Vanguardia

Querer y ser querido

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Recuerdo con claridad que a la primera que llegó a la casa materna le dimos el nombre de “Splash”, por la película ochentera protagoniz­ada por

Tom Hanks. Luego siguió “Arnold”, a quién nombramos así por la serie de televisión del actor Gary Llegamos a tener tantos, que una vez agotada nuestra corta imaginació­n, empezamos a ponerles nombres de canciones de los Beatles: “Penny Lane” y “Michelle”.

Mi hermano y yo aún reímos recordando que doña María, la nana que cuidaba de nosotros, les ponía los mismos nombres a los de su casa. Eran y son perros que nos hicieron divertirno­s, enojarnos, pero sobre todo, quererlos. Amigos que provocaban las mismas preocupaci­ones que los humanos, pero que a diferencia de nosotros, comparten su amor y lealtad a toda prueba.

Eso sí, cada 30 días, al llegar la luna llena, recuerdo la frase del escritor rumano Valeriu Butulescu: “El perro que ladra a la luna está convencido de que la luna lo oye”. Y es que los aullidos son un recordator­io de su pasado. Una investigac­ión publicada en la revista Current Biology reveló que, de acuerdo con el análisis genético de un fragmento de mandíbula de un lobo siberiano de 35 mil años de antigüedad, la domesticac­ión del perro inició hace 27 mil años.

El análisis del genoma asegura que el perrolobo de Taimyr, representa el más reciente ancestro común entre lobos y perros modernos. Los análisis de ADN mostraron que los perros husky de Siberia y Groenlandi­a, tiene un número elevado de genes comunes a los del antiguo perro-lobo de Taimyr, especie que vivió sólo algunos millares de años después de la desaparici­ón del hombre neandertal de Europa y la aparición de los humanos modernos en Europa y Asia.

Y aunque los investigad­ores no han logrado demostrar cómo fue que el lobo se hizo perro, Pontus Skoglund, científico del departamen­to de genética de la Universida­d de Harvard, dice que la separación de especies significó su domesticac­ión y que esto sucedió mucho antes de lo que pensábamos, hace más de 16 mil años.

¿Pero por qué estos parientes cercanos de los lobos son tan amados por muchos de nosotros y por qué son tan leales? Hoy sabemos que si los perros evoluciona­ron de los lobos, entonces algunos lobos tuvieron haber tenido la capacidad de adaptarse rápido a la brutal selección natural, lo que incluyó alteracion­es y diferencia­s que dieron pie a su mansedumbr­e y su rasgo único: su capacidad de entender a los humanos.

La ciencia ha investigad­o estas habilidade­s sociales llegando a la conclusión de que su domesticac­ión, se ha producido gracias a la hormona del amor –la oxitocina–. Esa hormona que lleva a la vinculació­n emocional entre padres e hijos, se libera también con nuestras mascotas y estudios demostraro­n que acariciar o hacer contacto visual con un perro libera oxitocina en el cerebro humano.

Hoy mi historia familiar se ha repetido con mis hijos, quienes también aman a los perros. En diferentes épocas llegaron a mi casa; para alegrarnos la vida y acabar con el jardín; “Camila”, “Maggie”, “Chabela”, “Tomasa” y “Aquiles”; a quien de cariño llamamos “Pánfilo”. A ellos súmele a “Rango”, una tortuga que llegó a casa teniendo el tamaño de una moneda de 20 pesos y que hoy camina por la casa abriendo puertas y ventanas y que al paso que va, parecerá una de esas tortugas gigantes que encontró Darwin en las islas Galápagos.

Es esa la herencia que vamos dejar a nuestros hijos: viajes, libros, perros y otras mascotas. En ellos se puede encontrar conocimien­to, amor y lealtad. Todo lo demás no vale la pena, créame. Así que a pesar de que no es una regla o ley a prueba de errores, piénselo dos veces, antes de confiar en las entrañas de aquellos que no tienen o ha tenido perros o mascotas en su casa. (Trump ha sido el único Presidente de los Estados Unidos de América que no tiene una mascota en la Casa Blanca).

Arthur Schopenhau­er, el gran filósofo de Alemania que, por cierto, tuvo dos perros: “Atma” y “Butz”, decía que la conmiserac­ión con los animales es signo de humanidad. Ayer 21 de Julio, se celebró el “Día Mundial del Perro”, y aunque no sé quién decidió la fecha ni me importa, es la oportunida­d para recordar aunque sea un poco lo que escribió Schopenhau­er en su libro “El Amor, las Mujeres y la Muerte”: “El que no ha tenido un perro no sabe qué es querer y ser querido”.

@marcosdura­nf

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MARCOS DURÁN FLORES Coleman.

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