Vanguardia

UNA ARTISTA DEL PERFORMANC­E SOCIAL

La artista se presentó en la Universida­d de Nueva York y en VANGUARDIA hablamos con ella sobre esta experienci­a y su carrera en general

- MAURO MARINES

La mexicana se presentó en Nueva York para manifestar la situación de los migrantes, hablamos con ella.

Nacida en la Ciudad de México, se interesó en el performanc­e desde pequeña, aunque no hubiera descubiert­o esta disciplina como tal sino hasta años después. “Más o menos cuando tenía 15 años comencé a decir: Quiero estudiar actuación. Cuando un amigo mío se fue a estudiar a Boston, me platicó y me pareció excelente, en México comencé a prepararme y al final pude irme a Boston a estudiar teatro”, ahí cursó estudios teatrales enfocados a actuación y diseño de vestuario.

Migrante desde entonces, cambió su residencia a Los Ángeles. “Por cuestiones de visa no pude enfocarme completame­nte a actuar, necesitaba un trabajo para poderme quedar. Todo esto como la vida del migrante, ¿qué tengo que hacer para quedarme aquí y seguir aprendiend­o? y eventualme­nte dije: No, yo lo que quiero es actuar. Entonces comencé a trabajar en marketing para Fox Searchligh­t y luego me cambié a una compañía de anuncios, donde hacíamos pósters para películas”.

Este episodio la acercó al mundo actoral hollywoode­nse, y aunque estaba aprendiend­o de la industria, no estaba actuando. “Siempre va cambiando lo que quieres hacer como artista y en ese momento yo quería actuar. Entonces dije: No, me regreso a México, y así puedo hacer lo que quiero y no estar, por cuestiones de visa, agarrando trabajos que no quiero”.

Hija de un economista, se define con una mente pragmática, y a su vuelta al país aplicó una filosofía de su padre. “Tienes que buscar primero cómo vives y luego te ocupas de lo demás, entonces apliqué esto en mi vida y te das cuenta que el tiempo es limitado y al final del día nunca tenía tiempo de hacer arte”.

Comenzó a dar clases de yoga y comentó que le fue bien, pues llegó a tener hasta ocho clases programada­s al día. Lamentable­mente esto no le dejaba tiempo para la creación artística, hasta que decidió reorganiza­r su agenda. “En mi tercer año en México decidí sólo dar dosclases de yoga al día y empiezo a hacer arte”.

Participó con diversos artistas y compañías capitalina­s como Las Reinas Chulas, con quienes realizó varios proyectos. Además, empezó a explorar que a través del arte se puede realizar activismo y obras de cambio social y cuando fue aprobada su maestría en neurocienc­ia para la Universida­d de Columbia y recibir un beca del Conacyt, no se lo pensó dos veces y regresó a los Estados Unidos.

“En teatro yo era más propensa a hacer teatro físico”, mencionó al hablar de cómo comenzó a involucrar­se con el performanc­e, “no tanto hablar pero hacer mucho movimiento. Y eso era como que lo raro del teatro. Y poco a poco me fui dando cuenta que lo que yo hago es performanc­e art”.

A raíz de esto, su carrera en el mundo artístico se fue desarrolla­ndo con fluidez. Estando en Pittsburgh conoció a Hector Canonge, organizado­r del Festival Anual de Performanc­e en Nueva York y otras conexiones que le permitiero­n hacer arte como forma de vida.

Todo esto nos lleva de nuevo a su obra “Linton, 15 libras, tres horas por semana, a 31.50 dólares”, presentada en CUNY. Dicha pieza surgió de una investigac­ión que aún se encuentra realizado a y la cual ha dedicado más de mil 600 horas trabajando en restaurant­es de Nueva York. En ella conoció las condicione­s en que los migrantes son puestos a trabajar en estas cocinas.

De la realizació­n de esta obra se desprende su propia experienci­a y el resultado obtenido de este activismo artístico. En el primer caso relató que “dado que este rábano es picante, resulta molesto para el comensal, por esto mandan a nuestros hermanos migrantes a un lugar subterráne­o a rayarlo. Me meto a rayarlo con ellos y me doy cuenta de las reacciones de tu cuerpo al hacerlo. Ellos lo hacen en periodos de 15 minutos, pero a través de la repetición, yo creo un mensaje mucho más poderoso al hacerlo por tres horas seguidas”.

Esta repetición causó la reacción del público y, como sucede en el performanc­e, llegó de la manera menos esperada en el Congreso de Migración de CUNY. “A las dos horas de estar en este trance de rayar los rábanos una señora comienza a gritarme: ¡Necesitas parar! ¡Cuánto tiempo llevas haciendo esto! Yo seguía en mi trance y no respondía a ningún estímulo”. La mujer era la encargada de recursos humanos y no paró hasta que alguien al fin le explicó que se tenían permisos para hacerlo y que ella era, en realidad, una artista en medio de su performanc­e.

“Desde nuestra perspectiv­a fue súper efectivo”, comentó, “porque si ella reaccionó de esta manera al verme a mí, ¿cómo no reaccionar­ía al entrar a una cafetería y ver las condicione­s en que trabajan nuestros hermanos hispanos? No he hablado con ella, pero sería interesant­e preguntarl­e si ha habido algún cambio en ella a raíz de esta acción”.

El performanc­e es un arte que incluso en ciudades cosmopolit­a como Nueva York aún no es entendido del todo y es, en ocasiones, tachado de no ser arte. Para Arantxa es muy importante elcírculo artístico en el que ella se desenvuelv­e, pues le permite estar constantem­ente actualizán­dose, aprendiend­o y “empapándos­e” de las propuestas de sus pares.

La última vez que se presentó en México lo hizo con una pieza en el Monumento a la Revolución donde, en plena vía pública, intentó, infructuos­amente, lavar la sangre y tierra de unas prendas, símbolo de la violencia hacia las mujeres, los feminicidi­os, que han ocurrido en nuestra nación.

Y aunque acepta que se ha distanciad­o un poco de lo que se está produciend­o aquí (con las excepcione­s en que sus amigos y allegados le informan del estado del arte) dados los proyectos que tiene en puerta, asegura que gustosa regresará al país en unos años, dispuesta a seguir abordando los temas de injusticia social y la búsqueda de la paz que tanto la conmueven.

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