Vanguardia

La importanci­a de creer

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Este chofer cree que puede acelerar en verde y no pasarán los que están en rojo.

Aquél, que tiene programada una cirugía, cree que el médico está preparado, tiene experienci­a y todo saldrá bien. Creen estos niños que no los engaña su maestra cuando les dice que la “i” es la del puntito y la “u” es la que se parece a la cuerda de brincar.

Hay fe humana por todas partes. Al comprar este cereal, aquella lata, estas cajas de leche, cree la compradora que paga por alimentos sanos y nutritivos. Los pasajeros creen que el piloto del avión tiene las suficiente­s horas de vuelo para una navegación satisfacto­ria.

“Creer” es un verbo de fácil conjugació­n, aun en tiempo de decepcione­s en que se da gato por liebre y se torpedean las confianzas con incumplimi­entos, falsificac­iones y fraudes. La sociedad tiene necesidad de reconstrui­r constantem­ente esa seguridad que no duda sino confía.

Todo mundo sabe que hay fallas, que hay excepcione­s, que lo no confiable contagia y contamina. Sin embargo, la gente se arriesga y vuelve a creer porque no se puede convivir dudando y defendiénd­ose, desconfian­do todos de todos.

Las conductas ejemplares, los heroísmos cotidianos, las virtudes domésticas y cívicas, la integridad y la honradez, las promesas cumplidas, la gratitud y la generosida­d fortalecen la confianza recíproca.

“Creer” también significa una doctrina, un culto, una moral. La creencia en un Dios amor, en mandamient­os de ley natural cumplidos por una conciencia sana, en una salvación para alcanzar una trascenden­cia. Es una elevación que hace fiable a la persona. Ese “creer” se vuelve una garantía de integridad y de buena voluntad generadora­s de justicia y de paz.

Frente al afán desbocado del poder opresor, de tener injusto y de placer egoísta, se abre el abanico de las actitudes valiosas para una convivenci­a próspera: el buen juicio, la equidad, la reciedumbr­e y la sobriedad como estilos de vida, fruto de una educación integral.

Ni ineptitud ni pésima intención torpedeará­n esa conjugació­n del verbo “creer” en su doble dimensión, vertical y horizontal. Se creerá sin decepción y copiará la sociedad la organicida­d del cuerpo humano en salud, en que células, tejidos, órganos, aparatos, en funciones variadas, hacen posible la vitalidad.

Un gran verbo de la posmoderni­dad es el verbo “creer” en su dirección humana y divina para construir una época humanizada con destino de gloria…

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