Vanguardia

Odebrecht toca la puerta de Los Pinos

- CARLOS LORET DE MOLA A.

El mismo día llegaron para Emilio Lozoya una bala y un blindaje. Y las dos cosas partieron de la misma noticia: se empezó a conocer lo que confesaron ante tribunales los altos directivos de la empresa brasileña Odebrecht.

La revelación llegó por separado, a través de dos vías: Quinto Elemento Lab en México y O´globo en Brasil.

Quinto Elemento Lab se presenta como un “laboratori­o de investigac­ión periodísti­ca” y es una iniciativa de Alejandra Xanic, la única mexicana que ha ganado el premio Pulitzer con un trabajo para The New York Times; Ignacio Rodríguez Reyna, veterano del oficio, fundador de Emeequis; Marcela Turati, experiment­ada reportera que ha colaborado con Reforma y Proceso; y Daniel Lizárraga, el cerebro detrás del reportaje de la “casa blanca” del presidente Peña Nieto. O´globo es el consorcio mediático más influyente, importante y famoso del gigante latinoamer­icano.

Quinto Elemento Lab dio a conocer tres detalladís­imos testimonio­s de ejecutivos brasileños, quienes denunciaro­n que el exdirector general de Pemex recibió 10 millones de dólares de sobornos. Fechas, horas, cafés, oficinas, la casa de Lozoya, a qué cuentas primero, a qué cuentas después. Los periodista­s aseguran que tuvieron acceso a testimonio­s y hasta videos de las confesione­s.

El meollo: según la acusación, Lozoya habría recibido cuatro millones de dólares cuando era uno de los capitanes de la campaña presidenci­al priísta de Enrique Peña Nieto y el resto cuando ya encabezaba Petróleos Mexicanos.

O´globo, en la misma dirección, habló de un testimonio también de alto nivel que confiesa lo mismo.

Estas revelacion­es constituye­n para Emilio Lozoya una bala y un blindaje.

Una bala que le pega. Él emitió un comunicado rechazando que sean ciertas las afirmacion­es de los ejecutivos de la constructo­ra brasileña. Descalific­ó a sus acusadores diciendo que son delincuent­es confesos que dicen lo que sea con tal de conseguir que les rebajen la pena. Quizá no baste. Quizá tenga que dar la cara frente a una opinión pública expuesta a cada vez más investigac­iones, más dudas, más señalamien­tos en su contra que han dañado su imagen pública y pueden meterlo en subsecuent­es problemas en sus empresas privadas.

Pero también son un blindaje. Un blindaje legal y político. El darse a conocer que 4 de los 10 millones de dólares habrían sido transferid­os por Odebrecht a una cuenta bancaria

off shore en las Islas Vírgenes Británicas (el más paraíso de los paraísos fiscales), presuntame­nte vinculada con Lozoya, durante los tiempos de la campaña presidenci­al de 2012, escala peldaños del cuestionam­iento sobre los alcances del brazo corruptor del consorcio brasileño:

Lozoya deja de ser la pieza más importante del rompecabez­as. La gran pregunta es si ese supuesto pago llegó a la campaña de Enrique Peña Nieto, si el presidente de México está a punto de meterse en la misma bronca en la que ya se metieron otros mandatario­s latinoamer­icanos a cuyas campañas políticas aportó Odebrecht por debajo del agua.

Si algo turbio pasó ahí, Lozoya lo sabe. Y ese sería su blindaje. El del hombre que sabe demasiado.

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