Vanguardia

EL ÍDOLO DEL BARRIO

DE LAS CALLES DE SALTILLO, DONDE LA VAGANCIA Y LOS MALOS PASOS PARECÍAN EL CAMINO FÁCIL, EL BEISBOL RESCATÓ A ‘NACHO’, EL CHAMAQUITO QUE HOY ES UN PELOTERO PROFESIONA­L

- FERNANDO VALDÉS, GERENTE DE MEDIOS DE LOS SARAPEROS DE SALTILLO

Del oriente de la ciudad en Privada Las Torres, surgió el Saltillens­e Javier Ignacio Mireles Alvarado, un chavo banda al que el beisbol lo rescató de la calle a los 15 años, lo regresó a casa convertido en pelotero profesiona­l con los Saraperos, con quienes acaba de hacer el grado en Liga Mexicana.

El nuevo orgullo de la capital Coahuilens­e mide apenas 1.68 metros, la misma altura de José Altuve, la gran estrella de las Grandes Ligas, parámetro que no le favorecía a “Nacho” en 2011 cuando llegó a un campamento de jóvenes con la novena sarapera.

Su picardía, su carácter y las enseñanzas de la calle lo sac a- ron avante en esta nueva oportunida­d que la vida le da. Nada le impidió meterse en los ojos del gerente de scouteo y desarrollo de talentos para ponerse en el radar y recibir un seguimient­o que pronto se cristalizó en la firma para el equipo de su ciudad natal. El talento hablaba más que sus tiempos de vagancia.

Cuando los Saraperos acariciaba­n la gloria del histórico Bicampeona­to de 2009 y 2010, Javier Mireles andaba con sus “camaradas” en las esquinas, cerca de su casa. Nada bueno le traía el barrio, vivía de noche, al borde del peligro y preocupand­o a sus papás que lo esperaban siempre ya entrada la madrugada.

“Antes era vago, me gustaba andar en la calle con todos los de la cuadra haciendo desorden, era chavo banda, me juntaba en la Zaragoza, en una esquina. No tenía nombre la banda, como dos años anduve en la calle haciendo desastres. Después se molestaron mis papás, me dijeron que ya no iba a salir, que iba a jugar beis. Yo no quería, andaba también criando perros pit bull, siempre he tenido de esos, yo los compraba, después tenían sus cachorros, los vendía y me quedaba con algunos para seguir la crianza”, platica el prospecto.

“La gente pensaba que los quería para pelearlos, pero nunca me ha gustado eso, solamente los crío. Mi primer perro me costó 500 pesos, ahorita tengo dos mascotas un pit bull blue que se llama Morgan y una american bully, le puse Rosa”. ¿Así se llamaba alguna novia que tuviste? “Nada de eso, así se me ocurrió ponerle cuando los llevamos a las vacunas”.

EL BEISBOL INFANTIL Y LA ESCUELA

“Empecé a jugar como a los 7 u 8 años en el equipo Rangers, en La Aurora, jugaba de todas las posiciones, ahí duré poquito. Después me fui a la Liga del Ojo de Agua con el equipo de Diablos, con el manager Narcizo Benítez. A los 11, con los Diamantes, en el parque ecológico, dirigido por Jonathan y Samuel López. Luego me salí de jugar hasta que regresé a los 15 a la Liga LUBIS, a las dos semanas fuimos a Mazatlán, en todo ese tiempo pude jugar varios nacionales y una Olimpiada Nacional”.

Para Javier Mireles, es complicado hablar de su formación escolar, la escuela nunca fue lo suyo, su talento era jugar beisbol, reprobó primero de Primaria, “en la escuela era un desastre, reprobé primero de Primaria en la Cristóbal Colón, escribía todo pegado. En sexto ya iba a reprobar otra vez y ya pasé. Después entré a la Secundaria como tres meses, en la técnica número 64 en la Colonia Zaragoza, pero no entraba a clases. El siguiente año regresé a esa escuela, pero sólo duré un mes y ya empecé a jugar beisbol, también he trabajado en la ‘macabra’, de albañil, pues algo tenía que hacer”, recuerda.

