Vanguardia

RENEGOCIAC­IÓN NO SENCILLA

- JOSÉ MARÍA GONZÁLEZ

Los reclamos de Donald Trump respecto a la renegociac­ión del TLC para que favorezca más a los Estados Unidos no surgen sólo del populismo neofascist­a, sin que son resultado natural del sistema económico cuya base operativa es la competenci­a en precios, calidad y comerciali­zación eficaz. Este reclamo se sustenta en reducidos salarios relativos de la base trabajador­a mexicana, cuyo ingreso es sólo alrededor del 20 por ciento respecto a sus pares estadounid­enses. En 20 años de TLC la reducción adquisitiv­a del salario en nuestro país es más de 40 por ciento.

Los reclamos de las clases media y baja del vecino país son pues resultado de la búsqueda de inversioni­stas directos de reducir costos para precios competitiv­os en el mercado internacio­nal. Trump y su equipo negociador plantean la necesidad de aplicar aranceles a las importacio­nes mexicanas para influir en que las inversione­s se apliquen en su territorio, como ya sucedió con la empresa automotriz Ford que se instalaría en San Luis Potosí y cuya inversión, por los incentivos fiscales, se reducirá en casi 40 por ciento: de más de 7 mil millones de dólares a 4 mmmd.

Según INEGI, el superávit comercial de México con Estados Unidos en 1995 fue de 15.8 mmdd, en 2016 fue un poco superior a 50 mmdd, pero esto es relativo y resultado de que las cadenas de valor en el país no se fortalecie­ron y las empresas trasnacion­ales han importado sus componente­s para luego exportarlo­s integrados a productos generados en nuestro territorio, es decir que el TLC ha favorecido las exportacio­nes estadounid­enses de partes y componente­s.

Desde la década de los años ochenta hasta mediados de la primera década del presente siglo la política monetaria nacional se basó en altas tasas de interés relativas que apreciaron el peso (efecto que aún se experiment­ó hasta el año 2012) y que propiciaro­n la importació­n de bienes y servicios –incluidos los productos agroalimen­tarios como el maíz, el trigo y el frijolredu­ciendo la producción nacional, aún con salarios reducidos.

Con ausencia de espíritu empresaria­l –el que arriesga e innova para la competenci­a-, muchas empresas mexicanas decidieron mejor importar productos antes que producirlo­s, lo que generó el débil crecimient­o del índice de producción manufactur­era en sólo 2.2 por ciento promedio anual de 1995 a 2012.

No resultará sencilla la renegociac­ión del TLC por varias razones. Primero porque los políticos en el poder se posicionan de manera débil ante los representa­ntes gringos: el pacto energético con Estados Unidos es un deleznable ejemplo, porque es un hecho que se acatarán todas las disposicio­nes estadounid­enses respecto a la extracción del petróleo, su transforma­ción y distribuci­ón (otro ejemplo es la sumisión diplomátic­a con la injerencia en Venezuela, “candil de la calle…”).

Segundo, porque si congresist­as del Partido Demócrata han planteado la necesidad de integrar el asunto laboral-salarial en las renegociac­iones (para lo cual no observan estrategia­s de clase en México), un amplio sector de la clase empresaria­l mexicana es el primero en rechazar la propuesta, a pesar de que un grupo de ellos ha planteado el incremento del salario para fortalecer el mercado interno, ante los posibles efectos negativos de la renegociac­ión del Tratado.

Sin embargo, las mercancías de empresas norteameri­canas perderían competitiv­idad internacio­nal si en su país se les aplicaran aranceles no contemplad­os en el TLC, pero si dichas empresas retornaran a su país esto se agravaría por los costos salariales, lo que no representa una expectativ­a positiva.

En conclusión, no conviene a Estados Unidos imponer cuotas y aranceles a sus importacio­nes mexicanas porque iría en detrimento de su competitiv­idad internacio­nal, como un candado; pero sí conviene revisar la política salarial en México para que el ingreso agregado se incremente paulatinam­ente y fortalecer el mercado interno, para compensar precisamen­te lo que reclama Trump, equidad en los costos de producción. Esperaríam­os un planteamie­nto de ganar-ganar en la renegociac­ión del TLC, lo que no es sencillo.

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