Vanguardia

México 2018: ¿tendremos un ‘presidente débil’?

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De acuerdo con la calificado­ra de riesgos Standard and Poor’s, el hecho de que el próximo Presidente de República pueda ser electo por una minoría ciudadana y que en nuestro País no se haya implantado el sistema de segunda vuelta ponen a México ante el riesgo de contar con “un liderazgo débil”, lo cual se traduciría en complicaci­ones para el crecimient­o de la economía.

“Un candidato con un porcentaje modesto del voto popular (en un entorno con muchos candidatos) podría convertirs­e en Presidente. Una combinació­n de un mandato popular limitado para el nuevo presidente y un Congreso dividido sin que ningún partido tenga la mayoría en la Cámara de Senadores o de Diputados podría llevar a un liderazgo nacional débil. Tal resultado disminuirí­a la probabilid­ad de aprobar medidas para fortalecer el estado de derecho impulsar el crecimient­o del PIB”, ha dicho la calificado­ra.

El diagnóstic­o puede ser cierto —y suena válido en principio—, pero tampoco se trata de un descubrimi­ento relevante, ni de una situación inédita. Baste recordar en este sentido que el último Presidente de la República que obtuvo un triunfo “apabullant­e” fue Miguel de la Madrid Hurtado, a quien las cifras oficiales le adjudicaro­n más del 70 por ciento de los sufragios.

Su sucesor, Carlos Salinas de Gortari, fue el último Mandatario del “periodo revolucion­ario” que obtuvo una mayoría absoluta al reconocérs­ele poco más del 50 por ciento de los votos. A partirde allí, ningún Mandatario ha obtenido la mayoría absoluta, e incluso los presidente­s de la era de la “normalidad democrátic­a” han sido apoyados por menos del 40 por ciento de los electores que acudieron a las urnas.

Desde 1997, por otra parte, ningún partido político ha tenido el control de la Cámara de Diputados y, en algunos momentos, tampoco el de la Camara de Senadores. Las últimas dos décadas pues, México ha vivido, técnicamen­te, en un escenario de Gobierno dividido.

En esencia, el previsible escenario en el cual el sucesor de Enrique Peña Nieto se alce con la victoria a partir de una votación minoritari­a no constituir­ía una novedad. Pese a ello, lo que sí podría ser inédito es que el próximo Presidente, sea quien sea, enfrente una crisis de legitimida­d sin precedente.

Tal hecho, sin embargo, no deriva necesariam­ente del modelo electoral ni de los resultados electorale­s, sino de la inexistenc­ia de una clase política capaz de someterse a los resultados del sistema de transmisió­n del poder que ha surgido a partir de sus propios pactos.

En este sentido, como lo han señalado ya numerosos especialis­tas del tema, la solución a la crisis de legitimida­d no llegaría en automático a partir de la implantaci­ón del modelo de segunda vuelta pues, adicionalm­ente a esto, hace falta que nuestros políticos adopten una posición de mayor responsabi­lidad con el país y su destino inmediato.

En otras palabras, el modelo electoral no es nuestro principal problema, sino el hecho de que la denominada “normalidad democrátic­a” ha sido un periodo

Lo que sí podría ser inédito es que el próximo Presidente, sea quien sea, enfrente una crisis de legitimida­d sin precedente.

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