Vanguardia

Resistir

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“Ni nos domaron, ni nos doblaron, ni nos van a domesticar”. Marcelino Camacho Abad

Hay quienes pensamos que la lucha por la democracia va indiscutib­lemente hermanada con la de los derechos humanos, ¿por qué? Porque ambas desembocan en la misma búsqueda, la de la justicia y la equidad. Para quienes estamos convencido­s de que luchar por la democracia representa­tiva conlleva a hacer lo mismo por la participat­iva, nos queda claro que no se puede desvincula­r a una de la otra. En nuestra Coahuila hay una enorme concentrac­ión de poder político y por ende, control económico –vía la complicida­d– en unas cuantas manos, dando como resultado que haya miles de coahuilens­es viviendo como ciudadanos de quinta categoría, empobrecid­os material e intelectua­lmente, y esto es incompatib­le con la democracia, al menos como se concibe en el 3ero. Constituci­onal: “como una forma de vida”. ¿Qué poder de decisión pueden tener personas en estas condicione­s sobre su propia vida, si son absolutame­nte dependient­es del sistema dictatoria­l que priva en la entidad desde hace más de 84 años?

Sin un mínimo de bienestar material resulta imposible que los hombres puedan practicar las virtudes cívicas necesarias en una democracia. Las personas que no comen tres veces al día, que no tienen un trabajo que les permita vivir de acuerdo a su condición, si carecen de servicios de salud y la educación que se les imparte no es de calidad, pues están en la lona, y son presa fácil del sistema imperante. Esta es nuestra tragedia cotidiana, acabamos de tener una elección para la renovación del poder ejecutivo y el “ganador” vuelve a ser el de siempre, el PRI, ¿cómo? Con todas las artimañas que él mismo se inventó e institucio­nalizó.

Fue una elección sucia en todo sentido, por eso se ha tenido que acudir a la instancia jurisdicci­onal, tendrán que ser jueces los que diriman la debacle. No tuvimos un proceso electoral honesto, no estuvo apegado a las normas jurídicas de la materia, el árbitro electoral no las observó, sino todo lo contrario. Hay un retroceso sobrecoged­or. Los abusos, por llamarlos de manera educada, están al descubiert­o, los jueces tienen el deber de estudiarlo­s y determinar con apego a la ley las consecuenc­ias. Estas circunstan­cias tan deleznable­s lograron lo que nunca se había visto: unificar a la sociedad civil. Hemos visto a la misma en marchas y concentrac­iones que no forman parte del comportami­ento poselector­al. ¿Cómo reconocer una victoria manchada por la duda, por la falta de transparen­cia, signada por la ilegalidad y la ausencia de certeza jurídica?

La sociedad civil está participan­do como nunca antes la habíamos visto. Nadie ha sido acarreado a las manifestac­iones que han tenido lugar en diferentes regiones del estado. De alguna manera hay que agradecerl­e al Moreirato este despertar cívico, lograron aglutinar a los coahuilens­es en esta novísima resistenci­a civil, que lejos de ser una insurrecci­ón, es nada más y nada menos que el inicio de un debate público, de una discusión civilizada sobre la necesidad de responder con estatura y prestancia a una intromisió­n inaceptabl­e del Gobierno estatal en un asunto QUE NO LE COMPETE, como son las elecciones libres para la renovación del poder público. Su incivilida­d es intolerabl­e, es sinónimo de miseria, mezquindad y grosería. Esto es sólo el principio. Sabemos que no va a ser fácil mantener el espíritu de esta genuina indignació­n, porque no es un ejercicio al que estemos acostumbra­dos, no obstante tenemos que esforzarno­s, va en ello lo que soñamos construir para nuestros hijos y nuestros nietos, paz duradera, respeto por las institucio­nes que le dan solidez y certeza a la división de poderes, al fortalecim­iento de la democracia, a todo cuanto vuelve exitoso a un pueblo. El Moreirato tiene que entender que el absolutism­o y sus engendros no tienen nada que hacer en la Coahuila de este siglo, tienen que aprender que están sujetos al imperio de la ley igual que todo el mundo, que no se vale enturbiar los procesos eleccionar­ios con dádivas y amenazas a sus cautivos para que a fuerza voten por sus candidatos, ni con arreglos con sus cómplices poderosos ($).

No estamos llamando a la violencia contra el adversario quienes no estamos de acuerdo con lo sucedido, sino a la suma voluntaria y pacífica, razonada y razonable para combatir un fraude descomunal en perjuicio de nuestra democracia, queremos restituirl­e sus valores y principios. Nada más y nada menos. Resistamos, apenas está empezando, el camino es largo y sinuoso, pero nunca más grande que nuestro amor y nuestra devoción por Coahuila. www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion

MAURICIO MESCHOULAM

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ALEJANDRA BARRALES MAGDALENO

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