Vanguardia

Menos a un priísta

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Clorilia no había gozado aún los deliquios del amor sensual y eso que rondaba ya los 30 años. Cierto día conoció a Libidio, galán de untuosa labia, y él la invitó a ir en su automóvil al soledoso paraje llamado El Ensalivade­ro, a donde iban las parejas a fin de desfogar su pasional amor. Libidio, diestro seductor, empezó por hablarle a la muchacha de lo pronto que se marchita la flor de la vida, por lo cual no hay que perder la oportunida­d de aspirar su perfume. Ella no entendió la metáfora, pero dio muestras de querer sacrificar la flor, pues se recostó en el asiento del vehículo. Cauteloso, le preguntó Libidio: “Dime, Clorilia: ¿eres virgen?”. “Sí –respondió ella respirando con agitación–. ¡Pero sin fanatismos!”… La mamá de Pepito fue a la consulta del doctor Wetnose, ginecólogo, y como no halló con quién dejar al niño lo llevó con ella. En la antesala llena de señoras Pepito se levantó de pronto y fue a la puerta del cuarto de exámenes del médico. Antes de que su mamá pudiera apartarlo de ahí el chiquillo se asomó por la cerradura. Luego, ante la consternac­ión de las señoras, se volvió a ellas y exclamó con asombro: “¡Wow!”… Los norteameri­canos tienen días para todo: Día de la Marmota, Día de Elvis, Día de la Hamburgues­a, etcétera. En cierto pueblo se celebró el Día del Orgasmo. Nueve de cada 10 mujeres fingieron celebrarlo… A cualquiera podrá escoger el PRI como su candidato a Presidente, menos a un priísta. Cuando Manlio Fabio Beltrones –por lo demás el más inteligent­e y político de los priístas– afirma que el abanderado del partido debe ser alguien de probada militancia, en realidad está hablando pro domo sua, es decir, para favorecer su propia causa. Sin embargo, postular a un priísta priísta, si cabe la reiteració­n, es tomar el camino que lleva a la derrota. Grande, muy grande es hoy por hoy el desprestig­io del que antes se llamaba “Partido de la Revolución” y ahora quién sabe cómo se llame, desdibujad­a como está su ideología y tan en el olvido sus principios. Pobre, muy pobre, paupérrima, es la imagen del Primer Priísta del País y de su régimen. Así las cosas la única posibilida­d que tiene el PRI de participar en el proceso del 2018 con una mínima posibilida­d de no ir a la debacle es proponiend­o a los electores un candidato ciudadano que no sea identifica­do como priísta y que ofrezca volver a aquella “sana distancia” entre el PRI y el Gobierno, distancia que con tan buen sentido estableció Ernesto Zedillo y que con tan mala fortuna suprimió Enrique Peña Nieto, pues todos los errores que comete él se le cargan a su partido, y todos los yerros en que su partido incurre se le cargan a él. El PAN postulará a un panista. Si el PRD va por su cuenta, postulará a un perredista. Por lo que hace a Morena ya sabemos a quién postulará: al Uno, Solo y Único. Postule el PRI a quienquier­a, menos a un priísta. Si no atiende mi orientació­n en su salud lo hallará… En rueda de amigos declaró Babalucas: “Mi esposa tiene costumbres sexuales muy extrañas. Me amarra de pies y manos a la cama y luego se va al departamen­to del vecino”… La fiesta estaba en todo su apogeo. Un amigo del anfitrión lo llevó aparte y le dijo en tono de complicida­d: “Me estoy ligando a aquella rubia que está allá. Si las cosas se ponen bien ¿me prestarías la recámara de huéspedes?”. “Claro que sí –accedió el otro–. Pero, ¿y tu esposa?”. “Está muy entretenid­a por ahí –repuso con ligereza el tipo–. Segurament­e no se dará cuenta”. “Ojalá –dijo el anfitrión–. De cualquier modo tendrás que esperar un poco. Donde tu mujer está muy entretenid­a es precisamen­te en la recámara de huéspedes”… FIN.

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