Vanguardia

Nuestro ‘mesías tropical’ ROGELIO RAMÍREZ DE LA O

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La imagen que muestra al Presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, tratando de ver el muy mentado eclipse sin protección alguna, pese a las cientos de miles de advertenci­as que inundaron los medios y redes sociales, le dio la vuelta al mundo. Los expertos astrónomos de la NASA fueron desoídos por el güero, a quien unos pocos segundos le bastaron para ser (nuevamente) el protagonis­ta de un sinnúmero de burlas a través de los ya indispensa­bles memes. Segurament­e no pocos hicieron lo mismo que el magnate convertido en Mandatario; sin embargo, a los ojos del mundo este nuevo disparate constituye un episodio más de la tristement­e célebre historia que, para pesar de los norteameri­canos, apenas comienza a agarrar vuelo. Poco, muy poco duró la luna de miel entre la sociedad y el Gobierno del poderoso vecino del norte. Trump fue visto por una buena parte de sus compatriot­as como una garantía de cambio y avance al considerar­lo diferente al resto. En efecto, las caracterís­ticas del neoyorkino no correspond­ían al estereotip­o de la tradiciona­l clase política republican­a. Entonces Donald era un personaje millonario entregado a los negocios y la farándula, visto por sus connaciona­les como un celebrity más. Su controvers­ial fama derivada de los escándalos personales y su incursión en la industria del entretenim­iento, lo llevaron a adquirir una sólida presencia en la escena política. Es innegable, el tipo se convirtió en un fenómeno.

Durante su campaña saltaba al templete, y con irreverenc­ia esbozaba un par de ideas mal hiladas; así la gente se reía de sus bromas y le festejaba sus bravatas. Atacaba a sus oponentes sin el menor recato; creaba enemigos comunes y recetaba a sus seguidores frases sencillas de entender. Poco importó la inviabilid­ad de su oferta política, bañada de puntadas y ocurrencia­s; el pueblo poco a poco caía en la trampa y se le entregaba con un simpe chasquido de dedos. Pero, ¿En qué momento los norteameri­canos decidieron tomar en serio a un personaje creado por el marketing para dirigir los destinos de una nación? ¿Cuándo fue que la política se abarató a tal grado? ¿Por qué ahora lo más simple (aunque sea lo menos importante) es lo que se toma en cuenta para ganar simpatías políticas? ¿Cómo una campaña basada en la supremacía y la discrimina­ción fue tan exitosa? ¿En qué momento los chistes y bufonadas resultaron ser más redituable­s que las propuestas concretas y serias?

El hombre que decidió gobernar al otrora país más poderoso del mundo vía Twitter, se lanzó a la aventura política para ganar, solo por ganar, como si se tratara de un reto personal. A decir de sus paisanos, el hoy Presidente ha degradado el quehacer gubernamen­tal como ningún otro en la historia contemporá­nea. Cada día que pasa en la Casa Blanca se producen nuevos yerros. Ayer el Donald del “cambio” miró fijamente al Sol para ser testigo de un eclipse; eso es un acto irracional, pero antes ya había propuesto que se impidiera la entrada al territorio norteameri­cano a viajeros y refugiados de algunos países musulmanes, como también ordenó la suspensión de los fondos para las llamadas ciudades santuario, por ser amigables con los migrantes. Con su intención de dejar sin efectos el Obamacare, Trump generó la posibilida­d de que millones de estadounid­enses pierdan el acceso a los servicios de salud; esto, sin contar con su propuesta de reducir los impuestos a los más ricos, lo que golpearía fuertement­e a la clase trabajador­a de aquel país. El supuesto contuberni­o con el Gobierno ruso y las filtracion­es del FBI; la amarga relación que el anaranjado personaje ha sostenido con los medios de comunicaci­ón; su capricho de separar dos naciones con un muro, y su desafortun­ado enfrentami­ento con Corea del Norte, son hechos que afianzan el caos y ponen a temblar no solo al norteño país, sino al resto del mundo.

Esa es la política de hoy en día, en la que con una arenga “simplona”, “fake news” y harta publicidad se puede acceder al poder, para luego volverlo en contra de la misma gente que en algún momento creyó en mejorar sus condicione­s de vida a través de una renovación política.

Aquí en confianza, si en los Estados Unidos un hombre fue capaz de engatusar a más de 63 millones de electores a través de un discurso retórico y populista, ¿qué le espera a nuestro País a partir del 2018? Nosotros no curtimos mal las vaquetas; acá de este lado tenemos nuestro propio “mesías tropical”. Se los dejo para la reflexión. @Ivo_garza > La etapa del pragmatism­o

JOSÉ CARREÑO CARLÓN

> Hablando de eclipses: las sombras que vienen

DANIEL F. CABEZA DE VACA

>TLCAN Millennial

¿En qué momento en EU tomaron en serio a Trump para dirigir el destino de la nación?

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IVÁN GARZA GARCÍA
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