Libros libres
‘CATÓN’ CRONISTA DE LA CIUDAD
-Y ahora, muchachas y muchachos -dije con dramático acento a los juveniles oyentes de mi conferencia-, les voy a dar la fórmula segura para el éxito. Me comprometo aquí, frente a sus padres y maestros, y si quieren les firmo el compromiso ante notario, a que aquel de ustedes que siga la fórmula que en seguida voy a dar triunfará como estudiante, tendrá éxito después como profesionista, y será además un hombre o una mujer mejor que quienes no sigan esa fórmula. Además, como si todo eso fuera poco, me comprometo también a que aquellos que sigan mi receta alejarán de sí esa sombría sombra que se llama “soledad”.
-Mi fórmula del éxito –seguí- no está en un libro que aguarda afuera para que lo compren. Tampoco se encuentra en un decálogo, o en una frase larga, o corta. Mi receta para el triunfo cabe en una palabra. Y es una palabra pequeñita: si quieres tener éxito como estudiante, triunfar después como profesionista, ser un hombre o una mujer mejor, y no sentirte nunca solo... lee. LEE. Tan buena es esa fórmula que me la copiaron para una marca de pantalón.
Añadí luego que no hay universidad ni instituto de estudios superiores que pueda enseñarles lo que por ellos mismos pueden aprender con un rato de buena lectura cada día.
-No tengo nada contra la televisión -proseguí-. La tele es como el sexo: cuando es bueno es muuuuy bueno, y cuando es malo... no es tan malo. Me inquieta, sí, el dato según el cual un adolescente mexicano típico dedica un promedio de 4 horas diarias a ver la tele o a sumirse en esos artilugios modernos: iphone, ipad, ipod, I la madre Eso es mirar la vida en una visión muchas veces falseada y mentirosa. En los buenos libros, en cambio, está el hombre en plenitud, con toda su historia de claudicaciones y espléndidas victorias, de sueños fallidos y esperanzas consumadas, de bajezas y cumbres, de amor y desamor...
Les conté que en mi biblioteca tengo dos letreros. Uno dice: “No presto libros. Esta biblioteca está hecha con libros que me han prestado a mí”. En el otro tengo inscrita una hermosa declaración de Vicente Espinel, señor a quien debemos el magnífico relato de la vida del escudero Marcos de Obregón. Nos dio además la quinta cuerda de la guitarra, y esa combinación métrica de forma tan rigurosa como la del soneto que es la décima, conocida en su honor como “espinela”. Pues bien: dijo ese glorioso español del Siglo de Oro: “Los libros hacen libre a quien los quiere bien”.
Luego sugerí a mis jóvenes oyentes que lean lo que les dé la gana. “No empiecen con los clásicos -les dije-. Al principio pueden ser muy aburridos”. Les recomendé la lectura del periódico, de alguna revista de entretenimiento, de cualquier novelita interesante... Poco a poco, les dije, sin darse cuenta, irán adquiriendo ese maravilloso vicio -el único vicio impune, dijo Borges- que es la lectura.
-Lean donde se les antoje: en el autobús, en el parque, en la sala de su casa... En cualquier parte se puede leer, hasta en una biblioteca. Lean en la cama... Y luego de una pausa estratégica rematé: -Leer es la segunda cosa mejor que en una cama puede hacerse.