Vanguardia

Cyberbully­ing cobra vidas en la era de la Internet

- @cynsol Cyntha Solís Lex Informátic­a Si usted desea manifestar su opinión ciudadana en este espacio, envíenos sus datos de contacto a: opinionciu­dadana@ccic.org.mx

El prefijo “cyber”, de origen griego, se utiliza para hacer referencia a todos aquellos servicios, conductas, relaciones, delitos, etcétera, que suceden en Internet; mientras que el “bullying”, palabra de origen anglosajón, evoca la superiorid­ad física o emocional de la que un sujeto, conocido como “bully”, se aprovecha para intimidar a otro. Para comprender el concepto popularmen­te conocido como cyberbully­ing, es importante entender, que, en nuestro idioma, no es otra cosa que acoso y violencia, cuyas víctimas más frecuentes son los niños y adolescent­es.

Por desgracia, el acoso, la violencia, el hostigamie­nto y la intimidaci­ón, todas estas conductas comprendid­as en el hiperónimo cyberbully­ing, históricam­ente eran considerad­as prácticas comunes en el ámbito escolar, aunque no es exclusivo de éste. La mayoría de los adultos tenemos historias de cuando alguna vez fuimos víctimas de esta lastimosa costumbre.

Hoy, el acoso, ha tomado dimensione­s mucho mayores… ¿Será que los niños y adolescent­es son más violentos, agresivos y crueles?, ¿será que los adultos no sabemos inculcarle­s valores fundamenta­les como el respeto y la prudencia?, o todo se resume a que la generación Z, que nació cuando las nuevas tecnología­s ya eran parte de nuestro día a día, simplement­e no comprenden y, por ende, no saben medir ese poder que eventualme­nte tienen en sus manos gracias a los dispositiv­os tecnológic­os y de comunicaci­ón; un poder tan grande, que hoy en día cobra vidas a nivel mundial.

Ya hace más de diez años del primer caso de suicidio por cyberbully­ing del que se tuvo noticia en el mundo: Megan Taylor Meier Laherty. Tristement­e, era sólo el primero de muchos casos que suceden día con día en nuestro País y en el mundo entero.

¿En qué estamos fallando como sociedad? Desde mi perspectiv­a es una mezcla de falta de comunicaci­ón y una mala orientació­n respecto del uso correcto y responsabl­e de la tecnología. Si no educamos a nuestros niños a tener conciencia de las consecuenc­ias de sus actos –aunque sean inocentes–, si no los formamos para tener un carácter tolerante a la frustració­n, si no los hacemos respetuoso­s de la dignidad de sus prójimos, si no les reforzamos su valía por el sólo hecho de ser humanos, el problema empeorará.

La única manera de frenar esta pandemia es establecer canales de comunicaci­ón eficaces con la juventud, no prohibirle­s el uso de la tecnología, enseñarles a usarla, a ponerse en el lugar del otro, enfrentarl­os a las consecuenc­ias de sobreexpon­erse, no para que tengan miedo, sino para que tengan plena conciencia de que sus acciones de hoy pueden afectar el resto de su vida, ya que por la naturaleza misma de las tecnología­s de la informació­n y de la comunicaci­ón, perdemos el control de cualquier cosa que publicamos o divulgamos.

Se educa con el ejemplo más que con las palabras, no podemos pedirles a nuestros jóvenes la prudencia que no mostramos como adultos. ¿Cuántas muertes más hacen falta como para salir de nuestra inercia?

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