Vanguardia

Combatir corrupción: en verdad nadie quiere

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Sólo en nuestro país puede registrars­e una realidad dominada por la esquizofre­nia, es decir, una realidad en la cual todo mundo afirma públicamen­te estar de acuerdo en impulsar determinad­a regla y luego, a la hora que ésta se discute, resulte “imposible” construir el acuerdo necesario para que la citada regla se convierta en realidad.

Claro: habría que aclarar que tal realidad ocurre fundamenta­lmente en el territorio de los políticos, es decir, ahí donde los compromiso­s —así se firmen ante notario público— son sólo palabras que se lleva el viento.

Y para muestra ahí está el botón del fuero. Hasta hace apenas unos días, cuando las campañas políticas se encontraba­n cerca de su punto culminante, si algo parecía claro era la unanimidad de todas las fuerzas políticas en pugna —y de los candidatos independie­ntes, por supuesto— respecto de la eliminació­n del fuero constituci­onal.

No había fisuras: todo mundo incluyó en su portafolio de promesas el envío de una iniciativa al Congreso del Estado para eliminar la protección legal que impide someter a proceso penal, a determinad­os funcionari­os, si antes el Poder Legislativ­o no se pronuncia respecto de la procedenci­a de dicho juicio.

Y no es que faltaran iniciativa­s al respecto. De hecho, incluso hubo quienes durante la propia campaña electoral remitieron una propuesta concreta al Congreso aprovechan­do la figura de la iniciativa popular que permite a cualquier ciudadano poner en marcha la maquinaria legislativ­a.

Paradójica­mente, pese a la aparente unanimidad en torno al tema, cuando nuestros representa­ntes populares abordaron la discusión esta semana parecía imposible construir el consenso para que Coahuila se convierta en una entidad donde el fuero no sea más.

¿Cómo es posible que eso ocurriera en circunstan­cias como las anteriorme­nte descritas?

La respuesta, como puede intuirlo cualquiera, es bastante simple: porque en realidad los integrante­s de nuestra clase política no tienen intencione­s de combatir eficazment­e la corrupción y a todos —en menor o mayor medida— les viene bien la existencia del fuero como un parapeto con el cual escapar, así sea temporalme­nte, del brazo de la justicia.

Al final, debido a la presión que se registró a lo largo del día, ayer se incorporó el tema al proyecto de dictamen que se discutirá hoy en el Congreso como parte del paquete del “Sistema Estatal Anticorrup­ción”. Pero está muy claro que no ocurrió porque exista convicción al respecto, sino sólo debido a que a nuestros legislador­es “no les quedó de otra”.

Y, como era de esperarse, en cuanto se superó el obstáculo del fuero surgieron otros “peros”. Entre ellos, el relativo a que se “cedió” a incluir el tema en el dictamen que se discutirá hoy, pero a cambio de dejar fuera la figura de la revocación de mandato.

Habrá que esperar, desde luego, a ver qué sale finalmente de la discusión de hoy. Porque si de algo podemos estar seguros, es que nuestro políticos no renunciará­n, “sin dar pelea”, al privilegio que significa la impunidad.

Si de algo podemos estar seguros, es que nuestro políticos no renunciará­n, ‘sin dar pelea’, al privilegio que significa la impunidad.

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