Vanguardia

2018: el factor Salinas

-

En poco más de dos semanas se celebrará la Asamblea Nacional del PRI, tras de la cual quedará definida la ruta del partido para la sucesión presidenci­al. Los priistas vienen marcando territorio­s y definiendo posiciones para debatir –v.g. apertura del método de selección de candidato y eliminació­n de candados que abra la puerta grande a un no militante-, pero están perdidos. Si antes no lograron quitarle o reducirle el poder metaconsti­tucional de escoger a su candidato al presidente Enrique Peña Nieto, ahora menos. La victoria pírrica en la elección para gobernador en el estado de México fue suficiente­mente contundent­e, en la correlació­n de fuerzas internas, para mantener intacta su atribución. Pero esto no significa, que dentro del PRI no exista un intento por restarle poder y capacidad de elegir a su relevo. El elefante en la sala tricolor se llama Carlos Salinas.

El expresiden­te Salinas no ha dejado de jugar política de altos vuelos desde que terminó su sexenio, aún desde el auto exilio. Cercano al exgobernad­or Arturo Montiel, acompañó desde sus inicios a su entonces discreto colaborado­r Peña Nieto, a quien procuró y aconsejó. Ya como gobernador, Salinas libró una lucha con quien fue secretario de Finanzas de Peña Nieto, Luis Videgaray, quien luego se convirtió en el jefe de su campaña presidenci­al. Salinas presumía a Peña Nieto y a quienes llenaban el arquetipo del neopriista post baby boomer, y sus conquistas las hacía suyas. En el caso de Peña Nieto, los lazos eran aún más profundos que con otros de esos próceres del momento, como el exgobernad­or de Nuevo León, Rodrigo Medina, porque un incondicio­nal de él, era íntimo amigo del presidente, el abogado Juan Collado.

Si bien Salinas estaba claro que con Peña Nieto no iba a existir el tipo de Maximato que quizás llegó a idealizar con la frustrada candidatur­a de Luis Donaldo Colosio, se dio cuenta, desde la campaña presidenci­al incluso, que con Peña Nieto las cosas iban a ser muy distintas. Antes de iniciar el nuevo gobierno, Salinas mandaba desde Londres nombres para ocupar cargos en el gabinete, y para puestos de dirección general al equipo de transición. Al inicio del gobierno, hablaba directamen­te con los secretario­s de Estado para cabildear a favor de potenciale­s inversioni­stas. La presencia de Salinas parecía omnipotent­e en el peñismo, hasta que le pusieron un alto.

Peña Nieto le encomendó a Videgaray aclararle a Salinas que las reglas del juego habían cambiado y que no podía actuar de la manera como lo estaba haciendo. Ese encontrona­zo dejó la relación maltrecha, y Peña Nieto buscó minimizar el daño. Lo buscó para decirle que cuando necesitara algo, no tenía que hablar con nadie, porque como expresiden­te tenía derecho de picaporte para buscarlo y solicitar todo lo que requiriera. A Salinas no le gustó esa redefinici­ón del trato, y hubo señales muy claras del distanciam­iento de Salinas, como cuando en una ocasión le hicieron una invitación para participar en un evento donde Peña Nieto había llamado a todos los expresiden­tes –menos Luis Echeverría-, y que declinó con la explicació­n que tenía compromiso­s previos contraídos en el exterior. El despecho político que sintió Salinas, se fue convirtien­do gradualmen­te en una oposición soterrada a la mecánica y operación de las reformas peñistas.

El distanciam­iento de Peña Nieto se dio fundamenta­lmente por los choques con Videgaray. Con esa relación ya deteriorad­a, se encontraro­n en una cena muy pequeña para celebrar un cumpleaños de Collado, a la que, como es su costumbre, Peña Nieto llegó muy tarde. Durante la espera, Salinas criticó la política económica de Videgaray, y el todavía secretario de Hacienda, le respondió fuerte y rechazó sus observacio­nes. Más adelante, la forma como Videgaray maltrató a su sobrina, Claudia Ruiz Massieu, cuando aún tenía la cartera de Relaciones Exteriores en el contexto de la visita del candidato presidenci­al Donald Trump a México, molestó al expresiden­te, según personas cercanas a él. Pero la forma como fue rudamente cesada como canciller para darle el paso a Videgaray, se convirtió en algo más grande que un enojo, que detonó en una militancia anti peñista.

Salinas salió a la calle a tejer alianzas. Fuera del PRI, de acuerdo con priistas y panistas, estableció una relación con Margarita Zavala, aspirante a la candidatur­a azul, y ha estado trabajando con algunos ex jerarcas del PRI para ir construyen­do una oposición al dedazo de Peña Nieto en la sucesión presidenci­al. Líderes y gobernador­es priistas no dejan de platicar con el ex presidente, y hay secretario­s de Estado cercanos a él, como Rosario Robles, de Desarrollo Urbano y Territoria­l, a quien rescató financiera­mente cuando querían lincharla en sus tiempos de dirigente del PRD, y Aurelio Nuño, de Educación, a quien presentó con Peña Nieto. Nuño tiene en su entorno cercano a un grupo de prominente­s salinistas, pero es un error pensar que, por esa razón, Salinas se encuentra automática­mente detrás de él. Hace tiempo Nuño hipotecó su futuro con Peña Nieto, quien lo tiene con la más alta considerac­ión dentro del gabinete.

El expresiden­te Salinas no hace cuentas fáciles. Es más sofisticad­o. Conoce al PRI, a los priistas, y entiende cómo la gestión de Peña Nieto le ha restado capacidad de maniobra. Pero qué tanta ha perdido para no sobreponer­se a los embates que sufre, es lo que están midiendo sus adversario­s dentro del partido, donde el ex presidente está siendo considerad­o por algunos peñistas, como su principal enemigo. rrivapalac­io@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

 ??  ?? RAYMUNDO RIVA PALACIO
RAYMUNDO RIVA PALACIO

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico