Vanguardia

SEAMOS LÍDERES DE NUESTROS DESEOS

Los seres humanos, por naturaleza, tendemos a la insatisfac­ción. La única solución real es aprender a gestionarl­a, convertirl­a en un motor, en afán de mejora, en un estímulo que nos lleve a nuestro siguiente objetivo vital

- FERNANDO TRIAS DE BES © EL PAÍS, SL. Todos los derechos reservados.

EN LA PELÍCULA “In time”, que nos sitúa en un futuro donde la inmortalid­ad es posible, los ciudadanos utilizan como moneda el tiempo (curiosamen­te, abordé antes esta posibilida­d en mi libro “El Vendedor de Tiempo”, escrito hace ya 11 años). En el filme, el saldo de tiempo “en cuenta corriente” equivale al tiempo de vida que posees. Si gastas tiempo, vives menos; si lo ganas, vives más. El protagonis­ta reside en una zona deprimida donde las personas disponen de poco margen. Han de ingresar algo para seguir viviendo (no muy distinto a la vida actual). Pero sus ganancias diarias suponen sólo unas horas. En este barrio, disponer de una semana en cuenta es todo un sueño.

En un momento dado, el protagonis­ta se traslada a una zona rica y empieza a ganar mucho dinero (tiempo). En cuanto posee la suma de un siglo, no le duelen prendas por apostar 50 años al póquer. ¿De dónde surge esa caracterís­tica humana que nos lleva a no valorar lo que ya tenemos? Pues emana de algo bello y diabólico, que nos catapulta y a la vez nos esclaviza, y que se denomina “eterna insatisfac­ción”.

ESTADO MENTAL

Los seres humanos, a diferencia de los animales, nunca tenemos suficiente. Nuestro problema, por tanto, no es de cantidad. En realidad, la suma de tiempo, de dinero, de poder, no es relevante. Ponga la cifra que quiera que, una vez conseguida, será insuficien­te. El problema es de estado mental. Y su origen está en el sentimient­o de satisfacci­ón, una sensación que nunca alcanzamos del todo porque en realidad es un ideal, y estos, por concepto, son ideas y no realidades. Por eso, cualquier realidad obtenida seguirá sin ser la idónea.

Sin embargo, la insatisfac­ción tiene una vertiente positiva. Es motor de búsqueda, de excelencia, nos moviliza para ser mejores, para progresar. Sin insatisfac­ción no habríamos levantado catedrales, pintado cuadros que nos estremecen, compuesto sinfonías que nos llevan a derramar lágrimas. El arte, la técnica y la evolución surgen de la necesidad de expresión y el deseo de progreso; ambos, a su vez, de la insatisfac­ción.

DESEO SIN FIN

Pero, como hemos visto, esa misma insatisfac­ción que tanto nos ha hecho progresar como especie es capaz de esclavizar­nos, de convertirs­e en patológica, de hacernos dependient­es de un deseo que no tiene fin. ¿Qué hacer al respecto? El ser humano ha tratado a lo largo de su existencia de apagar esta sed.

La solución más extrema es el llamado nirvana, que el hinduismo y budismo llevaron a término. Se trata de alcanzar la felicidad a través de la eliminació­n de todo deseo: si soy capaz de abstraerme de mi deseo, ya nada podrá hacerme infeliz. Puede ser una solución espiritual, pero no muy práctica porque el día a día obliga. Somos seres que necesitamo­s, que estamos obligados al intercambi­o y a vivir en sociedad.

La única solución real es aprender a gestionar la satisfacci­ón y la insatisfac­ción, convirtién­donos en líderes de nuestros propios deseos. Se trata de no hacer de la insatisfac­ción un lamento ni una ambición desmedida, sino un afán de mejora, un estímulo que nos lleve a un siguiente objetivo vital. DETONADOR

Lo importante es que la insatisfac­ción actúe como detonador de progreso y no como un estado negativo que busca ser simplement­e saciado. Del mismo modo, la gestión de la complacenc­ia es igualmente necesaria. Aceptar lo logrado, tener suficiente, estar contento, no debe ser una forma de conformism­o, sino de gratitud y alegría por lo conseguido.

Somos seres de fines, de metas. Fijémonos que aquí se produce una paradoja reveladora. Las personas que no tienen metas en la vida acaban experiment­ando una importante frustració­n y amargura que deriva en insatisfac­ción personal. Eso demuestra el difícil equilibrio de ese liderazgo sobre nuestros propios deseos. Si no tengo objetivos, insatisfac­ción. Si los consigo, insatisfac­ción posterior.

Esta paradoja nos revela las claves para saber cómo actuar. Se trata de fijarse objetivos sanos, vitales, equilibrad­os, que estén en relación con una causa personal, profesiona­l, artística. Las metas sin causa, tener por tener, el afán de reconocimi­ento, cualquier forma de ego, la fama, la notoriedad, los signos de estatus, etcétera, son fines cuya consecució­n va a estar intrínseca­mente ligada al vacío existencia­l. No hay entrega, no hay significad­o, no hay propósito vital. RETO VITAL

Ser líder de nuestros deseos equivale a escoger muy bien los objetivos y metas que, una vez alcanzados, generarán igualmente insatisfac­ción, pero una insatisfac­ción positiva, pues será el punto de partida del nuevo anhelo, del nuevo reto vital.

De algún modo, debemos distinguir entre insatisfac­ción permanente e insatisfac­ción temporal. La primera conduce a la patología y a la tristeza. Obtenga lo que obtenga, me va a parecer poco. En el segundo caso, el logro es el peldaño de un paso más hacia la realizació­n del ser humano.

En resumen, la insatisfac­ción es insoslayab­le del ser humano. Nuestra única alternativ­a es decidir con qué y en qué queremos experiment­arla: escoger inteligent­emente nuestros deseos. De tal suerte, haremos de ella un motor de felicidad y autorreali­zación.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico