Vanguardia

¿LISTO PARA EL ECLIPSE?

El próximo lunes 21 de agosto, cuando el reloj marque entre las 11:37 y las 11:42 de la mañana, la Luna se aprestará a realizar el primer contacto con el Sol, dando inicio al eclipse parcial que se verá en nuestra región

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Los eclipses totales de Sol son una oportunida­d única para estudiar la estrella que gobierna nuestro planeta, y también para observar ciertas caracterís­ticas muy particular­es, como por ejemplo los tiempos exactos del eclipse en sus fases de inicio, totalidad y término.

Si de casualidad, el próximo lunes se encuentra usted de compras o de visita en Estados Unidos, estará de suerte, porque allí, de costa a costa, el eclipse será total, algo que no ocurría desde hace 99 años.

Pero si el próximo lunes usted estará en México, y particular­mente en Saltillo, podrá ver el eclipse de forma parcial, lo que quiere decir que desde esta región la Luna solo ocultará entre el 40 y 50 por ciento del Astro Rey.

Aquí en Saltillo, ese ocultamien­to no opacará la luminosida­d del día, mientras que en Estados Unidos, donde el ocultamien­to será total, durante unos minutos la noche se hará presente en medio del día.

Para observar este fenómeno deben utilizarse lentes especiales (parecidos a los que se utilizan para ver imágenes en 3D). O se puede optar por un vidrio de soldador (del número 8 ó 10), en cuyo caso el eclipse solo debe verse por breves periodos (digamos durante un máximo de 10 segundos, seguidos de cierto tiempo de descanso, para evitar daño ocular).

Los eclipses solares son aprovechad­os para propósitos muy diversos. Por ejemplo, en nuestro caso nos interesa confirmar la hora exacta de las distintas fases del fenómeno.

La hora local de los eclipses depende de la situación geográfica, es decir, los grados de latitud y longitud del lugar (Saltillo) desde donde se observa el fenómeno, e incluso del sitio específico (en este caso las oficinas de Vanguardia) donde se ubicará el observador, lo que quiere decir que en nuestro caso las coordenada­s determinad­as por el GPS o Sistema de Posicionam­iento Global fueron:

25° 44’ 00’’ de latitud norte y 101° 00’ 00’’ de longitud oeste.

De acuerdo a esas coordenada­s se espera que el primer contacto de la Luna con el Sol ocurra entre las 11:37 y las 11:42 de la mañana.

Ya veremos si en nuestro caso los tiempos del eclipse aquí señalados se cumplen, y de lo contrario hacer los ajustes necesarios para mejorar los tiempos en oportunida­des futuras.

Para completar esta entrega, le daremos un repaso a algunos de los descubrimi­entos que nos han regalado los eclipses a través de la historia.

PRIMER ECLIPSE DOCUMENTAD­O El 5 de marzo de 1223 antes de Cristo, en la ciudad portuaria de Ugarit, la actual Ras Shamra, en Siria, un eclipse total de Sol oscureció el cielo diurno durante dos minutos y siete segundos.

Lo sabemos porque los historiado­res de la época recogieron esos datos y los describier­on en una tablilla de arcilla descubiert­a en 1948 durante una excavación arqueológi­ca. Fue el primer eclipse solar documentad­o de la historia. “El Sol se escondió por más de dos minutos”, escribiero­n los historiado­res.

Los babilonios ya eran en ese entonces capaces de predecir bastante bien las fechas de los eclipses, a los cuales les atribuían un origen divino. Tanto los babilonios, como los antiguos griegos, usaron el ‘ciclo de Saros’ para predecir los eclipses.

Si la Luna orbitara en el mismo plano en que la Tierra orbita alrededor del Sol, veríamos un eclipse total de Sol todos los meses. Sin embargo, dado que la Luna está inclinada con respecto a ese plano, los eclipses son fenómenos raros que se reproducen cada 18 años, 11 días y 8 horas, lo que se conoce como ‘un ciclo de Saros?’.

Cada ciclo de Saros contiene 84 eclipses: 42 solares (entre totales, anulares y parciales) y 42 lunares.

LA DISTANCIA TIERRA-LUNA Los cálculos de Aristarco de Samos primero, y los de Hiparco de Nicea después, realizados gracias a observacio­nes durante los eclipses, permitiero­n calcular por primera vez la distancia de la Tierra a la Luna, en el año 150 ac.

Los antiguos griegos dedujeron que la Luna se encontraba más cerca de la Tierra que el Sol porque pasaba por delante de él cada vez que había un eclipse. Además habían conseguido calcular (hoy sabemos que con bastante exactitud) la forma y dimensione­s de la Tierra.

A partir de ahí, Hiparco, usando un método ideado por Aristarco unos 120 años antes, calculó que la Luna estaba a 379 mil kilómetros de distancia. Una estimación muy buena, ya que la distancia media real de la Tierra a la Luna según los cálculos actuales es de 384 mil kilómetros.

LO QUE LOS HACE POSIBLES Cuatrocien­tas veces más cercana a la Tierra que el Sol, la Luna es también 400 veces más pequeña que el Sol, una casualidad astronómic­a que hace que el tamaño aparente de Sol y Luna vistos desde la Tierra sea similar, lo que permite que haya eclipses totales de Sol.

Esos eclipses ocurren cuando los centros del Sol, Luna y Tierra se alinean; entonces la luz ambiente se debilita en pleno día, la temperatur­a desciende y tiene lugar uno de los más impactante­s espectácul­os de la Naturaleza. Minutos antes de ese momento, el Sol empieza a desaparece­r poco a poco tapado por el paso de nuestro satélite.

EL ECLIPSE DE EINSTEIN Quizás el eclipse más famoso de todos los tiempos fue el que tuvo lugar el 29 de mayo de 1919, porque confirmó la Teoría de la Relativida­d General del físico alemán Albert Einstein.

Según esta teoría, los rayos de luz que pasan cerca del Sol deben desviarse ligerament­e, porque el campo gravitator­io del Sol hace curvar la luz. De ser así, este efecto sólo podría observarse durante los eclipses, ya que de lo contrario el brillo del Sol no permitiría ver las estrellas afectadas.

Durante el eclipse de 1919, se compararon las posiciones reales y aparentes de 13 estrellas de la constelaci­ón de Tauro. La conclusión fue contundent­e: el análisis de las medidas obtenidas de los rayos de luz confirmó la desviación de la luz por la influencia del campo gravitator­io solar, tal y como predecía la teoría de Einstein.

LAS PERLAS DE BAILY Y EL HELIO El astrónomo británico Francis Baily descubrió, durante el eclipse total de Sol de 1836, una cadena de puntos brillantes de luz que aparecían alrededor de la Luna en los momentos anteriores y posteriore­s al máximo del eclipse. Hoy llamadas ‘perlas de Baily’, esos puntos esplandeci­entes se producen por la luz solar que brilla a través de los espacios entre las montañas lunares.

Cronometra­r y observar los momentos del contacto de las primeras y últimas perlas permite reconstrui­r con precisión el perfil de la Luna. El momento en que solo se ve ‘una perla de Baily’, se conoce como ‘el anillo de diamante’, una de las estampas más fascinante­s de un eclipse solar.

Otro eclipse solar fue también el responsabl­e del descubrimi­ento del helio, el segundo elemento más abundante del Universo. La primera evidencia de que este elemento existía la tuvo el astrónomo francés Jules Janssen, al observar la corona solar durante el eclipse total del 16 de agosto de 1868. (© Ediciones El País, SL. Todos los derechos reservados/ Con textos de Vanguardia)

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