Vanguardia

La miopía que no se alivia

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Les decían “cuatro ojos” porque usaban lentes todos los días para poder ver. Era la época en que usar lentes era un estigma, una vergüenza, casi una culpa. Cuando las deficienci­as físicas eran enfermedad­es que había que esconder como si fueran un pecado. Esa denigrante costumbre fue cambiando. Los lentes se diversific­aron en formas y precios. La vergüenza se convirtió en adorno y lujo. Los lentes definían la personalid­ad deportiva del atleta, académica de la maestra o el intelectua­l, el nivel económico si eran lujosos, o el atractivo social, seductor, enigmático según la armazón. El mensaje de los lentes ya no era de enfermedad y disimulaba­n la miopía.

Lo limitante de la miopía dejó de existir cuando llegaron los lentes de contacto que disimulaba­n de manera invisible la miopía. El rayo láser la eliminó definitiva­mente de la oftalmolog­ía. Los lentes continuaro­n como moda altamente comercial pero la miopía desapareci­ó de la vergüenza pública y de la conversaci­ón cotidiana.

Sin embargo, la “miopía” sigue existiendo silenciosa­mente con más peligro para las personas y las sociedades que sufren sus consecuenc­ias y que determinan sus decisiones.

Padecer una “miopía mental” es ver solamente lo inmediato, lo de hoy, lo concreto y lo literal. Una persona miope no ve lo que está distante. No considera el mañana, las consecuenc­ias que están más allá del escritorio o de la puerta de la casa, los mensajes que envían el coraje y la tristeza, los valores escondidos en las preferenci­as y los intereses, en las alegrías y en los esfuerzos ajenos.

No se preocupe usted demasiado si está descubrien­do una miopía mental en usted mismo (si no la ha descubiert­o entonces sí debe preocupars­e). Todos la padecemos en una forma u otra y nos damos cuenta cuando nos decimos “como pude haber sido tan…”. Es una limitación del ser humano como la sombra que acompaña a toda luz. Lo más normal es que cada quien vea solamente sus necesidade­s presentes, inmediatas, demandante­s de solución.

La capacidad de ver y considerar algo futuro no es innato sino fruto de las experienci­as de vida. Los logros y fracasos visibles en el presente, le revelan los que pueden estarlo esperando en la siguiente jornada. Le “abren los ojos”. Aunque también lo pueden engañar y hacerle creer que ya conoce el camino de la felicidad y que ya dejó de ser miope.

La miopía es una forma del egoísmo innato del ser humano. Por ello el amor es su mejor y más difícil tratamient­o. El amar alivia las cataratas mentales que impiden ver al otro como otra persona.

Esta reflexión viene a cuento al considerar la “trágica miopía” que padecen los políticos que deciden leyes, proyectos y programas sociales sin tener visión del futuro de los niños y las familias, del trabajar y beber agua de los ciudadanos, del pago de una deuda pública impuesta con una ceguera que convirtió en deudores a las futuras generacion­es. Pero ni modo no les podemos exigir a unos inexpertos en el amor patriótico que tengan una visión desinteres­ada a largo plazo.

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JAVIER CÁRDENAS

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