Su familia siempre ha sido beisbolera, ellos le inculcaron jugar este deporte, “mi familia la integran mis papás, Alejandro Mireles Aguilar, mi mamá Rita Alvarado Olivares, y tengo tres hermanos: Yazmín Alejandra, Jorge Alejandro y Jonathan Orlando; yo soy el más chico de la familia, pero mis dos hermanos, mi papá y yo, hemos jugado toda la vida beisbol, lo traemos en la sangre”.

UN CAMPAMENTO SARAPERO LO RECUPERÓ DE LA CALLE

La vida de Javier Mireles transcurrí­a entre malas compañías, las desveladas de sus padres ya no serían toleradas. Su papá, su primer entrenador desde niño, y su mamá confiaron en este deporte para recuperar a su hijo.

“Después de que jugué de niño en varios equipos, hice una pausa para regresar a los 15 años a la liga LUBIS, mi entrenador era Gustavo Acuña (QEPD), estuve tres semanas entrenando con él. Me llevó a Mazatlán a un nacional, regresamos y me comentó que había un campamento de Saraperos de muchachos del 96, que si quería ir. Fui un día y no me gustó y me aburrí. Me volvieron a invitar, ahí fue que el Gerente que estaba, José Luis ‘Gato’ García, me firmó a los 16 años; a los 17 me fui a la Academia para jugar ya con la organizaci­ón de Saraperos”.

El primer campamento de Saraperos en 2011 concluyó en diciembre con una posada con causa, donde los jóvenes peloteros atendieron a 250 niños de comunidade­s ejidales. En ese evento surgieron algunos testimonio­s, uno de ellos lo compartió el padre de Javier Mireles, quien agradeció a la organizaci­ón, pues con esa actividad habían sacado a su hijo de la calle.

“Fue el mejor camino que tomé, andaba en malos pasos, mis papás quisieron meterme a jugar beis, se me fue olvidando andar en la calle y me fue gustando mucho este deporte. Fue la mejor decisión que pude haber tomado”, destacó el Saltillens­e.

“En la calle hacía muchas cosas malas, pero también me forjó el carácter para no dejarme de nadie. En la escuela de la calle aprendes mucho, no dejarte de las demás personas. Es lo que se necesita aquí en el beisbol, tener mucha actitud, no tener miedo, salir al juego y divertirte, me ayudó mucho por todo lo que pasé para estar ahora aquí”.

EL PROCESO PARA LLEGAR A LMB EN SU CIUDAD NATAL

En su desarrollo como prospecto de la novena sarapera, “Nacho” Mireles tuvo formadores muy importante­s, “me ayudaron muchas personas, ya con Saraperos, uno de ellos, el que me firmó, el ‘Gato’ García; de los coaches me acuerdo mucho que me ayudó bastante Pablo Machiria, me tocó la primera vez que fui a la Academia, me enseñó mucho de bateo y me sentí muy cómodo aprendiend­o con él, es una persona que sabe mucho, es muy directo, agresivo, a mucha gente le caía mal porque decía la verdad, pero yo me identifiqu­é con él.

“En el Carmen me salía con Pablo Machiria a cazar conejos con un rifle que tenía él ahí, nos íbamos a cazar en la tarde conejitos. El coach me puso el apodo de ‘Tico’, a mi hermano Jorge y a mí, ‘Tico’ y ‘Tuco’, una caricatura de dos hermanos que eran muy desordenad­os”.

Seis años han pasado desde aquel 2011 en que por un campamento se integró de lleno con Saraperos, después comenzó a desarrolla­r sus habilidade­s en la Academia El Carmen, Nuevo León; lo hizo muy bien. En invierno jugó en Puerto Vallarta, después fue ascendido a la Liga Norte de México par de campañas, hasta que llegó el ansiado llamado al primer equipo.

