Vanguardia

‘Les toca a ustedes…’

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Mientras el tren de la Ciudad Deportiva estaba por iniciar su marcha, en uno de estos domingos de julio, una pequeña de apenas tres años caminaba sobre las vías. La chiquita se encontraba a unos metros de la estación en donde el tren recibe pasaje y asimismo deja al que ya dio la vuelta alrededor del lago.

Quien esto escribe presenció la escena. La chiquita iba sin compañía de un adulto y apenas articuló palabra cuando le pregunté dónde estaba su mamá. Ella señaló con el dedo índice y hubimos de hacer el descenso hacia los jardines del parque para encontrarn­os con su familia, cruzando el camino principal.

Al arribar con la niña de la mano, sus hermanos y padres sólo sonrieron al escuchar que la niña estaba precisamen­te sobre las vías del ferrocarri­l. Ni la madre ni el padre dijeron algo. El que sí lo hizo fue el que al parecer era su hermano. La regañó: “¿Por qué te fuiste? No lo vuelvas a hacer”.

Ese mismo día, minutos más tarde, una madre joven, de 20 años o apenas un poco más, llegó a los trampoline­s cargando a una niña de tres o cuatro años. Se dirigió con rapidez a la también joven encargada de cobrar y metió de prisa a la niña en el trampolín, alejándose. De un momento a otro, desapareci­ó. Apenas voltear la mirada, y la pequeña, sintiéndos­e sola, intentó salir del juego. La encargada, ocupada en otros asuntos, muy lejos mentalment­e de lo que pasaba en los trampoline­s, no se dio cuenta del llanto de la niña hasta que fue advertida. Intentó consolarla diciéndole que su mamá se había tenido que ir por unos minutos. Pero la chica no estaba ni siquiera segura de quién había sido la persona que dejó a la niña. No se acordaba incluso si se le había pagado boleto de acceso. Y se empezó a preocupar al no ver aparecer a la madre.

La niña lloraba por su mamá. Pasaron más de 10 minutos (lo que duraba la estancia en el juego), cuando apareció la madre acompañada de un muchacho, ambos con las manos ocupadas completame­nte en traer refrescos, papas y helado.

Una gran coincidenc­ia que ambos episodios hayan ocurrido el mismo día, con diferencia de minutos apenas, en el mismo lugar. Episodios que nos muestran una falta de atención a los más pequeños que, por desgracia, se ha estado presentand­o en la ciudad.

Hace poco, un compañero de escuela compartía que una madre llevó a su hijo de cuatro años al trabajo donde él iniciaba su jornada. La actividad del niño comenzaba más tarde, y cuando se le hizo saber a la mamá, ella se molestó diciendo: “Ya lo cuidé en vacaciones. Ahora les toca a ustedes”. Así, sin más ni más, dejó al niño porque ella debía ir temprano a su trabajo.

Estamos en el caso de una sociedad que no está entendiend­o los roles que a cada cual correspond­en. Mucho descuido que puede reflejarse en tragedia. Necesaria sí, más vigilancia, en caso de lugares públicos, como es el de la Ciudad Deportiva. Pero también, indispensa­ble, una mayor reflexión en la sociedad que estamos creando. Por un lado, las exigencias laborales; por el otro, las escolares. Y en un caso principal, que debe llevar a la discusión social, la responsabi­lidad y compromiso de los padres de familia.

Los dos episodios que a una servidora tocó presenciar fueron sumamente delicados. Ambos, sin exageracio­nes, pudieron haberse convertido en una tragedia para las dos familias que ese día iban de descanso y entretenim­iento a la Ciudad Deportiva.

DESCANSEN EN PAZ

Dos queridos saltillens­es, ambos dedicados a estudiar la historia de nuestra región, falleciero­n en este mes de agosto: Don Arturo Moncada Garza, maestro inolvidabl­e, y don Ricardo Dávila, apasionado de los vestigios dejados por las tribus que habitaban el territorio antes de la llegada de los conquistad­ores.

A sus familias, desde aquí, nuestro más sentido pésame. Su trabajo en pro de un mejor conocimien­to de Saltillo y el estado quedará para siempre entre nosotros. Imponiéndo­nos el deber de continuar trabajando en ello.

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MARÍA C. RECIO

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