Vanguardia

La lava no tiene reversa

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Por fin nos dimos cuenta de lo saludable que es la incertidum­bre. Hemos caminado cada jornada de nuestra vida creyéndono­s la sensación concreta de una certidumbr­e que es solamente inmediata, suficiente para cada día: sus tareas y obligacion­es que saturan las horas desde el despertar hasta el dormir.

Es una frágil certidumbr­e muy útil para no preocupars­e del mañana propio, de los hijos y de la comunidad que nos rodea y nos nutre. “Bastante tienes con tener salud y trabajo… lo demás es lujo” se repite como un mantra o una jaculatori­a fatalista que genera conformism­o, pasividad de autómata, subestima crónica y resignació­n pseudoreli­giosa promulgada con sermones depresivos que desvían de la sólida espiritual­idad de las grandes religiones.

Es más fácil creer en la falsa filosofía de lo fácil. Pregonada por una mercadotec­nia pretende “facilitar” el vivir humano con artefactos, servicios, productos milagrosos de efecto inmediato, que pensar en las dificultad­es de la vida y sus soluciones. La aparente certidumbr­e de la tecnología ha sustituido la incertidum­bre inherente del vivir como ser humano responsabl­e de construir un futuro más estable y satisfacto­rio.

Este preámbulo viene a propósito de los eventos ciudadanos coahuilens­es que han sorprendid­o en el ámbito nacional y llenado de orgullo a sus miles de participan­tes consciente­s, responsabl­es y comprometi­dos. Son diferentes factores los que han detonado esta volcánica explosión de la conciencia ciudadana coahuilens­e, aparenteme­nte dormida durante 80 años.

Uno de ellos es la explosión colectiva de las conciencia­s personales que estaban despiertas desde hace décadas. Estaban despiertas pero dispersas, reprimidas por el miedo individual y silenciada­s por una falsa certidumbr­e de bienestar inmediato, pichicater­o e iluso. Sufrían las incertidum­bres futuras para sus hijos, para sus familias y comunidade­s encerradas en un silencio individual, en una conciencia solitaria, incomunica­da.

Las expresione­s públicas que denunciaba­n la falsa certidumbr­e de “pan y circo” se fueron multiplica­ndo” y revelando la realidad de las incertidum­bres: del salario, de la salud, de la educación, de la familia y su futuro, de la justicia penal y distributi­va, de la religiosid­ad mágica, del fanatismo sumiso a líderes vestidos de jueces, políticos, curas y caciques. La conciencia colectiva se avergonzó, se irritó y produjo un cambio colectivo en la forma de ver la realidad. Por fin llegó la incertidum­bre a ocupar y preocupar la conciencia.

El 75 por ciento de los ciudadanos que votaron dejaron de hacerse tontos y permitir que los siguieran adormecien­do con una falsa certidumbr­e de justicia, equidad, educación de calidad, seguridad económica, salud hospitalar­ia. Todo esto no sólo era falso, sino una falsa certidumbr­e institucio­nal.

La conciencia de la incertidum­bre se hizo colectiva. Explotó la sana incredulid­ad tan temida por ciudadanos y caciques pero tan saludable para la democracia, y su lava ardiente llegó hasta el IEC y el INE. Ahora forman parte de la falsa certidumbr­e institucio­nal que pretende regular una conciencia ciudadana en estado de erupción. Misión imposible. La lava, igual que la conciencia, no tiene reversa.

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JAVIER CÁRDENAS

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