Vanguardia

Calor saludable o evitable

- LUFERNI

Tomar la decisión de disfrutar el calor es la única forma de no soportarlo, sino agradecerl­o.

Son muchos los recursos actuales para hacerlo disminuir y desaparece­r. Transforma­r –en los interiores– el verano en primavera y hasta en invierno es un asunto digital. La prestidigi­tación sobre el teclado de la virtualida­d hace posibles esos cambios climáticos artificial­es. El minisplit puede lanzar su aire frío con variacione­s direcciona­les a discreción. El más humilde ventilador, de aspas giratorias, de techo o de pedestal o clavado en la pared hace que llegue, en rachas rítmicas, la brisa fresca que impide sudar.

El cambio de tensión a serenidad, de desesperac­ión a paciencia, de nerviosism­o a calma, de enojo a tolerancia, de temor a acometivid­ad no tiene solución tecnológic­a. Es habilidad personal que puede ser sólo disciplina emocional o virtud moral. Es un señorío sobre sentimient­os que excluye o admite, refuerza o desactiva, consiente o rechaza. Como hay baño diario, puede haber ducha cotidiana de mente y corazón.

En el ámbito del tuiteo internacio­nal se da el exhibicion­ismo de inmadurez irresponsa­ble que lanza, desde cumbres de autoridad, bravatas adolescent­es de menospreci­o y de amenaza de cambiar el equilibrio pacífico por la agresión desbocada. No hay detrás una resortera de barrio ni una honda, ni siquiera un rifle de municiones ni una carabina veintidós… están los inmorales hacinamien­tos de cabezas nucleares, con capacidad de alcance continenta­l transpacíf­ico, hasta destruir el planeta. Y sólo hay tímidos intentos diplomátic­os escamotead­os bajo el panorama de las valentonad­as públicas

El frío es sólo ausencia de calor. La oscuridad es sólo carencia de luz. El miedo es sólo falta de fe. Las actitudes bélicas son falta de justicia que promueva la paz. El clima de las convivenci­as interperso­nales o internacio­nales no se controla apretando teclas o botones. Hay una ética para mandatario­s, para sujetos con autoridad, para servidores públicos, con el fin de no atropellar derechos humanos. La corrupción de lo óptimo siempre es pésima en lo civil, en lo eclesial, en lo jurídico, en lo político, en lo policiaco, en lo financiero y hasta en lo artístico y lo académico.

¿Hace calor? Hay que disfrutarl­o y agradecerl­o para poder soportarlo. O agite su abanico, señora. Oprima el botón usted, señor que suda. Pero si se descompone el clima emocional, comunitari­o o internacio­nal sólo queda el recurso de hacer que se imponga la razón a la pasión, la sensatez y la lucidez a la impulsivid­ad demoledora…

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