“En la Academia jugaba como filder, después, a los 18 años, me dieron más trabajo como infielder; había jugado casi siempre segunda base, pero en la Liga Norte de México me ocuparon de short stop, tercera y segunda base. Eso es bueno para mí, se te abren más espacios, te dan más oportunida­des más fácil”, platicó.

“En la Liga Norte el año pasado en el infield me ayudó mucho ‘Pedrito’ Meré y ahora Javier Robles, puro referente, gente con una trayectori­a muy buena”, reconoció.

El año pasado estuvo entre los mejores bateadores de la Liga Norte de México, después la segunda mitad se metió su paisano Fabricio Macías, ahora juegan juntos en el equipo de la Capital del Beisbol en Coahuila. La directiva ya se había fijado que podían llegar a este nivel.

Antes de llegar a Saltillo, Javier Mireles bateaba .290 de promedio con el madero en el equipo de Tiburones de Puerto Peñasco, 43 hits en 48 juegos, 6 dobles, 2 triples, 14 anotadas y 20 producidas, además de 6 robos de base en 6 intentos; el año pasado se robó 14 almohadill­as.

EL LLAMADO AL EQUIPO GRANDE DE SARAPEROS

Había ya tenido pretempora­das muy buenas con Saraperos hace algunos años, par de jonrones en San Luis, “nunca he usado guanteleta­s, pero después de los jonrones que pegué, el ‘vampiro’ me regaló unas, luego, cuando llegamos a Saltillo, José Ortiz estuvo dándome algunos consejos en la segunda base y también se la hacía extraño que no utilizara guanteleta­s y me regaló unas de las que trajo de Japón”.

La noticia que esperan siempre todos los jugadores que van a debutar en la Liga Mexicana de Beisbol le llegó el 2 de julio, cuando estaba jugando con Tiburones de Puerto Peñasco. Dos días después fue dado de alta en el roster y su debut con Saraperos ocurrió el 15 de julio contra Pericos en Puebla.

En su casa, Saltillo, se apuntó su primera carrera anotada en la LMB el 21 de julio, también contra los poblanos.

“Estoy muy contento, no me la esperaba, me dijeron antes de irnos de gira a Mexicali, me dijo el entrenador (Pony Valdez) que me llevara mis cosas, que venía para Saltillo; pensé que iba para mi casa, no pensé que me iban a subir. Por fin la oportunida­d, ya hace unos años atrás la esperaba, ahora me llegó y la tengo que aprovechar”.

Javier Ignacio Mireles pudo ser profeta en su tierra, alcanzar el grado en la Liga Mexicana con el equipo de la ciudad que lo vió nacer, “eso es muy bueno, que haya más gente de Saltillo, hay que demostrar que podemos a este nivel hacer carrera, nos sentimos muy a gusto por la afición, que todos nos conozcan. Hay bastante talento, ojalá que sigan saliendo oportunida­des para más saltillens­e”, destacó.

El beisbol le regresó a su hijo a la familia Mireles Alvarado, pues Javier Ignacio, “Nacho”, “Tico”, jamás imaginaba que ese niño que nunca le gustó la escuela, ese que de joven se convirtió en un chavo banda que vivía en las calles, con el tiempo se convertirí­a en pelotero profesiona­l, en jugador de los Saraperos, el equipo de su ciudad natal, donde espera hacer una larga carrera y demostrar a la juventud que siempre hay una oportunida­d de trascender.

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Morgan es uno de los dos perros que tiene Javier Mireles como mascotas, los cuales él mismo cría.
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Hoy la familia de “Nacho” puede ver un sueño cristaliza­do, el ser un pelotero profesiona­l.
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Saraperos de Saltillo, el equipo de su tierra, es quien le abrió camino al beisbol de Liga Mexicana.
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‘Nacho’, un chavo banda al que el beisbol lo rescató de la calle.

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