A FLOR DE PIEL
Convertirse en un ser humano excepcional es una decisión personal, jamás imputable al resto de los semejantes y menos al entorno en el que se vive
“Me siento un privilegiado y creo que me han ayudado una serie de cosas: primero, que yo mismo lo he tenido muy claro y que mis padres me han ayudado infinitamente, han confiado en mis capacidades y me han apoyado siempre, (…) considerándome normal en todo y sin hacer diferencias con mis demás hermanos”.
Estas son las palabras de Pablo Pineda, joven español que es ejemplo de valor al haber superado todas las barreras encontradas por las personas afectadas con el síndrome de Down. Se trata de la primera persona con este síndrome en obtener un título universitario en el mundo (licenciado en psicopedagogía), rompiendo así con todos los mitos que rodean a este síndrome.
Pablo defiende la normalidad de todas las personas con capacidades diferentes (mal llamadas discapacitadas) y trabaja para que todas las personas con síndrome de Down formen parte de la sociedad de manera normal (como justamente debería de ser).
En 2013, Pablo publicó su libro “El reto de Aprender” en el cual reflexiona sobre la educación bajo su propia experiencia; además, transmite los valores que le inculcaron sus padres, mismos que le han permitido enfrentar sus propios retos, en sus propias palabras: “lucho contra el paternalismo y la sobreprotección de algunos padres, algo que hace a los niños dependientes. Esa actitud tiene muchos inconvenientes, porque no enseña a los niños a enfrentarse a sus problemas e intentar buscar salida a ellos”. (https://www.youtube.com/ watch?v=nohtlvrhwbe&t=273s) (http://www.youtube.com/ watch?v=so1y6_atmii)
LA CLAVE
¿Cuál es la clave de la sorprendente superación de Pablo? Una sola palabra: Coraje. Un vocablo asumido y practicado millones de veces, durante miles de horas.
Pablo, como miles de personas con capacidades diferentes, representa una maravillosa victoria. Así es, Pablo, el supuesto improductivo, el predestinado a vivir una existencia limitada, es testimonio admirado y símbolo de esperanza. Y él todo lo construyó con esa maravillosa trinidad que forja a las personas fuera de serie: fe, tenacidad y alegría; la única varita mágica que existe en este mundo.
Personalmente, estoy en contacto con jóvenes que emprenden su sueños con pasión extraordinaria; muchachos con voluntad y persistencia que han deicidio mirar hacia arriba. Jóvenes decididos que andan por la vida regalando esperanza y aceptando el riesgo que implica emprender sus sueños.
CUANDO…
Muchas veces pensamos que la sociedad genera influencia y actitudes que son perniciosos para los jóvenes; por ejemplo, cuando un joven cae en el despeñadero de las drogas, cuando un grupo de muchachos sufre un fatal accidente a consecuencia del alcohol, cuando un hijo huye de casa sin dejar paradero, cuando un estudiante fracasa en la escuela, cuando un grupo de jóvenes se violenta en contra de sus propias comunidades, escuelas, compañeros y maestros, entonces decimos: esto es provocado por la descomposición social. Sin embargo, considero apropiado observar que también existe el otro extremo. Es decir, cuando un muchacho destaca en alguna actividad a fuerza propia, cuando un joven se convierte en testimonio para los demás, entonces decimos: esa persona es admirable, pues realmente ha llegado a ser quien es, gracias a su propio desvelo, gracias a que dejó su piel en las rocas que poblaban las pendientes de la montaña que escaló.
TRIUNFO PERSONAL
En estos casos liberamos a ese joven del yugo y la influencia comunitaria, inmediatamente olvidamos las atrocidades que el sistema social –y educativo– pudo haberle ocasionado. ¡Oh sí! En estos lances, casualmente, no hay villanos colectivos, anónimos; solamente héroes, líderes, con nombre y apellidos propios (como Pablo). Por eso sostengo: los jóvenes pueden llegar lejísimos si tienen las agallas de posar su mirada en excelsos ideales y levantar las mangas de sus camisas para hacer que las cosas sucedan, si evitan abandonarse en el engaño, en el embaucamiento de pensar que lo que son es consecuencia de la sociedad, de lo establecido, de la suerte, de los horóscopos o de otros tantos absurdos.
PELIGROSO ENGAÑO
En general llevamos una existencia materialista, egoísta y competitiva, con un ritmo de vida frenética y estresante que impide comprender que las cosas significativas, aquellas que valen la pena, no pueden verse ni tocarse, sólo intuirse y sentirse.
Este engaño impide comprender que, si bien generalmente no somos responsables de infinidad de situaciones que vivimos, sí somos, en definitiva, dueños de las respuestas que a la vida damos, responsables de las respuestas que le damos a las situaciones que enfrentamos.
Charles de Gaulle acertó al decir “nunca se conseguirá nada grande sin hombres grandes, y los hombres grandes sólo son grandes si están decididos a serlo”. Es decir, las actitudes son más poderosas que las adversidades.
Por tanto, es comprensible que convertirse en un joven excepcional es una decisión personal, jamás imputable al resto de los semejantes y menos al entorno en donde se vive, ni tampoco a los impedimentos o discapacidades físicas, tal como Pablo lo hace saber al mundo.
De la misma manera, convertirse en una persona egoísta, infeliz, fracasada, improductiva, llorona o quejumbrosa, es –y será– una elección individual.
ARDUA TAREA
Quizá la tarea más difícil del ser humano es aprender a ser único, a ser uno mismo. Así pues, es necesario reconocer que esta labor se inicia comprendiendo que los humanos, individualmente, ya somos singulares y notables por el simple hecho de ser personas únicas e irrepetibles; por tanto, sólo requerimos descubrir nuestra misión existencial y saber que, inevitablemente, de tiempo en tiempo, habremos de padecer y sufrir, pero siempre teniendo la fe que en esas jornadas penosas contaremos, permanentemente, con un sostén divino.
UN ANCHO HUECO
Vivir joven es como acabar de nacer. Existir en el asombro como seres recién estrenados. Porque sólo así se goza el milagro del sabor de naranja, de la belleza de ese cielo que poco contemplamos.
Vivir joven es existir en el presente. No hay manera de ser felices, sino siéndolo hoy. La fuga al pasado o al futuro es sólo eso: inútil fuga.
Martin Descalzo comenta que en el mundo hay dos clases de personas: los que valen por lo que son y los que sólo valen por los cargos o las posiciones que en la vida ocupan.
Los primeros están llenos; tienen el alma rebosante. Pueden ocupar o no puestos “importantes”, pero nada ganan realmente cuando entran en ellos y nada pierden al abandonarlos. Y el día que mueren dejan un ancho hueco en el mundo y en los corazones de las personas que los conocieron.
Los segundos, están repletos como una percha que nada vale si no se le cuelga encima vestidos y abrigos. Empiezan no sólo a brillar, sino a existir, sólo cuando los nombran catedráticos, embajadores o ministros y regresan a la inexistencia el día que pierden esos tratamientos y títulos pero el día que mueren, lejos de dejar un hueco en el mundo o en los corazones de sus conocidos, se limitan a ocuparlo en un cementerio.
Los jóvenes que van tras sus sueños conforman la primera clase de personas; los mediocres y aburridos, la segunda. Los primeros son generosos, los segundos egoístas, ciegos.
MIRAR AL CIELO
Disreali acertadamente sentenció: “el hombre no es la criatura de las circunstancias, sino las circunstancias son las criaturas de los hombres”. En definitiva, veo en cada joven la posibilidad de crear circunstancias, de conquistar y desarrollar inéditas realidades.
Tener fe en esta posibilidad, como un fenómeno social y no como una realidad excepcional o marginal, es contar con una fe racional basada en la comprensión de la naturaleza del ser humano. Y es esta fe la que hoy requiere México.
Insisto: sólo basta observar a esos jóvenes –y no tan jóvenes– que viven con el alma desbordada, que se dedican a construir y a trabajar apasionadamente, me refiero a esas extraordinarias personas que, silenciosamente, están cambiando al mundo; a esos seres humanos que jamás se rinden, precisamente como Pablo y tantas otras personas con capacidades diferentes que llevan el emprendimiento y la esperanza a flor de piel.
Nunca se conseguirá nada grande sin hombres grandes, y los hombres grandes sólo son grandes si están decididos a serlo”. Charles de Gaulle, político y escritor francés.