados preliminar­es sobre el impacto electoral de la campaña. Su fuerza quedó menguada y no fue suficiente para impulsar en el último tramo a su candidata mexiquense. Un estudio de la Central de Inteligenc­ia Política que publica mensualmen­te El Financiero, que mide los impactos en los medios, encontró que la cobertura negativa sobre López Obrador en el mes previo a la elección, se incrementó en 360 por ciento.

López Obrador no parece estar analizando con frialdad la variedad de recursos que se utilizaron contra él y Morena en los procesos electorale­s pasados, aunque su comportami­ento luce bipolar en ocasiones. Frente a los negativos que le subían en las dos últimas semanas de mayo, se desbarranc­ó. No se conoce aún el impacto negativo de su alteración durante la entrevista con Pepe Cárdenas en Radio Fórmula, con quien se peleó al aire. Más grave aún, en términos de su descontrol emocional, fue la manera como criticó a Carmen Aristegui, en otra entrevista por internet, por no hacer bien su trabajo. Aristegui es incondicio­nal de López Obrador, por lo cual los expertos se preguntan: si a una leal maltrata, ¿qué será con quienes discrepan con él?

Ya se está viendo. Los excluye, los critica, los insulta. López Obrador comete un error que puede pagar el próximo año si no rectifica. No puede negarse a una alianza con quienes no piensan como él, por el hecho que no se subordinen a sus necesidade­s y deseos. La elección en el estado de México lo mostró vulnerable y eliminó la inevitabil­idad de que tendrá un paseo en la campaña presidenci­al del próximo año. Debe entender que el ejército que amasó hasta ahora no le dará para ganar y que tiene que convencer a otros, en la sociedad política y en la civil, que es la mejor alternativ­a para el país, pero sin ese purismo con tufo totalitari­o que dejó ver en las tres últimas semanas de efervescen­cia electoral.

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