HACEN EL BIEN SIN MIRAR A QUIÉN
Que hermosa gente la del
campo y, sin mucho afán de particularizar, diré que la del campo coahuilense.
Gente hospitalaria, sencilla, amable, sonriente, caritativa, porque a pesar de tener poco, da todo lo que tiene.
Incontables veces en mis travesías por algún ejido, rancho, comunidad o congregación, me he sentado a comer a la mesa de esas gentes alejadas de la civilización y el progreso, porque ellos me han invitado.
Me han abierto las puertas de su casa y de su corazón, y de corazón yo he aceptado compartir el pan y la sal con ellas.
Que una sopita ranchera, que unos taquitos de papa, con tortilla de nixtamal recién hechas, que unos frijolitos de la olla, y me han sabido a gloria.
Me invitan y nunca digo que no, cuando por casualidad llego a una ranchería escurriendo de sudor, con la piel tostada, agotado de buscar buenas historias, como un loco, como judío errante.
Lindos recuerdos, entra-
ñables recuerdos, tengo de esa gente, que hace el bien sin mirar a quién y no temen de meter en su casa a un caminante desconocido.
“Cuando se le ofrezca, aquí tiene sus casa”, me dicen y no es de dientes pa fuera, estoy seguro.
Conocer, convivir, saludar, charlar, con la gente de campo es lo más bonito que me ha pasado en la vida y no creo que ningún político pueda jactarse de tener tantos amigos en el campo, porque, para empezar, a ellos no les gusta aterrarse los zapatos y eso todo mundo lo sabe.
Al campo nomás van, y muy a güevo, en época de votaciones, después se olvidan
Entra uno en casa de estas gentes humildes del campo y se siente uno como en familia, deveras, porque así te hacen sentir.
Gente ávida de que la escuchen, de contar sus cuitas y sus alegrías.
Me gusta la gente del campo y el campo, que habla sin tapujos, sin dobleces, sin medias tintas.
Qué diferente la gente de la ciudad: desconfiada, huraña, malhumorienta, sin generalizar, claro, porque no son todos.
Pero ah qué bonita la gente del campo y cuando esté yo viejo, ¿más?, me gustaría irme a vivir al campo y morirme allá.
Morirme allá…