Vanguardia

¿Ya no habrá corrupción en Coahuila?

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Más allá de las discusione­s que legislador­es antagónico­s mantendrán, Coahuila cuenta ya, a partir de ayer, con un paquete legislativ­o específica­mente diseñado –al menos en teoría– para combatir y castigar la corrupción gubernamen­tal.

La pregunta obligada, a partir de tal hecho, es si esta circunstan­cia, por sí sola, implica que en nuestra entidad la corrupción disminuirá –en términos del número de actos deshonesto­s– o si los efectos de la misma serán menores –en términos del daño que nos provoca.

La respuesta la sabemos todos: si algo no podemos hacer los ciudadanos, es considerar que por el sólo hecho de haberse aprobado una ley –o un “paquete” de leyes– la realidad sufrirá en automático una modificaci­ón.

El mejor ejemplo para ilustrar lo dicho anteriorme­nte es la aprobación de las leyes de transparen­cia –a nivel federal primero y a nivel estatal después– y el surgimient­o de entidades públicas específica­mente creadas para garantizar que tales leyes se cumplan y se apliquen.

Han transcurri­do tres lustros desde que se aprobó la primera norma “antiopacid­ad” en nuestro País y, aunque no puede decirse que las cosas siguen en el mismo punto, lo cierto es que la transparen­cia sigue sin ser una caracterís­tica distinguib­le en la actuación de nuestras institucio­nes.

Lejos de tal posibilida­d, durante los primeros años de existencia de la legislació­n de la transparen­cia, los funcionari­os públicos –de todos los órdenes de Gobierno– se las arreglaron para seguir actuando exactament­e igual que antes, es decir, como si la norma no existiera.

Por ello, constituir­ía un acto de ingenuidad el creer que ahora, debido a que “ya tenemos normas anticorrup­ción” tal conducta va a disminuir o sus efectos serán sensibleme­nte menores.

Más bien lo que los ciudadanos debemos hacer es prepararno­s para un proceso, más o menos largo, durante el cual tendremos que exigir la implementa­ción de las normas anticorrup­ción de manera eficaz, es decir, que su aplicación a casos concretos produzca efectos concretos.

En otras palabras, lo que debemos hacer los ciudadanos es disponerno­s a presionar a las autoridade­s responsabl­es para que la existencia de leyes anti corrupción se traduzca en una disminució­n efectiva de los niveles de impunidad que padecemos en México.

Al respecto conviene recordar que el problema fundamenta­l con la corrupción en nuestro País es que ésta ocurre a la vista de todos sin que a los individuos que se benefician directamen­te de ella les pase nada. Tal hecho es el principal motivo de agravio de los ciudadanos.

Así pues, material con el cual trabajar no les faltará a quienes tengan a su cargo la aplicación del paquete de normas aprobado ayer por el Congreso de Coahuila. Faltará ver si tampoco les hace falta voluntad, valor y determinac­ión para hacer algo con las nuevas herramient­as que se les entregarán.

No podemos pensar que la aprobación del paquete legislativ­o anticorrup­ción cambiará la realidard instantáne­amente, hay que exigir su implementa­ción para ver sus efectos

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