El tiro por la culata
Debo iniciar confesando que tenía preparado un artículo distinto para publicar el día de hoy. Sin embargo, no pude controlar las ganas de evidenciar el nuevo engaño perpetrado por los azules. Ya habrá ocasión de presentar a mi mamá (única lectora) un breve análisis de la mal nombrada “impugnación más sustentada de la historia”, misma que está llamada a convertirse, sin duda alguna, en el “ridículo más grande de la historia”. Por lo pronto, el tema de una nueva gran mentira, ocupará este espacio.
Los panistas de Coahuila no salen de una para meterse en otra. Apenas están tratando de explicar como hicieron las operaciones matemáticas con las que dicen haber obtenido el triunfo en la pasada elección de Gobernador, cuando ya cometieron un nuevo yerro. Ayer circuló el informe referente a los mecanismos de acopio de la documentación de las casillas en los estados de Coahuila, México, Nayarit y Veracruz, elaborado por el INE. En el, se analizan los pormenores en la recolección y traslado de los paquetes electorales correspondientes a la jornada del pasado 4 de junio. Ni tardo ni perezoso, no sé si por ignorancia o “mala leche”, el representante del PAN ante el órgano electoral nacional, Álvaro Malváez, aseguró que ahora sí tenía en sus manos una contundente prueba para anular la elección en Coahuila. Todo parece indicar que el representante de la derecha ante el INE (y con él varios panistas comarcanos) se anticipó irremediablemente, al tergiversar el contenido del referido documento.
Resulta que Malváez se sacó de la manga que el informe de marras señalaba que hubo irregularidades en el traslado y entrega de más del 23% de los paquetes. Ahí empezaron los errores pintados de azul. En realidad el reporte del INE demuestra que la totalidad de los documentos electorales fue trasladada y entregada a través de los mecanismos y figuras autorizadas para tal efecto en la ley, entre los cuales se considera, además de los funcionarios de casilla, a los capacitadores auxiliares y a los supervisores del INE
Por otro lado, el mentado 23% de los paquetes que se entregaron de una forma distinta a la originalmente programada (que no mecanismo ilegal), corresponde a las tres elecciones que se llevaron a cabo en la pasada jornada. Es decir, que en esos casos en particular, los capacitadores y supervisores igual depositaron en los comités municipales y distritales los documentos relativos a las elecciones de Gobernador, que los correspondientes a las de ayuntamientos y diputados. Al respecto, recordemos que la incongruencia de los azules ha hecho que solo señalen supuestas irregularidades en la elección de gobernador. Las otras elecciones ni se las toquen; ahí, como obtuvieron buenos resultados, esas se llevaron a cabo en forma ejemplar, según sus propios dichos. La cereza en el pastel es que en ninguna parte del citado informe se habla de “irregularidades”, ni siquiera de “inconsistencias”, por lo que la “contundente” prueba quedó hecha añicos.
Aquí en confianza, frente a la circunstancia aquí narrada aplica el dicho popular que reza “nadie sabe para quién trabaja”. Tan puntual es el informe del INE al señalar que se cumple a cabalidad la ley, que el mismo PRI ayer solicitó al Tribunal Electoral local que éste fuera considerado como prueba a su favor en el juicio de nulidad, interpuesto por el PAN ante esa instancia jurisdiccional. Otro dicho: A Álvaro Malváez y correligionarios que se fueron con la finta, “les salió el tiro por la culata”. Seguramente el PRI le sacará provecho jurídico a un reporte oficial que sacaron a la luz los propios panistas. Grave; muy grave error de interpretación. En su intento por mantener “viva la llama” los representantes de la derecha coahuilense siguen tropezándose a cada paso que dan.
Dijo Armando Luna en la máxima tribuna del País: “un verdadero demócrata sabe aceptar sus derrotas”. Ahí se los dejo para la reflexión. www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion
ALBERTO BARRANCO
> Higa reta al ‘Bronco’
ANTONIO GUTERRES
> Mensaje contra el tráfico de drogas
DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS
>Sin agravios ni miedos Éste era un pulpo que sabía tocar el piano, el violín y otros instrumentos. Su entrenador quiso que aprendiera también a tocar la gaita escocesa, de modo que le puso una en su jaula. Al día siguiente le preguntó: “¿Ya aprendiste a tocar la cosa ésa?”. “¿Tocarla? —se sorprendió el octópodo—. ¡Toda la noche estuve tratando de tirármela!”… Soy víctima de la antigua frase según la cual los hombres no lloran, aforismo machista que a los niños se nos repetía una y otra vez. Me avergüenza decir que todavía hoy me avergüenzo cuando las lágrimas vienen a mis ojos. Eso es una pena: a los hombres nos sería muy útil ejercer el don del llanto y darle libre curso para bien del alma, sin los absurdos límites que impone una hombría mal entendida y peor condicionada. No quiero decir que los señores andemos por ahí regando llanto como aquel melancólico poeta que conoció Darío y del cual dijo: “Tiene fácil el sollozo”. Pero deberíamos saber llorar, cosa tan importante casi como saber reír. Confieso que me siento un poco mal cuando veo una película y se me humedece la mirada. Pocas, muy pocas, me causan ese efecto. “Verano del 42” es una de ellas. Me hace llorar lo mismo de risa que de nostálgica tristeza. Otra es –lejos estoy de ser intelectual del cine- “Lagunilla mi Barrio”. La escena en que Manolo Fábregas invita a cenar a Lucha Villa es una de las más conmovedoras que recuerdo. Otra en que de plano tengo que sacar el pañuelo es “La Gran Ilusión”, de Jean Renoir. El nombre de la cinta alude a la quimérica esperanza de fines del siglo diecinueve de que ya no habría guerras en el veinte, y al anhelo –más quimérico aún- de que algún día reinarían en el mundo la paz y la fraternidad. Díganme ustedes si esos frustrados sueños no son para llorar. Genial es ese film, el primero en formar parte de la afamada colección Criterion; la primera película extranjera en ser nominada para un Oscar, y la mejor en la historia de la cinematografía universal a juicio de Woody Allen. Ayer recordé “La Gran Ilusión” por un motivo poco cinematográfico. He aquí que Jaime Rodríguez Calderón, llamado “El Bronco”, gobernador de medio tiempo de Nuevo León, se ha convertido para los nuevoleoneses en la gran desilusión. Una serie de irrepetibles coyunturas lo llevaron a ser el primer gobernador independiente del país, con lo cual hizo historia. Sin embargo, ha desperdiciado lamentablemente el enorme capital político que sus conciudadanos le otorgaron. Su Gobierno ha sido una continua sucesión de desaciertos. Ahora se erige en una mala copia de López Obrador: condena con aires autocráticos a los medios de comunicación que lo cuestionan, y a más de anunciar que no dará respuesta a sus cuestionamientos los amenaza neciamente. A estas alturas —o bajuras— lo mejor que les podría pasar a los nuevoleoneses sería que el señor “Bronco” se lanzara en verdad a perseguir su risible pretensión de llegar a ser Presidente de México. Esa candidatura, por inviable, no pondría en riesgo a la República, pero sí libraría de muchos males a Nuevo León… Tres amigos tomaban su café en una mesa de acera, y se entretenían en calificar del uno al 10 a las chicas que pasaban. Decía uno: “7”. Decía otro: “6”. Decía el tercero: “2”. Pasaba otra y calificaba el primero: “9”. Decía el segundo: “8”. Apuntaba el tercero: “4”. Pasó una muchacha de singular belleza. Y calificaron los amigos: “10”. “10”. Y el tercero: “6”. “Oye –le dijeron los otros a éste-. Nosotros calificamos a las chicas con notas altas, y tú les pones 2, 4, o a lo mucho 6. ¿Por qué?”. Explicó el otro: “No las estoy calificando. Calculo el número de hombres que se necesitarían para quitarme de arriba de cualquiera de ellas”… FIN. Dice la gente que de un tiempo a esta parte ronda un fantasma por las habitaciones de la casa del Potrero.
Nadie lo ha visto, pero lo han visto todos. Quiero decir que todos creen haberlo visto. Se aparece cuando la noche está empezando ya a dejar de ser y cuando el día todavía no es. Va y viene por los aposentos como buscando algo que perdió y que no puede hallar.
Yo, la verdad, no creo en los fantasmas. Sin embargo, sé que existen. Muchas cosas hay en que no creo pero que ciertamente existen. (Otras hay que no existen y en las que sí creo). Me propuse por eso averiguar si el tal fantasma realmente se aparece. Anoche me mantuve despierto para esperar su llegada. Y sucedió que…
Aquí hago una pausa de suspenso. Las historias de aparecidos deben llevar siempre una pausa de suspenso.
Sucedió que el fantasma se apareció, en efecto. Vino hacia mí y me saludó: —Hola, Armando. Yo también lo saludé. Le dije: -Hola, Armando.