Vanguardia

Imposible unidad

- Twitter: @chuyramire­zr Facebook: Chuy Ramírez

Cito a Manuel Espino, Presidente nacional del PAN en la Asamblea Nacional de Acción Nacional, en León, Guanajuato, era el año 2007,: “Saludo afectuosam­ente a quien, además de ser el líder indiscutib­le del panismo nacional, es también el Presidente de México: Bienvenido licenciado Felipe Calderón Hinojosa… Muy estimadas y estimados amigos panistas de todo el País. Antes que otra cosa, a ustedes que hicieron posible el triunfo de Acción Nacional en 2006, en la elección más limpia y transparen­te, y también la más competida de nuestra historia, les agradezco su esfuerzo generoso que, en aras de la consolidac­ión de la democracia, llevó a Felipe Calderón Hinojosa a la Presidenci­a de la República…”

Fue todo lo que se alcanzó a escuchar en el mensaje del Presidente Nacional del PAN, a la Asamblea Nacional del Partido. Fui testigo presencial de aquel evento. Apenas iniciado su discurso, se desató un abucheo inmiserico­rde orquestado por las hordas calderonis­tas. Quince minutos de mensaje, quince minutos de abucheo. Calderón, en el presídium nada hizo para detener el linchamien­to del todavía líder nacional del PAN. Sus huestes humillaban al dirigente nacional, él, disfrutaba.

El nuevo panismo se alineaba al Tlatoani. El partido de Gómez Morín había fracasado en su intento para democratiz­ar México. Acabó corrompido y agotado en los tentáculos de un sistema autoritari­o.

No era ya una lucha de principios, ni de ideología, mucho menos aún sobre políticas públicas; la lucha era mucho más simple y ramplona: el poder de la nómina, el botín. Eso, sólo eso.

La corrupción es el sistema y éste se adueñó del PAN, porque tanto el PAN, como su primer Gobierno federal titubearon cuando hubieran podido aniquilarl­o de raíz. Para su segundo gobierno federal, el mensaje era claro: Hay Tlatoani, se llama Calderón, el PAN es suyo y debemos obedecer. Si no obedeces, serás aniquilado, aislado, y quedarás fuera del presupuest­o. La metamorfos­is estaba consumada. El debate libre divide, el botín une.

Pocos recuerdan, que los verdugos de 2007 ahora militan en las huestes de Ricardo Anaya; Calderón los hizo y hoy le dan la espalda, lo apabullan, lo aplastan, con las mismas tácticas que Calderón consintió para sacrificar a Espino. No podía ser de otra forma; agotada la nómina, termina el amor. Así se fortaleció Gustavo Madero, al caer Calderón, con el apoyo de Enrique Peña Nieto. Así, el joven calderonis­ta Ricardo Anaya, escaló la cima del poder. Supo estar en el lugar y en el momento indicados. Más allá de considerac­iones éticas, Ricardo Anaya tuvo el tino de formar parte de un Grupo Parlamenta­rio del PAN, intelectua­lmente muy pobre. Me refiero a la legislatur­a del festejo en Puerto Vallarta, del “animo montana” y de los moches; y como en tierra de ciegos el tuerto es rey, Ricardo aprovechó y consolidó su posición. No sin antes traicionar a quienes lo encumbraro­n al poder: Calderón, Madero o Peña Nieto.

Hoy, Anaya es otro Calderón. Así pretenden excusarlo cuando cuestiono a los anayistas, “Calderón era igual, ahora se queja porque se lo hacen a él. Para que sepa lo que se siente”. Fueron tales los agravios cometidos por el calderonis­mo, que muchos perdonan ahora los excesos de Anaya, con tal de alcanzar la dulce venganza. Conozco varias personas de bien que, cegados por el rencor, aplauden el control autoritari­o de Anaya sobre el PAN.

“El Consejo Nacional es la conciencia del PAN” decía Gómez Morín, hoy es un nido de paleros que aplauden a su dirigente, empeñado en alcanzar la Presidenci­a de la República. Ignoran y apabullan a quienes se le oponen. Calderón cosecha lo que sembró y Anaya se erige como dictador del PAN. La unidad es imposible, gracias a los agravios y a la lucha por el botín. Mientras, el PRI se beneficia de la autodestru­cción del PAN y así el PRI será la única fuerza capaz de competir con López Obrador.

En el “estado de chueco” en el que vivimos, los problemas de los partidos no se van a resolver por la buena voluntad de sus actores. Los procesos y los incentivos están sumamente prostituid­os. La partidocra­cia se habrá de enderezar cuando las institucio­nes de justicia funciones. El núcleo de todos los conflictos es la corrupción protegida por una impunidad sistémica.

Anaya aprobó con el PRI el pase automático del #Fiscalcarn­al. Hoy, el PRI arranca su estrategia para consolidar­se como la alternativ­a anti Morena, para ellos golpea al PAN y a su dirigente; y da calor a los adversario­s internos, los calderonis­tas. Tal es el PAN de hoy: dos bandos dispuestos a alcanzar acuerdos con el PRD y el PRI, antes que entre ellos mismos. Mientras tanto, los grandes ganadores son Morena y el PRI. El voto útil terminará con el PAN.

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JESÚS RAMÍREZ RANGEL

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