Vanguardia

No saben qué hacer con Felipe

- CARLOS LORET DE MOLA A.

“Un Pejelagart­o a la vez”, dijo Margarita Zavala durante una gira en Tabasco, mientras degustaba uno de estos pescados en un restaurant­e, haciendo referencia al apodo del rival a vencer en la elección presidenci­al, Andrés Manuel López Obrador, puntero en las encuestas.

Fue el primer momento simpático, suelto, de la precandida­ta presidenci­al panista en mucho tiempo. Porque últimament­e ha lucido errática, perdiendo, fallando. Si fuera futbolista, los cronistas le habrían dicho que había perdido “el toque” que se le conocía, que ya no metía goles.

Margarita Zavala arrancó con ímpetu su aspiración a obtener la candidatur­a presidenci­al del PAN y fijó la agenda en su partido y en sus adversario­s. Pero ese ímpetu se ha ido apagando, a pesar de que ella conserva la muy envidiada condición de ser la mejor posicionad­a de su partido en las encuestas de la sucesión 2018.

Empujó para que Ricardo Anaya deje la dirigencia nacional de su partido y anuncie oficialmen­te la aspiración que todo mundo sabe que tiene. No lo logró. Trató de cobrarle la derrota electoral de este 4 de junio. El asunto no prendió como se hubiera esperado. Buscó adelantar los tiempos de la elección de candidato panista a Los Pinos. Tampoco.

Anaya mantiene el control interno del partido, Moreno Valle empieza a sacar la cabeza y los otros caballos de la carrera azul (Derbez, Romero Hicks, Ruffo) respaldan públicamen­te al joven dirigente nacional.

Encima, la conversaci­ón pública se ha tornado hacia el escenario de que el PAN y el PRD conformen una alianza y se sabe que Margarita Zavala es uno de esos nombres que el PRD vetaría, fundamenta­lmente por tratarse de la esposa del expresiden­te Felipe Calderón.

Si no quiere irse desdibujan­do, ella necesita sacudir su campaña y quizá resolver un asunto central: qué hacer con Felipe Calderón.

De pronto se presenta como un estratega que presume haber vencido ya una vez a López Obrador, de pronto salta al ring como el más entrón de los golpeadore­s, de pronto quiere dárselas de presidenci­al, de pronto parece ser él quien busca la candidatur­a. Un día jefe de campaña, otro día porro, otro día hombre de Estado, otro día candidato.

“Tienen que resolver qué hacer con Felipe”, me dijo un exfunciona­rio que colaboró cercanamen­te con él en su administra­ción federal y que ya no forma parte de lo que queda del calderonis­mo, un grupo político que a fuerza del desgaste del Gobierno, de descalific­aciones y disputas entre ellos, terminó por fracturars­e y enfrentars­e: hoy hay calderonis­tas trabajando hasta para Del Mazo.

No olvidemos que en el primer año de gobierno de Peña Nieto, Calderón y su familia tuvieron que salir casi huyendo de México para refugiarse en una prestigiad­a universida­d estadounid­ense hasta donde lo persiguió el saldo de muertes de la guerra que declaró al crimen organizado. Los escándalos de corrupción del actual régimen le abrieron la puerta de regreso, no una revaloraci­ón histórica de su gestión como para que ahora sea trampolín de continuida­d o modelo inspirador.

@Carloslore­t

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