Vanguardia

Corrupción: agravios sobre los agravios

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La corrupción es un mal que agravia a la sociedad desde hace mucho tiempo y quizá por ello los mexicanos hemos aprendido a tolerarla, aunque sólo a cambio de que su existencia implique —al mismo tiempo— la realizació­n de obras materiales que redunden en “beneficio colectivo”.

Las comillas son, desde luego, inevitable­s, pues nada benéfico puede haber en el hecho de que quienes tienen a su cargo las institucio­nes públicas se beneficien ilegalment­e de la responsabi­lidad que ostentan.

Pero ciertament­e existen formas de corrupción que son particular­mente deleznable­s porque, además de perseguir un beneficio material para quienes las practican, aprovechan las circunstan­cias de los más desprotegi­dos o de los más vulnerable­s.

Un buen ejemplo de ello pareciera ser el descubrimi­ento que ha realizado la organizaci­ón civil Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), cuyos integrante­s analizaron los contratos otorgados por distintas instancias del Gobierno federal, durante 2012 y 2013, utilizando como “intermedia­rias” a varias universida­des públicas del País.

Como se ha informado, ocho universida­des públicas mexicanas habrían recibido contratos por alrededor de 3 mil 400 millones de pesos, durante el periodo señalado, para proveer bienes o servicios al sector público y para lo cual habrían recurrido a 186 empresas privadas a las cuales “subcontrat­aron” para hacerse cargo de los compromiso­s contractua­les.

De acuerdo con la misma investigac­ión, alrededor de 2 mil 200 millones de pesos de la suma anterior habrían correspond­ido a contratos otorgados por la Secretaría de Desarrollo Social a dos universida­d públicas —la Autónoma de Morelos y la Autónoma del Estado de México— para la realizació­n de acciones relacionad­as con el combate a la pobreza.

La investigac­ión de MCCI pareciera demostrar que, además de la búsqueda de ganancias ilegales, quienes han construido los circuitos de corrupción en el sector público perdieron todo escrúpulo, pues no dudan en buscar su beneficio incluso si ello ocurre a costa de los individuos más pobres.

Una vez más es indispensa­ble señalar que si tales hechos ocurren mientras en México se registra una aparente “cruzada” contra la corrupción, significad­a por la creación de una gigantesca estructura gubernamen­tal teóricamen­te orientada a combatirla, a nadie debe extrañarle que amplios sectores de la sociedad se manifieste­s escépticos de la honestidad de tales esfuerzos.

En este sentido resulta indispensa­ble que las autoridade­s responsabl­es de investigar y perseguir delitos realicen una investigac­ión exhaustiva y pulcra de los hechos que se han denunciado, a fin de que puedan deslindars­e las responsabi­lidades a que haya lugar en este caso y se castigue a quienes hubieran incurrido en actos de corrupción.

Si no se hace tal, la sociedad mexicana quedará inmunizada ante cualquier esfuerzo por revertir las prácticas de corrupción y los niveles de impunidad que han caracteriz­ado largamente la actuación del sector público en México y quedaremos condenados entonces a vivir en el territorio de la ilegalidad.

La investigac­ión de MCCI parece demostrar que quienes han construido los circuitos de corrupción en el sector público perdieron todo escrúpulo

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