Más, menos, por, entre
He realizado un ejercicio extremadamente sencillo. Supuse que los partidos y los aspirantes deben saber aplicar correctamente las operaciones aritméticas más simples, que son —sumar, restar, multiplicar y dividir.
La lógica matemática nos dice que las contiendas electorales se ganan sumando y multiplicando a los seguidores, y restando adeptos a los adversarios o dividiéndolos.
Al observar la realidad, descubro que los actuales contendientes no son muy duchos en esta cuestión de las sumas y restas. Un repaso muestra muchas deficiencias.
Empezando, por ejemplo, con el PAN. Los aspirantes andan de la greña aunque lo disfrazan cuanto pueden. A los panistas de base no les gustan las divisiones, sino las sumas. Pecar contra la base no es una buena idea, porque si acaso hay votantes libres son los panistas y pudieran, en un momento, irse por un independiente como sucedió en Nuevo León.
La aspiración de Margarita es un ejercicio muy claro de división. Ella se confunde. La conocen por haber figurado como primera dama. Nadie afirma que tenga una capacidad probada. Tampoco se da cuenta que su marido le resta bastante. Nadie quiere a Felipe como poder tras el trono. Ya tuvo su oportunidad y si sigue inquieto y amenazante es porque combina muchos defectos con poca vergüenza.
Los jerarcas panistas tampoco saben calcular resultados. Hace dos años creían que ganarían una o dos gubernaturas y ganaron siete. Ahora querían dos y ganaron una. Los mejor educados del País, salieron malitos para las matemáticas electorales.
La gente de izquierda en México rompe todos los récords en jugar a la división. No en vano se habla de la existencia de tribus en el PRD. No en vano Andrés Manuel desertó y creó su propia megatribu en la que exige y obtiene unidad ciega. Quizá adentro le funcione, pero se proyecta al exterior como un miniemperador. Por ello, reprueba el requisito de mínima vocación democrática. Ese elemento faltante es el mismo que ha creado una división a muerte en Venezuela. Ojo.
López Obrador cree en su cabecita loca que sumar es simplemente juntar gente, sin importar lo quemada, desprestigiada o inservible que esté. Esa suma más bien es resta. Como no es muy ilustrado, confunde los dos lados del balance de su empresa política. Una cosa es sumar activos y otra cosa es sumar pasivos. En un caso la suma suma. En el otro la suma resta.
René Bejarano, el de las ligas, está con él. Lo suma cuando todos lo quisieran ver restado. Agrega otros pasivos a largo plazo como el de Manuel Bartlett y tantos otros nefastos entre nefastos. Todos esos le cancelan chorros de posibles activos circulantes como, Rogelio de la O, Lino Korrodi o Poncho Romo (shhh, por favor, Poncho, no lo digo para que se lo expliques).
El poder multiplicativo del desorden futuro en su corte imperial recibe así un impulso vertiginoso. La posibilidad de que integre un equipo funcional es más remota que la chance de sacarse la lotería tres veces seguidas.
Andrés multiplicó sus viajes por toda la república. Multiplicó sus spots en radio y televisión. Pero como no explica de dónde saca tanto dinero o quién le paga todo, entonces en vez de sumar, termina restando; y dividiendo más a la izquierda honesta, como Cuauhtémoc Cárdenas y Sergio Aguayo por decir algunos.
Ya demostró Andrés prefiere perder que sumar o verse haciendo concesiones. Le pasó en el Estado de México. Estos son los riesgos en los que se embarcan los que se suman. A la hora de la verdad los deja tirados en Reforma. Ya le pasó dos veces. Para el baile vamos.
Los partidos menores obedecen a la lógica del PRI. Suman para borrar mala imagen. Para que el PRI se vea plural y abierto. Por lo tanto, el único partido que realmente es una trucha para toda esta matemática es el PRI. Supo cómo dividir a la oposición desde la aprobación del Cofipe, hace casi 30 años. Si se preocupara por gobernar mal, ganaría todas. Gobierna pésimo y eso le resta todo.