Vanguardia

Una historia de la vida. (Tiene muchas)

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‘CATÓN’ CRONISTA DE LA CIUDAD

Lo que voy a contar ahora es cierto. Sucedió en Arteaga hace poco más de 25 años. Las constancia­s que acreditan mi relato están en los archivos policíacos de la Villa, y en los de aquí también.

Una joven vecina del rancho Casablanca, en la sierra, tenía una dolencia extraña que no la dejaba en paz. Ella y su esposo habían consultado a varios médicos. De nada sirvieron las pócimas que recetaron los facultativ­os: la muchacha seguía con su mal.

Alguien les habló de una bruja que vivía en Saltillo -en la colonia Proviviend­a, por más señas-, y vinieron a verla.

Antes de seguir adelante con la historia debo citar un importante dato: la joven campesina era bella de rostro, y más de cuerpo. Ni siquiera su enfermedad había bastado para quitarle un ápice de su hermosura.

La tal bruja examinó a la enferma, y le dijo que tenía un mal puesto. Tan grande era ese maleficio que sus poderes -los de la bruja- no eran suficiente­s para sacárselo. Conocía, sin embargo, a un señor muy bueno -así dijo- que de seguro la curaría. Podían ir a verlo en ese mismo momento, si querían.

Aceptó la pareja. Hizo la bruja una llamada telefónica, y se concertó la cita con el hombre. La mujer le pidió al esposo que se quedara a cuidarle la casa, por aquello de los ladrones. Ellas tomaron un taxi, y fueron al domicilio de aquel señor muy bueno.

Dejó la bruja en la puerta a la muchacha; le dijo que una hora regresaría. Esa hora fue bien aprovechad­a por el señor muy bueno: violó a la joven esposa.

Ella no dijo nada de lo que había pasado ni a la mujer ni a su marido. Regresaron los dos al rancho. Una semana después el esposo recibió recado de la bruja: debía ir a Saltillo por unas medecinas para su señora. Fue, en efecto.

Apenas había salido, llegó a la casa de la muchacha el hombre que la había violado. Ella sacó una pistola que su esposo guardaba en el ropero. Cuando el individuo trató de forzar la puerta para entrar, la muchacha le disparó y le metió un balazo en la cabeza.

El muerto resultó ser un ricachón de cierta ciudad vecina. Detenida por la policía, ella declaró todo lo que le había pasado. La bruja negó haber conocido al violador. Pesquisas hechas, sin embargo, mostraron que la mujer le servía de celestina al sujeto: le conseguía muchachas y se las llevaba a la casa que el regiomonta­no tenía en Saltillo para sus devaneos eróticos.

Cuando el esposo de la muchacha tuvo noticia de lo acontecido fue a preguntar por ella. Un gendarme lo reconoció: hacía seis años había matado a un individuo. Todo ese tiempo se le había buscado inútilment­e. Fue a la cárcel también.

Hace unos días leí que los directivos de las cadenas televisora­s están muy preocupado­s, pues no encuentran buenos escritores para que hagan los guiones de las telenovela­s. ¿Por qué no contratan a la vida? ¡Tiene tan buenos argumentos!

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ARMANDO FUENTES AGUIRRE

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