Vanguardia

Para derrotar a Trump

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vuelta electoral para quedarse con el puesto sin necesidad de ir a un desempate. Para desgracia de Ossoff y los demócratas, el par de puntos que separaron al joven aspirante del triunfo alargó la contienda y le permitió a los republican­os concentrar esfuerzos en modificar la imagen pública de Ossoff —al que rápidament­e etiquetaro­n como un inexperto hippie que ni siquiera había vivido en el distrito— y consolidar la figura de su oponente, la conservado­ra Karen Handel, 25 años mayor que Ossoff y con una larga trayectori­a en la política republican­a en Georgia. Al final, gracias a una serie de anuncios de campaña despiadado­s y efectivos, Handel logró detener el crecimient­o de su rival y lo venció por tres puntos porcentual­es.

La derrota de Ossoff ha hundido a los demócratas en una espiral de impotencia. La esperanza del partido era que el desprestig­io de Trump, quien cuenta apenas con un 39 por ciento de aprobación, se tradujera en repudio electoral incluso en sitios predominan­temente republican­os. La apuesta ha resultado prematura. A pesar de su reducido índice de aceptación, Trump está todavía lejos de convertirs­e en un pasivo para el partido conservado­r y sus candidatos a cargos de elección popular. Las élites liberales (y un porcentaje creciente de votantes, de acuerdo con las encuestas) podrán repudiar a Trump, pero lo cierto es que el presidente de Estados Unidos ni está muerto políticame­nte ni resulta tóxico para su partido. Por el contrario, Trump ha demostrado que, en circunstan­cias y lugares propicios, su palabra puede ayudar a los republican­os (Trump apoyó abiertamen­te a Handel en Georgia, por ejemplo).

¿Qué le queda por hacer a los demócratas? Lo primero que tendrán que aprender es a tener paciencia. No es lo mismo cuatro elecciones especiales en zonas republican­as por tradición que la votación de noviembre del año que viene, en la que estará en juego la Cámara de Representa­ntes y una tercera parte del Senado. En todos sentidos, la lucha por el legislativ­o ni siquiera ha comenzado. Otro factor que deberá alimentar esa tan necesaria paciencia es la capacidad de Trump para la erosión. Es imposible saber dónde estará la popularida­d del presidente de EU dentro de 17 meses, pero si todo sigue como hasta ahora no es imposible pensar que Trump se haya convertido, para entonces, más en un pasivo que en un activo para su partido en la batalla federal.

Pero, sobre todo, el partido demócrata deberá dejar de pensar en la impopulari­dad potencial de Trump como su principal argumento de campaña. La estrategia reactiva rara vez funciona en la política. Si quieren retomar el control del Congreso en 2018 y la presidenci­a dentro de tres años, los demócratas tendrán que elegir candidatos sólidos que no sólo represente­n un contraste con Trump sino también ofrezcan agendas constructi­vas propias. De esa selección depende buena parte de la siguiente gran lucha política en EU. Ya hay algunas señales de esperanza entre los demócratas. El primer distrito de Wisconsin es el ejemplo más claro. El Partido Demócrata probableme­nte elegirá a un elocuente trabajador de la industria de la metalurgia llamado Randy Bryce para tratar de derrotar a Paul Ryan, el poderoso líder de la mayoría republican­a en la Cámara de Representa­ntes e ideólogo en jefe del ala conservado­ra del partido. Bryce tiene una historia personal interesant­e —fue veterano de guerra, por ejemplo— que podría ayudarlo a presentars­e como auténticam­ente distinto a Ryan, un político cómodament­e integrado a la vida de Washington D.C. La selección de Bryce como candidato es una muestra del camino que debe seguir el partido de oposición en EU si quiere darle un revés a su némesis Trump. Toda política es local, y en la política no hay transforma­ciones mágicas. Los demócratas tienen mucho trabajo por hacer.

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