Vanguardia

UNA VERDADERA HISTORIA DE TERROR

- JESÚS PEÑA

Hay historias que me han dado

miedo y una de esas es la del joven que le cortó la cabeza a su tía abuela con un hacha.

Sucedió en el ejido Emiliano Zapata, de Jiménez, Coahuila hace poco más de un año.

Esta historia, le digo, sí que me dio escalofrío.

Nomás de entrar en aquel poblado solitario, boscoso y sombrío, rodeado de canales viejos, se me enchinó la piel.

Luego la gente tan huraña, desconfiad­a, con el susto reflejado todavía en las pupilas, imagínese que ocurra un asesinato de esa magnitud en un pequeño caserío, es para morirse de terror.

Los pocos que accedieron hablar de aquel crimen espantoso lo hacían por lo bajo, como si temieran que alguien los escuchara.

Aún tengo vívidas en mi cabeza las escenas que me contaron de un muchacho yendo por los senderos del pueblo con la cabeza de su tía abuela en la diestra y el filo de una hacha en la izquierda, diciendo a todo el que se le atravesaba: “ahora sigues tú”.

Me llevó varios días con sus noches escribir aquella crónica, en realidad no encontraba las palabras para narrar tanto horror.

Y cuando la oscuridad caía en mi cuarto bastaba cualquier ruidito, el crujido de un mueble, un coche que frenaba en la calle, para estremecer­me, sobresalta­rme de pavor,

Al parecer había sido la adicción a las drogas la culpable de que aquel jovencito enloquecie­ra y decapitara a su tía abuela, una mujer bondadosa, trabajador­a, a quien el pueblo de Zapata le profesaba un gran cariño.

Nadie diría que su cabeza iba a terminar encima de un rotoplás y su tronco tirado en medio de su solar; su verdugo corriendo por el monte con la Policía pisándole los talones.

Por aquellos días intenté entrar en el penal de Piedras Negras para platicar con aquel muchacho y que me contara su versión sobre aquel asesinato tan tremendo. No me dejaron. Ya le digo, una historia que me caló hasta los huesos y alguna noches me hizo tener pesadillas.

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