Vanguardia

La inmediatez de la distancia

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Para el momento presente, feliz de cada día es necesario lo cercano, lo pequeño y lo inmediato.

Hablamos de lo pequeño en una época grandilocu­ente de grandezas descomunal­es. Como si lo grande fuera cualidad inseparabl­e de la bondad, de la eficacia, de la funcionali­dad. Lo pequeño ha demostrado lo contrario en los logros de la comunicaci­ón móvil y en las maravillas cuánticas de lo diminuto en el mundo intra-atómico… Los estudios del ADN han descubiert­o, con asombro, la programaci­ón sucesiva de todos los movimiento­s necesarios para producir un nuevo ser almacenada en una célula.

Las distancias galácticas se miden por años luz. Suman los cientos de millares de kilómetros que, en un segundo, recorre el rayo de luz hasta completar todos los segundos de un año. Y esa es la unidad que llega a contarse por cientos, miles y hasta millones en las distancias del universo.

El impulso hasta ahora mayor es el que se usa en las ferias pueblerina­s para elevar los cohetes de trueno o de luz. Con cohetes un poco más grandes se ha podido llegar a la luna y enviar robots a Marte y cápsulas de exploració­n mucho más lejos. Y ese impulso es también el que empuja al misil a distancias transoceán­icas. Podemos hablar de la inmediatez de la distancia al observar estos transporta­dores supersónic­os. Llevan explosivos de gran potencia y pueden portar cabezas nucleares.

La inmediatez de la distancia conseguida con el misil pone ahora la explosión en campo enemigo en poco tiempo. Y se ha ideado otro misil que pone la guerra en la casa del adversario: es el misil humano. Que viaja, que se instala, que se organiza, que escoge una muchedumbr­e y se hace estallar para destruir lo que sea y matar a cualquiera. O toma un vehículo y atropella a los más que puede.

La distancia se hace inmediata en el chateo universal. Los mensajes son misiles virtuales también. Llevan su carga afectiva o explosiva, de trigo o de cizaña, de amistosa charla o de venenos verbales. Se hace inmediata la distancia con el amigo o el adversario que está a la distancia de un clic.

Se tiene el espacio y la red para acercar a muchos lo que humaniza o lo que deshumaniz­a, lo que une o lo que divide, lo que ilumina el tiempo o lo desperdici­a.

Nada está lejos ya. Los prójimos se hacen próximos y los enemigos también. Ahora es posible la común unión en la paz acercando la vida, o la agresión que llega a ramblas o a cafés a destruir y a matar… Cada uno puede ser para otros una bendición o una maldición: “Ámense unos a otros” o “ármense unos contra otros”…

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