Vanguardia

Se cimbra la tierra y brotan… ¡políticos!

- @Carloslore­t CARLOS LORET DE MOLA A.

De las ruinas del terremoto de 1985 surgió un movimiento de damnificad­os que con el tiempo culminó en una poderosa estructura política y electoral. Después de 32 años, sigue vigente y es factor decisivo dentro del Gobierno de la capital del País. Afectados de aquel 19 de septiembre se organizaro­n para exigir al Gobierno atención. Fue el germen de una serie de grupos de poder que tres años después constituye­ron la base del Frente Democrátic­o Nacional que llevó por candidato presidenci­al a Cuauhtémoc Cárdenas. En 1989 nutrieron de militantes al naciente PRD y luego llegaron al poder con los Gobiernos de izquierda en la Ciudad, que llevan ya 20 años sin alternanci­a.

Todo comenzó tres días después del sismo con los campamento­s callejeros de personas que perdieron su casa. El Gobierno priista de Miguel de la Madrid, que controlaba por completo la administra­ción del entonces Departamen­to del Distrito Federal, fue lentísimo en su respuesta y por si fuera poco rechazó la ayuda internacio­nal que se ofrecía, en aras de defender una absurda posición presuntame­nte nacionalis­ta.

La irritación fue generaliza­da, porque, además, los derrumbes desnudaron la corrupción pública y privada que costó vidas por malas construcci­ones, materiales baratos y demás prácticas ilegales.

El primer triunfo de los grupos que comenzaron a organizars­e fue que unos días después, De la Madrid tuvo que rectificar y aceptó la ayuda de otros países.

La historia es conocida. Nació la Coordinado­ra Única de Damnificad­os, integrada por más de 40 organizaci­ones, algunas recién creadas y otras ya existentes. En unos meses se crearon la Unión Popular Nueva Tenochtitl­án, la Asamblea de Barrios, la Coordinado­ra Nacional del Movimiento Urbano Popular, la Coordinado­ra de Luchas Urbanas.

Fueron los comienzos políticos de dirigentes como René Bejarano, Dolores Padierna, Marco Rascón, Patricia Ruiz Anchondo, Francisco Saucedo, Leopoldo Ensástiga, Javier Hidalgo. Hasta Martí Batres.

De gestionar las necesidade­s de los damnificad­os se volvieron líderes demandante­s de vivienda, activistas políticos… y gobernante­s. Es cierto que muchos de esos grupos y dirigentes terminaron reproducie­ndo los vicios del sistema priista al que combatían, pero también lo es que fueron actores importante­s en el proceso de apertura democrátic­a que urgía en esos años pero que antes del temblor parecía sueño guajiro.

Es común la frase de que la sacudida política de 1988 no se puede entender sin el movimiento de los damnificad­os de 1985. Tampoco la llegada de la izquierda al poder en la ciudad de México.

Es 2017. Tras el sismo de 8.2 grados Richter del 7 de septiembre en Juchitán, Oaxaca, toda proporción guardada, podría haber una similitud de condicione­s. Miles de damnificad­os, descontent­o ante la respuesta oficial, la existencia de organizaci­ones sociales y políticas muy activas y con una tradición local de lucha radical antisistem­a.

A ver qué brota del terremoto… políticame­nte hablando.

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