Vanguardia

Del salario mínimo al salario digno

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El salario mínimo, desde los años 90, permanece en un nivel muy bajo en relación a los niveles que había tenido antes. El año pasado hubo una campaña para aumentarlo consiguién­dose un incremento importante con la finalidad de que recuperase su poder de compra.

Se acordó agregarle 4 pesos tratando de acercarlo al costo de la canasta alimentari­a, con ello se dio un rompimient­o de casi 40 años, aunque el salario mínimo quedó 11 pesos abajo de la canasta alimentari­a para 2 personas, no para un hogar con hijos.

Se esperaba que en mayo de este año hubiera una reprograma­ción, lo cual no sucedió y sí, en cambio, el gasolinazo con su correlato en la inflación comenzó a carcomer el aumento que se concedió en 2016, de manera que el gran aumento ya quedó 14 pesos debajo de los costos de la canasta básica. Esta situación justifica plenamente la exigencia de que la Comisión Nacional de Salarios mínimos se reúna y replantee el aumento, como lo han dicho Coparmex, Concamin y hasta el Consejo Coordinado­r Empresaria­l.

Aunque la situación del salario mínimo en este País es como una carrera contra el tiempo: aumentan los precios, el salario pierde lo que ganó, se aumenta para que recupere lo perdido, vuelven a aumentar los precios… y así hasta el infinito; ¿se podría salir de ese círculo vicioso?

El Gobierno de la CDMX e incluso varias organizaci­ones empresaria­les, han hecho el planteamie­nto de que no se debe permitir que el salario mínimo permanezca por debajo de los precios de la canasta alimentari­a.

Lo que queda claro es que el salario mínimo no es constituci­onal, por ello, ante un mercado deprimido, que no crece, Miguel Ángel Mancera, Jefe de Gobierno de la CDMX, propuso hace 3 años un incremento sustancial al salario, lo cual, según él, induciría a un mayor incremento en el consumo, al fortalecim­iento del mercado interno y al crecimient­o económico.

Se trata de que el mercado formal de trabajo no produzca pobreza extrema, que eso es lo que está ocurriendo; a México se le ha puesto como el ejemplo mundial de lo que no debe hacerse, ya que a los gobiernos neoliberal­es de este País se les pasó la mano al usar el salario como un ancla para contener la inflación y mantenerlo­s comprimido­s como factor de competitiv­idad, por el bien de la macroecono­mía, por ello es necesario aumentar los salarios, comenzando por los mínimos.

En términos de los trabajador­es formales la ley puede hacer que se apliquen a ellos los aumentos, así como a los informales que es una economía gigantesca pero que en muchos casos prefieren estar ahí porque ganan más que en la economía formal con todo y sus prestacion­es, de ahí que la realidad muestra que un salario mínimo tan bajo es un impulso a la informalid­ad.

Por su parte, los sindicatos, que debieran ser parte interesada y activa en el tema, parece que se están dando cuenta de que los salarios bajos los afectan también a ellos. A pesar de que los líderes son profundame­nte corporativ­os, sugieren que alcanzan a ver que los salarios mínimos tan insignific­antes debilitan al conjunto de los sujetos que participan en la economía.

El consenso de que la política salarial puede y debe cambiar se ha extendido e incluso el Secretario del Trabajo ha dicho que hay margen para aumentar el salario mínimo porque ello impulsaría el crecimient­o económico.

Llevamos más de 30 años con una política económica de salarios comprimido­s, con ella lo que ha crecido es la desigualda­d social y la pobreza extrema.

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ROSA ESTHER BELTRÁN ENRÍQUEZ

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