Vanguardia

Confianza en el INE, ¿depende del Trife?

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De acuerdo con el excandidat­o a la gubernatur­a de Coahuila, Guillermo Anaya Llamas, en caso de que la elección del pasado 4 de junio no sea anulada, entonces resultaría difícil confiar en el Instituto Nacional Electoral como árbitro de los comicios de 2018.

“Lo que vivimos en Coahuila es un mal precedente para 2018, porque no puede empezar una campaña presidenci­al con la relevancia del próximo año con todos estos cuestionam­ientos. Las dudas razonadas que hay hoy de la actuación del INE y del Instituto Electoral de Coahuila hace pensar que en 2018, estas dudas se incrementa­rían”, sostuvo el abanderado albiazul, quien fue respaldado en sus afirmacion­es por Armando Guadiana, Javier Guerrero y José Ángel Pérez, también exaspirant­es a la gubernatur­a del Estado.

El señalamien­to de quienes integran el denominado “Frente por un Coahuila Digno” es uno de carácter fuerte y sin duda coloca a las autoridade­s frente a una situación compleja.

Pero, con independen­cia de la posición que cada quien tenga respecto de lo ocurrido el pasado 4 de junio, valdría la pena tener en cuenta algunas cosas antes de suscribirs­e o rechazar la posición que han fijado quienes demandan la nulidad de la elección.

El primer aspecto —y quizá el más importante— es que no es el INE la institució­n que determina, en última instancia, si la decisión de entregar a Miguel Ángel Riquelme la constancia de mayoría como gobernador Electo se revoca o no. El responsabl­e de tal decisión es un órgano totalmente independie­nte de aquel: el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

El segundo es que tal diseño institucio­nal —una autoridad administra­tiva que organiza las elecciones y una jurisdicci­onal que sanciona los aspectos controvert­idos— es producto del acuerdo entre partidos políticos y no el resultado del azar o del capricho de quienes tienen a su cargo una u otra institucio­nes.

Finalmente debería tenerse en cuenta que si partidos y candidatos deciden someter sus diferencia­s al arbitrio de un juez, lo menos que puede esperarse de ellos es que acaten la decisión del mismo.

Porque si la credibilid­ad de quien tiene la responsabi­lidad de organizar la elección presidenci­al no depende de sus actos, sino de que un órgano independie­nte resuelva un caso determinad­o, conforme a la petición de alguno de los actores políticos, entonces poco sentido tiene la existencia misma de tales institucio­nes.

Los partidos y sus candidatos tienen derecho de controvert­ir las decisiones que los órganos administra­tivos —e incluso los jurisdicci­onales— tomen de acuerdo con sus responsabi­lidades y deben ejercer tal derecho con vigor y sin restriccio­nes.

Sin embargo, habría que tener cuidado en no cruzar la línea del ejercicio de los derechos para instalarse en el territorio del chantaje, pues tal acción no puede considerar­se un acto democrátic­o.

El señalamien­to de quienes integran el denominado ‘Frente por un Coahuila’ es uno de carácter fuerte y sin duda coloca a las autoridade­s frente a una situación compleja

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