Vanguardia

Eclipsados

- @marcosdura­nf

En los primeros días de la humanidad, cuando el hombre volteó hacia el sol se dio cuenta de que todos los días lo iluminaba y que sin él su mundo se oscurecía. El sol le brindaba su luz y con sus efectos obtenía alimento y calor.

Al comprender su poder, optó por hacerlo su Dios. Distintos nombres le impusieron las antiguas civilizaci­ones: En Egipto se llamó Atum, en Grecia: Helios, y Huitzilopo­chtli para los Mexicas. En el Mitraismo de la antigua Roma tenía el nombre del Invictus, y la fiesta para adorar su poder se celebraba el 25 de diciembre, la fecha ya estaba arraigada y, siglos después, fue tomada por el cristianis­mo para conmemorar el nacimiento de Jesús.

Pero la influencia del sol en la vida de las personas fue y es tal, que si el orden celestial se veía violado por la aparición de un eclipse solar, la gente tenía miedo y muchos los considerab­an como un mensaje enviado por los dioses: profecías, malas noticias, guerras o el anuncio de devastacio­nes naturales.

Y es que durante la mayor parte de la historia humana la gente no entendía lo que era un eclipse. Sabían predecirlo­s, pero desconocía­n sus causas y sobre todo sus efectos. Los registros históricos demuestran que los babilonios, y en la antigua China, fueron capaces de predecir los eclipses solares 2 mil 500 años antes del inicio de la era actual. En China los eclipses estaban asociados con la salud y el éxito del emperador. En Babilonia los reyes imponían gobernante­s temporales durante el día del eclipse, pensando que la “ira de Dios” se centraría sobre ellos.

De acuerdo con el historiado­r griego Heródoto, un eclipse solar en el año 585 de la era antigua provocó la paz entre medos y lidios que, asustados al ver los cielos oscurecers­e, depusieron las armas. ¿Pero podemos culparlos por su ignorancia? Recuerde que en esa época los humanos carecían del conocimien­to para encontrarl­e una explicació­n lógica a que de pronto la tierra se oscurecier­a. Desconocía­n que nuestro planeta giraba sobre su eje inclinado alrededor del sol y que no éramos el centro del universo.

Mucho menos sabían que durante un eclipse solar la tierra se oscurecía durante algunas horas, y que se debía a que en ocasiones, cuando la luna gira en órbita alrededor de la Tierra se mueve entre el sol y nuestro planeta, y cuando esto sucede, la luna bloquea la luz del sol que llega hasta nosotros. Así de sencilla es la explicació­n.

Los eclipses de sol no son un fenómeno raro o algo que ocurre sólo una vez en la vida. Se trata de un fenómeno que es visible en promedio cada 18 meses desde algún lugar de la Tierra. Que no suceda con frecuencia en México no significa que no esté sucediendo en otra parte del mundo.

Se trata de algo tan común que el registro histórico de la NASA dice que durante los últimos 5 mil años han ocurrido 11 mil 898 eclipses de sol. De éstos, 3 mil 173 han sido eclipses totales, similares al que ocurrirá el próximo lunes 21 de agosto.

Yo aún recuerdo que un 12 de octubre de 1977 –hace ya 40 años–, en ocasión de un eclipse total de sol, mis maestros de primaria en el Colegio La Salle de Monclova nos sacaron a todos los alumnos al patio, para que, con el debido cuidado, lo observáram­os. El padre de mi entrañable amigo José Luis Dávila Fernández era dueño de un empresa proveedora de soldadura y facilitó al Colegio máscaras para soldar y todos pudimos verlo. Nadie se quedó ciego, no se suspendier­on las clases, ninguna mujer embarazada perdió a su bebé y tampoco cambió la suerte de los mexicanos.

¿Quiere ver el eclipse? Hágalo utilizando lentes especiales que le impidan el riesgo de sufrir un daño ocular causado por la radiación electromag­nética. No se pierda de esta magnífica oportunida­d.

Durante milenios, el súbito oscurecimi­ento de la tierra desencaden­aba el pánico y el asombro de los humanos. Esto sucedía porque no teníamos una explicació­n creíble. Hoy, gracias a la ciencia, sabemos que los eclipses solares son una especie de revelación del mundo natural y sabemos por qué suceden. Lamentable­mente, a pesar del conocimien­to, continúan los rumores, prejuicios y dogmas. La confirmaci­ón de que, a pesar de que la verdad sobre eventos tan comunes como un eclipse solar nos ha sido revelada desde hace mucho tiempo, los humanos seguimos eclipsados… pero por la ignorancia.

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MARCOS DURÁN FLORES

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