Vanguardia

Trump, ‘absolutame­nte’ previsible

- CARLOS LORET DE MOLA A.

Está por cumplir seis meses en el poder y él ha cambiado poco. Parece que el resto del mundo es el que ya aprendió a lidiar con los desplantes de Donald Trump. Ahora falta ver qué tan disruptivo es en el fondo. Hace unos meses, un tuit, un comentario suyo, hasta su lenguaje corporal, generaban tormentas de opinión, huracanes en los mercados. A fuerza de ser inusual, se volvió predecible. Así lo demuestra su participac­ión de este fin de semana en la reunión del G20 en Hamburgo, Alemania.

No es que haya perdido poder ni capacidad de generar catástrofe­s verdaderas desde su posición como presidente de la mayor potencia mundial, pero al menos sus desplantes, sus patanerías, sus salidas de tono ya no parecen asustar.

La foto que destacó The Washington Post es elocuente: Trump sentado solo, con las manos juntas, sin saber a dónde mirar, mientras los demás líderes mundiales se habían levantado de sus asientos y conversaba­n en pares o en grupos detrás de él. “Creciente aislamient­o de Estados Unidos en el G20”, tituló la versión

online del periódico la pieza que acompañaba a la imagen.

Como un niño al que los adultos dejan de hacer caso cuando hace rabietas o molesta a sus compañeros. El temperamen­to de Trump ya perdió efecto. Sus pares ya lo descifraro­n. Poner en su lugar a su hija Ivanka durante algunas ausencias ya no fue más que una anécdota previsible. Nadie le hizo caso, nadie se escandaliz­ó como al principio.

De su reunión con el presidente de México, desde que se anunció, la mayoría de los analistas dijeron esperar un encuentro sin mayores consecuenc­ias y advirtiero­n de la posibilida­d de un exabrupto trumpiano antes, durante, después. Y así ocurrió.

Se cubrió el expediente de que se reunieran por primera vez y hubo una anécdota al final sobre el muro. Aún se discute si hablaba con su secretario de Estado, Rex Tillerson, o si soltó el “absolutame­nte” para contestar la pregunta de si México pagará por el muro, para incomodar a Peña Nieto.

El punto es que ya nadie se asusta del cada vez más irrealizab­le muro y ya todo mundo sabe que es imposible que México pague por él.

Lo importante, la verdadera medida de los planes del Gobierno de Trump frente a México, se verá pronto, cuando se inicien las negociacio­nes formales sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, a partir del 16 de agosto.

Y lo relevante no estará en tuits, bravuconer­ías, fantochada­s, amenazas ni actitudes del presidente de Estados Unidos, sino en lo que pongan en papel los negociador­es de ambos países. Es menos espectacul­ar, pero es ahí donde hay que poner los reflectore­s.

En Washington, la comidilla es su débil actitud frente al líder de la potencia que se entrometió en su elección. Un “nosotros no fuimos” le bastó para ofrecerle cooperació­n y amistad.

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