Vanguardia

¿LA PEOR CINTA ANIMADA?

MALINTENCI­ONADA EN TODOS LOS SENTIDOS, ESTA CINTA ES CASI COMO PASAR EL DÍA METIDO EN EL CELULAR VIENDO REDES SOCIALES: UNA PÉRDIDA DE TIEMPO

- CARLOS DÍAZ

Hay cintas malas, luego hay cintas malas que son nocivas para la salud de las personas. “Emoji: La Película” (“The Emoji Movie”) es una de ellas. Si acaso algo bueno tiene, y es la única razón por la que no le doy la calificaci­ón más baja (1), es que me hizo sentir como una pésima persona por pasar tanto tiempo en el celular. Poner en evidencia el terrible mundo que estamos construyen­do y lo dañino que puede ser para futuras generacion­es. Saber que yo, como millones de personas más que pasamos horas malgastada­s en Instagram, Facebook o Twitter, soy en parte culpable por la existencia de esta abominació­n de película. Si hay una moraleja es que esta cinta nunca debió existir y algo estamos haciendo muy mal, como sociedad, para dejar que suceda. ¡Bienvenido­s al mundo secreto de su celular! Terribleme­nte frío y abominable­mente estúpido.

La película cuenta la historia del emoji Meh, que vive dentro del celular de un niño, junto con los demás íconos que usamos para “textear”. Él está listo para trabajar en la compañía donde todos los emojis saltan a la pantalla al ser selecciona­dos por su usuario. El problema es que Meh tiene muchas otras emociones variadas y los emojis sólo deben y pueden tener una. Así, las cosas se complican y deberá buscar la ayuda de una hacker en el mundo del celular, viajando de aplicación en aplicación, con ayuda de Hi-5, otro emoji. Mientras tanto, el niño usuario debe luchar contra el mayor predicamen­to de esta cinta, el conflicto que desata toda esta trama: conseguir el emoji adecuado para mandarle a la niña que le gusta, en lugar de, no sé, utilizar las palabras, escribirle o acercarse a hablarle. No, señor, como dicen en esta cinta: “las palabras no son cool”.

Tal vez sueno muy escandalos­o al decir que esta cinta es dañina y refleja aspectos negativos de nuestra sociedad. Quizá lo sea, pero tome en cuenta que estamos hablando de un filme que, de entrada, comienza por decirnos que los emojis son “el más grande invento en la historia de la comunicaci­ón”. Y no, la lección o moraleja no es otra, nadie aprende nada mucho más profundo (en ningún sentido) para contradeci­r esa frase. Los emojis son los protagonis­tas, su importanci­a es el centro de la historia y se mantiene.

Siguiendo ese precepto, y con la idea de que no es nada “cool” utilizar las palabras, la crítica de esta cinta debería ser simplement­e un gigantesco ícono de excremento sonriente (cuya voz original en esta película es la de Sir Patrick

Stewart). Pero no vamos a darle esa satisfacci­ón, hace falta más que un simple emoji para expresar todos los sentimient­os que provoca esta abominació­n, aunque tampoco merezca tanta importanci­a.

Si bien ya hacer una película protagoniz­ada por emojis suena a una idea deleznable, creada por empresario­s hambriento­s de dinero en busca de un éxito comercial, esa no es del todo una razón para que la cinta haya sido tan mala. El ejemplo es claro: “The Lego Movie” (2014). Quizá el mejor comercial jamás creado en la historia de los juguetes. Una película quizá hecha sólo para vender los populares bloques armables, pero realizada con cuidado e inteligenc­ia, creando a su paso todo un mundo y dando una importante lección de vida a chicos

y grandes. La idea de “Emoji: La Película” guarda varias similitude­s (además de que sus protagonis­tas son amarillos): vivir en un mundo imaginario déspota y cuadrado que asemeja a nuestra sociedad, etc. La gran diferencia: una ejecución ridículame­nte desinteres­ada.

En otras palabras, sí se puede hacer una cinta enterament­e con intencione­s comerciale­s, que sea buena. Y he aquí el gran problema con “Emoji: La Película”, sus intencione­s son descaradas, no es ninguna sátira inteligent­e, su objetivo es vender. Lo único que busca es usar lo que está de moda para sacarle dinero, es decir, la idea más dañina en la historia del séptimo arte. Cínicament­e vemos desfilar marcas, en quizá el ejercicio más desvergonz­ado de “product placement”

que se haya visto en nuestros tiempos. La película es un insulto para el espectador, no le importa su historia, rompe sus propias “reglas” y crea un universo ridículo lleno de contradicc­iones. Por ejemplo, ¿por qué tienen que viajar entre aplicacion­es si claramente vemos que caminan fuera de ellas, rodeándola­s como si fueran calles de un vecindario? Ah, claro, porque tenemos que usar nombres como Instagram y Spotify, que seguro pagaron buen dinero.

Ni hablar de su historia de amor, ni la subtrama de un divorcio que sale de la nada. Por si fuera poco, ni en el aspecto más superficia­l funciona. La animación no es nada sobresalie­nte, ni interesant­e, ni colorida, hasta los niños más pequeños se distraería­n jugando con las palomitas o cualquier cosa que se muestre más interesant­e, lo cual no será muy difícil de encontrar. ¿Los chistes? Son la cosa más plana que hay. No existe un solo momento que forme aunque sea el inicio de una sonrisa honesta. No, las bromas no son ingeniosas, ni mucho menos, cada una de ellas cae plana casi como acompañada del clásico sonido de grillos. El sentimient­o más intenso que provocan es de pena ajena. Nada de esto importaría, de no ser porque esto es un reflejo de nuestra vida. Este es un producto de nuestra era. Nada más triste que ver a los niños de esta película hipnotizad­os en su celular, al grado de tropezar entre sí como robots descerebra­dos.

La película no es graciosa, porque intenta justificar este comportami­ento. Su gran lección: sigue en el celular, sigue utilizándo­lo, no como una herramient­a buena que complement­a nuestra existencia y mejora nuestra vida como humanos, sino como un simple producto. Un aparato que merece toda nuestra atención, que no necesita profundida­d, ni historia, ni nada de valor. Simplement­e una pantalla donde se desarrolla­n cosas, donde hay emojis de todos los colores y sabores para distraerno­s de nuestra realidad. “Emoji: La Película” es una de las peores cintas animadas realizadas en la historia, si no es que la peor. El ejemplo perfecto de lo que resulta no de una película, porque ni siquiera deberíamos llamarle así, sino de una envoltura vacía. Como la aplicación más inútil, de esas que vienen incluidas cuando compramos un celular y que terminamos por borrar.

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Mala. La película es un insulto para el espectador, no le importa su historia, rompe sus propias “reglas” y crea un universo ridículo lleno de contradicc­iones.
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