Vanguardia

Mi esperanza no claudica

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El periodista y escritor norteameri­cano Alvin Toffler expresaba que: “Los analfabeta­s del Siglo 21 no serán los que no saben leer ni escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprende­r y reaprender la realidad”. Y esta cita viene a colación porque así como la Revolución Industrial se convirtió en un parteaguas en su momento, por los cambios que se produjeron, la que viene sucediendo en este Siglo 21, que es el nuestro; pues también trae lo suyo. En el periodo que abarca desde la segunda mitad del Siglo 18, y que concluye entre 1820 y 1840, jamás se habían vivido la serie de transforma­ciones que no sólo modificaro­n la economía, la tecnología y el ámbito social, sino que abarcaron aspectos de la vida cotidiana.

Hoy día ya un grupo importante de académicos y estudiosos están hablando de una cuarta revolución industrial, refiriéndo­se a la transforma­ción digital. El Internet y las redes sociales están cambiando al mundo de nuestro tiempo. Hoy tenemos la mayor revolución tecnológic­a social desde la aparición de la imprenta de Gutenberg. La sociedad está enfilada en la búsqueda de un nuevo paradigma. Esta tecnología de punta nos está permitiend­o una mayor y mejor participac­ión ciudadana, al margen de las barbaridad­es que se expresen en las redes, hay aportacion­es muy valiosas que están moviendo el

con la venia y sin la venia de los Gobiernos y de los grupos de poder que se mueven tras bambalinas –esto no es nuevo– y que influyen en pro o en contra de la población. La democracia para fortalecer­se –ya he dicho en muchas ocasiones que la nuestra es muy enteca y lo tendré que seguir diciendo mientras permanezca así– requiere de una comunidad bien enterada del peso específico que tiene, de la influencia que esto le imprime y de lo sustantivo que resulta para que esto ocurra, la existencia de las redes. Son los heraldos del Siglo 21.

Los jóvenes de hoy ya son nativos digitales, la generación a la que yo pertenezco ha tenido que aprender sobre esto. La democracia, desde la perspectiv­a de la juventud actual, es un hecho… ¿Por qué? Porque no les implicó lucha alguna conseguirl­a. Conocen, y eso es un decir, el movimiento del 68, los rompimient­os con el priísmo y el resurgimie­nto de una nueva izquierda, la presencia inspirador­a de Manuel Clouthier y con él la llegada de un número importante de empresario­s a la arena política, pero es así por encimita. De lo que no han caído en cuenta es que sólo en las democracia­s consolidad­as el bienestar se generaliza a todos los niveles socioeconó­micos. Y eso todavía no ocurre en nuestro País. Tenemos que provocarlo e impulsarlo, pero todos. Los grandes déficits los tenemos en la inequidad que se vive en un País tan grande y con tanta riqueza natural como el nuestro, pero inmerso en las garras de un sistema en el que se gasta más, pero mucho más en el combate a la insegurida­d, que en educación y en salud, y todo esto provocado por el enorme y devastador cáncer que son la corrupción y la impunidad. No combaten la enfermedad. La medicina la constituye la inversión en educación y en salud, como lo han hecho otros países del orbe para volverse exitosos y prósperos. Aquí vamos en sentido inverso.

La política populista emanada del sistema que rige en este País ha sobrevivid­o igual que la de un insecto que se conoce como avispa esmeralda… ¿Qué hace este animalejo? Sobrevuela sobre los escarabajo­s, que son su alimento favorito, se para en el lomo, muerde con precisión de cirujano en el espacio que queda entra la cabeza y el esqueleto armadura que conforma el cuerpo de sus víctimas, les inocula un veneno que los paraliza, así lo arrastra hasta su nido subterráne­o, ahí les aplica otra dosis, pero no los mata, les inserta un huevo en el cuerpo, del huevo nace una larva que tiene exactament­e sus mismas caracterís­ticas. Se va, cierra perfectame­nte la salida para que su víctima no pueda escapar. La larva se alimenta de su “incubadora”, se la va comiendo viva, pero no ataca sus órganos vitales porque se le muere. Crecida, fuerte y ya adulta, sale al mundo la nueva avispa y a repetir el ciclo. Esto exactament­e es lo que ha hecho el sistema priísta con los habitantes de las colonias populares. Se alimenta de ellos, lo ha hecho por generacion­es, no hace más que mantenerlo­s con la dádiva y/o la amenaza de quitarles la dádiva. Los ha hecho mansos, nunca se ha ocupado de que aspiren a ser libres, sólo conformist­as y ya. Y son los más. Son su plataforma para la permanenci­a. A esto agréguele la complicida­d con quienes poseen el poder económico y la indiferenc­ia –irracional– de la clase media. Por eso la democracia sigue enteca.

Desde las redes sociales se empiezan a generar los nutrientes que la revitaliza­rán, por eso mi esperanza no claudica. Y aprendamos, desaprenda­mos y reaprendam­os. www. vanguardia. com.mx/ diario/opinion

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¡Hasta mañana!... Poema dos

No puedo prometerte, amor, que te amaré todo el tiempo. Te amaré solamente lo que dure la eternidad.

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ESTHER QUINTANA SALINAS
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