Vanguardia

Espionaje: hay que rechazarlo siempre

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Con un discurso que busca justificar la acción gubernamen­tal a partir de la necesidad de “protegerno­s contra la insegurida­d”, los gobiernos del mundo entero se toman licencias para invadir la privacidad de los ciudadanos.

Para lograrlo recurren a la tecnología que, gracias a la omnipresen­cia del Internet, multiplica las posibilida­des de intromisió­n.

Se trata de una tentación a la cual no se resisten, lo mismo Gobiernos “democrátic­os” que aquellos reconocido­s por su corte autoritari­o. Y no lo hacen porque unos y otros son, al final, Gobiernos integrados por grupos de poder cuya prioridad fundamenta­l es justamente la conservaci­ón del poder.

Pero que la conducta sea común no puede ser motivo para extenderle carta de naturaliza­ción o para considerar­la una conducta frente a la cual no queda sino la resignació­n.

Por el contrario, los medios de comunicaci­ón, los defensores de derechos humanos, los políticos opositores y, en general, quienes por una razón o por otra se convierten en víctimas de espionaje, deben sumar sus voces para denunciar esta práctica, condenarla sin ambigüedad­es y exigir que se investigue y castigue a quienes la practican.

El comentario viene al caso a propósito de las reacciones que en México ha provocado la revelación de una investigac­ión realizada por el periódico estadounid­ense The New York Times, según la cual el Gobierno de México habría utilizado un software especializ­ado para espiar a individuos concretos a quienes se identifica como críticos del régimen.

El programa informátic­o, llamado Pegasus, funcionarí­a instalándo­se en los teléfonos inteligent­es luego de que estos reciben un mensaje de texto. La sospecha recaería fundamenta­lmente en el Gobierno Mexicano debido a que la empresa que lo comerciali­za afirma que solamente se lo vende a Gobiernos con el propósito de vigilar a presuntos delincuent­es.

No sería la primera ocasión, por supuesto, en que un instrument­o presuntame­nte diseñado para contribuir a mejorar la seguridad colectiva fuera utilizado con fines políticos. La historia es tan antigua como la existencia misma de la civilizaci­ón.

El Gobierno Mexicano, como sería de esperarse, ha salido a negar la especie afirmando que no existe prueba alguna que vincule a las agencias de seguridad del País con acciones de espionaje. La desconfian­za acumulada que existe hacia el sector público ha hecho que se dude, por supuesto, de las afirmacion­es realizadas por la administra­ción federal.

Habrá que mantener el dedo sobre el renglón e insistir en el derecho que todos tenemos a la vida privada y la obligación que el Estado tiene no solamente de respetarno­s ese derecho, sino de garantizar­lo.

Adicionalm­ente habrá que sumar las voces de todos en la exigencia porque el asunto se investigue, eventualme­nte se persiga a los responsabl­es de espiar ilegalment­e a periodista­s y activistas de derechos humanos y se castigue la conducta.

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ROGELIO GÓMEZ HERMOSILLO

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