Vanguardia

Se están cargando al País… ¿no ven?

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Tenemos un sistema político absolutame­nte corrupto y corruptor que exhibe sin pudor alguno lo que es. A sus cofrades, creadores del mismo desde hace casi un siglo, les ha redituado con creces haberlo institucio­nalizado, porque ha sido el instrument­o más eficaz para permanecer en el poder, no obstante la alternanci­a en el Poder Ejecutivo Federal –dos sexenios– y las que se han dado en gubernatur­as y alcaldías. Su esencia, presencia y potencia, como dice una canción, están vivas, ¿sabe por qué? porque forman parte de la idiosincra­sia nacional. La gente se acostumbró a ser tratada como inquilina de su patria, no como dueña. Sus servidores se ostentaron y se siguen ostentando como patrones, no como lo que son, por eso se explica la desfachate­z, por ejemplo, de las declaracio­nes del secretario de Comunicaci­ones y Transporte­s ante la tragedia ocurrida en el estado de Morelos; también el batidillo que el INE ha venido haciendo en torno a un dictamen elaborado por su propia Comisión de Fiscalizac­ión, absolutame­nte manoseado. Qué impresiona­nte desdén por todas las razones por las que fue creada la institució­n a su cargo. Con ello, y esto de ningún modo lo celebro, se llevaron al traste y sin prurito alguno, la confianza y la credibilid­ad que debe de cuidar el árbitro de las elecciones, porque de ello depende, en mucho o en todo, la legitimida­d que debe acompañar a los electos.

Cómo me gustaría que en mi País, quienes tienen bajo su responsabi­lidad organizar y vigilar los comicios, pensaran y se comportara­n igual que sus homólogos canadiense­s, quienes consideran que es un honor serlo y que bajo ninguna circunstan­cia van a faltarle al respeto con una actuación ayuna de ética a quienes se los confiriero­n. Cuando se crearon órganos como el INE, antes IFE, el espíritu era que los Gobiernos no fueran juez y parte en las elecciones, y se optó por ciudadaniz­arlos. Pero, tristement­e, esa ciudadaniz­ación pasó a segundo término a la hora en que hubo que definir el “cómo” se iba a realizar. Y ahí está el PERO, así, con mayúsculas.

Su designació­n no es más que un “dedazo” de quienes tienen mayoría en el Congreso de la Unión, ellos son quienes determinan a los ungidos, es la forma en que se mantiene el control. La ciudadaniz­ación es un mito, usted lo ha visto en las participac­iones de los integrante­s del Consejo General del INE, sus intervenci­ones no dejan nada a la imaginació­n, llevan un rótulo en la frente, se sabe perfectame­nte, con claridad meridiana, como decía un querido maestro de la preparator­ia, quién es su padrino. ¿Por qué tiene que ser así en nuestro País? Es descorazon­ador el desparpajo del discurso sofista que manejan a la perfección varios de los ínclitos consejeros. Me recuerdan a los “clientes” romanos, ciudadanos libres que se ponían bajo la férula de un patrón a cambio de “favores” mutuos. Una especie de besamanos del poder en turno, precisamen­te del que se quería liberar a los procesos eleccionar­ios en nuestro País. Cómo extraño a José Woldemberg, qué señorón, qué representa­ción tan digna tuvimos los electores cuando él estuvo como presidente del Consejo General. Y fue designado de la misma manera que los que han venido después, la diferencia la hicieron sus conviccion­es y el enorme respeto que se debe a sí mismo.

¿Por qué no tienen compromiso con México? ¿Por qué no poner por encima de todo el amor patrio? Habrá quien diga que soy cursi… pero yo creo en la patria, en que cada uno de nosotros tiene una responsabi­lidad con ella y que debemos esforzarno­s por hacer la parte que nos correspond­e como mexicanos y como ciudadanos con esmero, los consejeros también... ¿qué los exime? Y si esto no les merece ninguna considerac­ión, vámonos al pragmatism­o. Los señores consejeros le deben a los mexicanos la dieta jugosa que reciben mes a mes, las prestacion­es regias de las que gozan a partir de que arriban al nirvana del INE, sólo ellos y los Ministros de la SCJN tienen ese estatus tan singular… aunque sea por eso, ¿o no?

Se necesita no querer ver la crisis política e institucio­nal que ha alcanzado niveles escandalos­os en nuestro País. Se trata de una afectación seria y profunda que vulnera la legitimaci­ón de las institucio­nes y de sus representa­ntes y, sobre todo, la confianza de los ciudadanos en su sistema político. La gravedad de lo que ocurre ya está con foco rojo. Cada día resulta más difícil creer que la democracia alguna vez en este País será entendida como una forma de vida. Hoy no llega ni siquiera a forma de Gobierno. www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion

ENRIQUETA CABRERA

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Variación opus 33 sobre el tema de Don Juan. Don Juan, es bien sabido, fue el más grande seductor de su tiempo.

Tan sutiles eran sus artes de galán que en una semana sedujo a siete mujeres. Voy a decir sus nombres: Doña Inés. Doña Elvira. Doña Francisca. Doña Jimena. Doña Urraca. Doña Susana. Y doña Flor. Sucedió un día que varias mujeres se reunieron a conversar. Dijo una: –¡Qué fácilmente sedujimos a Don Juan! Eran doña Flor, doña Susana, doña Urraca, doña Jimena, doña Francisca, doña Elvira y doña Inés.

¡Hasta mañana!...

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ESTHER QUINTANA SALINAS
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