Vanguardia

1. Se espera conferenci­a conjunta de Rubén Moreira y Miguel Riquelme por labor de transición.

- ARMANDO FUENTES AGUIRRE

Los orientales son dueños de una gran sabiduría. Algo tiene el oriente, pues orienta mucho. No en balde la zona alegre de Saltillo ha estado siempre hacia levante, excepción hecha del breve tiempo en que estuvo por el lado del ocaso, en un lugar llamado “Los Padres Santos”. ¡Una zona de tolerancia llamada “Los Padres Santos”! Ironías de la vida, que no se detiene nunca ante los nombres.

Los orientales son muy sabios, sí. Inventaron la pólvora, la brújula y el chow mein. Nueve de cada diez frases célebres provienen del oriente, sobre todo de Confucio. La otra frase es de Napoleón, y debe haberla dicho en Rusia, que ya tiene algo de oriental.

Hablo de todo esto porque acabo de encontrar una frase chinesca que ha sido para mí motivo de gran consolació­n. Dice esa frase lo siguiente: “Al llegar a la edad madura el hombre debe tener estómago prominente a fin de inspirar respeto a los demás”.

¡Qué buena frase! De ser cierta, entonces yo inspiro un gran respeto. Tiendo a ser ventripote­nte, palabra usada por Chesterton, que tenía magnífica barriga. La mía no me avergüenza: si visto guayabera no lo hago para disimular el barrigamen, sino por la calor, como dijo aquella señora que le preguntó a don Dámaso Alonso: -Y dígame, don Dámaso: ¿qué dice la calor? Respondió con un poco de pena el gran lingüista: -Dice, señora, que es masculino. (La verdad, ya lo he dicho, es que se equivocaba el buen don Dámaso. El sustantivo “calor” es preferente­mente masculino, pero puede usarse también en femenino. Quien dice “la calor” no hace ningún agravio al diccionari­o).

La gente que inventa dietas no es gente de confiar. Yo llevo hechas 14 -durante algunas horas todas ellasy ninguna ha sido buena para ponerme en aptitud de usar suéter cerrado. Los uso, de cualquier modo, en el invierno, pero me veo como si me hubiera robado una sandía. Ahora estoy haciendo la dieta del sueño: cuando estoy dormido no como.

Los santos y las santas tienen cada uno su atributo: las llaves de San Pedro; la espada de San Pablo; los ojos de Santa Lucía; la cruz en forma de equis de San Andrés Apóstol; la vellida barba de Santa Liberata; el cuervo de San Elías; el perro de San Roque... Pues bien: el atributo de los señores de mi edad debe ser una barriga bonancible. Algunos no la tienen, ciertament­e, pero eso se debe a las penas de la vida, o al metabolism­o de esos venturosos seres (cosa que se recibe gratis, y que por tanto no es para presumir), o a que han gastado el tiempo de la vida en ejercicios fatigosos que ningún bien le hacen al espíritu.

Yo, por mi parte, voy muy orondo por doquiera con mi lucida panza como gallarda proa de navío. No dudo que alguna vez un médico me dirá:

-Oiga, licenciado: necesita bajar de peso, porque si no...

Y me hará una cumplida relación de los males que sobre mí se abatirán por causa de mi inocente panza. Pero ese tiempo no llega todavía. A lo mejor de repente doy el cuartazo, como decía Pablito Valdez Hernández. Pero voy a llegar sin hambre al otro mundo.

Por lo pronto, cuando alguien me hace notar la prominenci­a de mi barriga le contesto:

-No es panza. Es callo sexual, resultado de tanto frotamient­o.

Y punto.

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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

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