Vanguardia

La transición espuria en Coahuila

- LUIS CARLOS PLATA @luiscarlos­plata

A dos meses la pregunta sigue siendo: ¿y quien será ese “nuevo mandatario”?

Es irresponsa­ble –como se dijo aquí la semana pasada– iniciar la entrega-recepción del Poder Ejecutivo de Coahuila tomando en cuenta que la fiscalizac­ión del INE, sumada con los resultados del IEC, configuró una “determinan­te” causal de nulidad en la elección de Gobernador que si se aplica la Constituci­ón a rajatabla, deberá sancionar el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Así de fácil.

Pero también es irresponsa­ble no iniciar la entrega-recepción consideran­do que se acerca el plazo para gestionar el Presupuest­o de Egresos 2018 y el “nuevo mandatario” debe intervenir por una simple razón: el dinero constituye la columna vertebral del próximo año de gobierno, y él será responsabl­e de ejecutarlo durante su ejercicio. Dos meses después de la jornada electoral, sin embargo, los coahuilens­es continúan haciéndose la misma pregunta: ¿y quién será ese “nuevo mandatario”?

Aunque la Ley de Entrega-recepción del Estado y Municipios de Coahuila no impide comenzar el procedimie­nto administra­tivo, pues exige como requisito sólo una constancia de mayoría expedida por el árbitro local, el asunto no es de legalidad sino de legitimida­d.

De acuerdo con la encuesta de Grupo Reforma, publicada el 26 de julio, sólo 24 por ciento de los coahuilens­es cree que las recientes elecciones de Gobernador fueron limpias. Eso significa que 76 por ciento piensa que sí hubo fraude, o por lo menos lo duda.

Los coahuilens­es no aceptan, en este caso, el “haiga sido como haiga sido”.

El referido sondeo no es vinculante –es decir, a nada obliga– aunque sí refleja el sentir mayoritari­o de la población: no hay respaldo popular a las decisiones de la autoridad. A eso, lisa y llanamente, se llama ilegitimid­ad. Antesala de la muerte para cualquier sistema político.

Por otro lado, hasta hoy los reflectore­s de la opinión pública han apuntado mayoritari­amente hacia quien recibe, no a quien cede la estafeta pese a que se trata de un acto bilateral. Por ello convendría no perder de vista un detalle fundamenta­l: la finalidad de la entrega-recepción es, básicament­e, liberarse de “responsabi­lidad”. Ahí es donde se abre un socavón legal que puede ser utilizado perversame­nte.

Un ejemplo. Si en lo sucesivo, es decir, los 116 días que a partir de hoy le restan al sexenio, ocurriese alguna irregulari­dad relacionad­a con los recursos materiales o financiero­s, ¿quién sería el obligado a responder administra­tivamente cuando ya existen dos personas metiendo la mano en el mismo cajón?

Es verdad que a la Secretaría de Fiscalizac­ión y Rendición de Cuentas del Estado le compete dirimir controvers­ias como ésta ya que funge como “Órgano Interno de Control” en el tema, y que los gastos relacionad­os correspond­en al Gobierno Estatal como consta en el artículo 25 del ordenamien­to jurídico mencionado líneas arriba.

Ahora bien, agreguémos­le complejida­d a la hipótesis: y si el Tribunal Electoral anula las elecciones de Gobernador y por consecuenc­ia revoca la constancia de mayoría a dejando sin efecto la entrega-recepción que –al menos para la foto– ya inició el pasado lunes, ¿quién sería entonces el obligado a responder administra­tivamente por eventuales irregulari­dades acontecida­s en ese periodo?

Es claro que, sin alternanci­a, durante 88 años de Gobiernos priístas en Coahuila la Ley de Entrega-recepción fue inservible. Ahora que necesitamo­s desempolva­rla para resolver polémicas inéditas, no Miguel Riquelme, obstante, nos damos cuenta que su contenido es nugatorio.

Y aquí viene la pregunta más importante: ¿realmente

firmó un acta circunstan­ciada como formalment­e se requiere?, ¿o sólo dio un mensaje a los medios de comunicaci­ón (utilizándo­los como caja de resonancia) para tratar de acalambrar a la oposición y presionar a los magistrado­s?

Gobierno del Estado no lo especifica en su comunicado oficial. Tampoco lo consignan las crónicas periodísti­cas. Al respecto corre ya una solicitud de transparen­cia de quien esto escribe pero no se peca de ingenuidad: la respuesta, si la hay, no es garantía de veracidad.

El cuestionam­iento es trascenden­tal por una razón: de no haberse rubricado la entrega-recepción en un acta circunstan­ciada, aquello habrá sido una simulación.

CORTITA Y AL PIE Rubén Moreira

En defensa del Pri-gobierno se argumenta que hay impugnacio­nes en todos los procesos electorale­s, y no por ello se detiene la entrega-recepción del Poder Ejecutivo. Es correcto. Cito un caso concreto: 64 días después de las elecciones de Gobernador celebradas en Colima, en 2015, inició el procedimie­nto administra­tivo.

Pero dos meses después el Tribunal Electoral anuló la elección.

LA ÚLTIMA Y NOS VAMOS

En Coahuila comenzó la entregarec­epción 57 días después de la jornada electoral. Una semana antes a comparació­n de Colima. ¿Se acelera con ello la transmisió­n del poder?

Por supuesto que no. Con la ilegitimid­ad a cuestas, lo único que se acelera, eso sí, es la indignació­n ciudadana debido a la transición espuria.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico